La Bestia de Turín: el monstruoso auto que escupe fuego y que cautiva al público todos los años en Goodwood

Su sonido se puede escuchar desde cientos de metros. Se lo puede confundir con una locomotora o hasta con un helicóptero. Pero se trata de un auto monstruoso, conocido como La Bestia de Turín.

Se trata del Fiat S76, un modelo que apareció en 1910 y del que solo se han fabricado dos unidades. Luego de su restauración, una de ellas participa todos los años en el Festival de la Velocidad de Goodwood y es el centro de las miradas.

En esta edición también se destaca la participación del Huayra Pronello Ford, el sport prototipo diseñado por Heriberto Pronello en la década del 60 y que hoy es objeto de estudio en Inglaterra.

Cada vez que el auto pasa en las calles internas del festival, el público que está del lado izquierdo del vehículo debe apartarse un poco debido a las llamaradas que lanza y a las explosiones que produce.

La particularidad que ofrece este año es que está usando combustible sintético (como muchos vehículos en esta edición), por lo que esas explosiones no terminan siendo lo contaminante que parecen.

Concebido originalmente para quebrar récords de velocidad, La Bestia cuenta con un propulsor de cuatro cilindros y 28.4 litros de cilindrada, con el sistema de escape que sale directo del motor y que provoca fogonazos sobre el lado izquierdo de capot. Verlo venir es amenazante.

De hecho, la particular forma del modelo, con una figura muy aerodinámica para la época pero con un tamaño superlativo, está condicionada por su gigantesco motor.

Construido para se el más rápido

La construcción de este Fiat tuvo un solo objetivo: superar el récord de velocidad que tenía Blitzen Benz en ese momento. Por eso había que equiparlo con un motor poderoso.

Así fue que se le montó un 4 cilindros en línea con 28.353 cm3 de cilindrada que le aseguraban 290 caballos de fuerza a 1.900 rpm para lograr su propósito. Además, estaba refrigerado por agua, tenía transmisión por cadena, suspensión de eje rígido con resortes delante y detrás y una caja manual de 4 velocidades con marcha atrás. Su peso era de 1.650 kilos.

Los primeros pilotos que lo manejaron se negaron a seguir acelerando por que lo consideraban "incontrolable". Pero de a poco de generando confianza y finalmente fue llevado al límite.

La historia cuenta que en 1913 el auto fue llevado a Ostend, Bélgica, donde el piloto norteamericano Arthur Duray lo llevó hasta una velocidad de 132,27 millas por hora (mph), unos 213 km/h.

Ese registro superaba el de 131,72 mph (casi 212 km/h) que anteriormente había marcado el Blitzen Benz conducido por Barney Oldfield. Pero como le fue imposible hacer la pasada en el otro sentido (en estas pruebas lo usual es sacar un promedio de lo cronometrado en ambos sentidos), el récord no fue homologado. Sin embargo, le quedó para siempre el mote de “Fiat 300 HP Record”.

Fiat construyó apenas dos ejemplares de este modelo. Luego de la Primera Guerra Mundial, uno de los autos fue desmantelado, mientras que el otro sobrevivió intacto y enviado a Australia. Pero ahí fue modificado, posteriormente chocado y finalmente guardado por manos de coleccionistas.

Ese chasis fue comprado en 2003 por Duncan Pittaway, quien encontró luego el motor del otro ejemplar y así decidió que valía la pena el intento de revivir el modelo.

Le faltaban tres partes importantes (la caja de cambios de cadena doble, la carrocería y el radiador), pero lo bueno fue que Fiat tenía los planos originales y también fotos tomadas en la época.

Así fue que se llegó a reconstruir el ejemplar que desde 2015 es una de las grandes atracciones del Festival de la Velocidad de Goodwood.