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      Al diván, con barbijo: cómo es volver a la terapia presencial

      Psicólogos consultados por Clarín cuentan sus experiencias con el retorno a los consultorios y qué se recupera con el contacto cara a cara.

      Al diván, con barbijo: cómo es volver a la terapia presencialEl lenguaje corporal, una de las cosas que se recupera más vívidamente con la presencialidad. Imagen ilustrativa Shutterstock.

      Desde que el coronavirus llegó a la Argentina, la gran mayoría de los especialistas en salud mental debieron acostumbrarse a atender a sus pacientes a través de videollamadas. Al principio, esta forma de comunicación fue difícil para ambas partes ya que, entre otras cosas, se perdía ese vínculo cara a cara tan importante para una terapia. Sin embargo, las semanas fueron pasando y esta nueva metodología a distancia se fue imponiendo en las consultas psicológicas. Además, muchas personas que habían terminado su terapia antes de la cuarentena decidieron "volver" ante la aparición de ciertos temas puntuales generados por la pandemia: incertidumbre, ataques de pánico, tristeza, ansiedad, angustia, miedo, entre otros.

      Para los pacientes lo difícil fue encontrar el momento y el lugar indicado para poder mantener esa intimidad tan especial que se generaba en el contacto en consultorio. Algunos se conectaban desde el baño, otros desde las terrazas de sus edificios, estaban los que lo hacían desde el auto o quienes conversaban mientras caminaban por la calle. Más allá de eso, en general, los tratamientos siguieron su curso.

      El desafío de volver a la presencialidad

      Sin embargo, desde ambos lados del escritorio o del diván, empezó en algunos casos a aparecer la necesidad de volver a la presencialidad, más allá de los temores lógicos que estos encuentros pudieran suscitar. Algunos psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras y demás profesionales de la salud mental decidieron volver, protocolos mediante, a atender en sus consultorios cuando cada provincia, ciudad o municipio les dio vía libre para poder hacerlo.

      Amorina Diaz, psicóloga clínica, especialista en terapias cognitivo contemporáneas, se decía a sí misma durante la cuarentena: "en cuanto pueda volver, vuelvo". Y retomó a partir de agosto, unas semanas después de que fue autorizada por parte del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

      "En esas semanas organicé agendas con los pacientes y fuimos viendo entre ambos el beneficio de pasar a modo presencial o quien podría continuar vía online. Con mi familia lo hablé pero a modo de 'voy a tomar los recaudos necesarios para cuidarnos todos' y enseguida obtuve el apoyo total. Saben que trabajo en el sector salud y que es un riesgo que se asume. Recuerdo que pensaba y repasaba cada parte del protocolo. Salir de casa fue raro porque atender se había convertido en terminar de preparar el mate en la cocina y salir al cuarto donde tengo la computadora para seguir con el mate con el paciente vía online. Me motivó mucho esto de verlos personalmente. El primer día atendí a tres pacientes en forma presencial para ver cómo me organizaba y la prueba piloto del tiempo que me llevaba higienizar y desinfectar el lugar entre paciente y paciente. Me organicé para que sean pocos, pero en función de probar esta nueva modalidad lo viví con entusiasmo y con ganas de retomar el cara a cara", comenta Diaz a Clarín.

      A principios de octubre,  el psicólogo Gustavo Quezada, volvió a atender a sus pacientes en forma presencial. “La decisión la tomé tranquilo y con mucha seguridad por mi forma de ser y de ver la situación de pandemia. Si bien respeto y tomo precauciones de cuidados correspondientes, no es un hecho que me provoque miedo o inseguridad. Trato de darles esa misma confianza a los pacientes con los protocolos correspondientes y la distancia adecuada. Mi sentimiento al regresar al consultorio fue de alegría. El volver a verlos y estar presente in situ lo viví como un reencuentro en el espacio que me dio satisfacción. El sentimiento de los pacientes fue de mucha confianza y estaban dispuestos a venir desde mucho antes de darle apertura al consultorio. Otros eligieron seguir con el modo online por el momento, o tal vez para siempre, aún eso está por verse", dice Quezada.

      El protocolo para reducir el riesgo de contagios, fundamental para la vuelta. Imagen ilustrativa Shutterstock.El protocolo para reducir el riesgo de contagios, fundamental para la vuelta. Imagen ilustrativa Shutterstock.

      A terapia, con barbijo

      Natalia Allegretto volvió a su consultorio la primera semana de noviembre. Por el momentom, cuenta, los pacientes que concurren tienen entre 20 y 30 años. "Quedaron afuera muchos pacientes que les gustaría asistir, pero las distancias y el medio de transporte sí les está generando miedo. A pesar de las ganas, elijen no exponerse a las grandes concentraciones de gente y prefieren continuar de forma online un tiempo más", dice la psicóloga, que cumple en forma estricta el protocolo.

      Así lo detalla: "Los pacientes ingresan al consultorio una vez que éste se encuentra desocupado por el paciente anterior. Entre paciente y paciente hay un intervalo de, al menos, 15 minutos lo que me permite higienizar el área, ventilar el ambiente, limpiar objetos y superficies de uso común. Tanto mis pacientes como yo utilizamos tapabocas durante toda la sesión y los turnos son espaciados para no juntar pacientes en la sala de espera. Se provee los elementos básicos de higiene como el alcohol en gel, sanitizante de pies para el ingreso y se corrobora con el paciente la responsabilidad de asistir libre de síntomas y sin ningún tipo de contacto directo, en los últimos 14 días, con una persona infectada con el virus. Es fundamental la higiene de manos".

      Natalia Cociña es licenciada en Psicología y perito psicóloga. "No me costó tomar la decisión de volver a la atención presencial ya que la estaba esperando -cuenta-. Mi consultorio se encuentra separado de mi hogar, por lo que no exponía a mi familia y se tomaban las medidas necesarias que se implementaron en el protocolo de atención en el marco de la pandemia. Evalué los pros y los contra y finalmente surgió la decisión. No experimenté miedos, la sensación predominante era la de dar respuesta y contención a mis pacientes, sabía que me necesitan, que les iba a ser saludable recuperar su espacio y que se iba a generar una disminución de sus ansiedades, de sus miedos, de sus inestabilidades emocionales propias que genera el encierro, el distanciamiento y la pandemia en general más allá de sus problemáticas puntuales por las cuales concurrían con anterioridad al consultorio", afirma a este diario.

      Sobre el día de la vuelta, Cociña recuerda: "Fue con nervios por los cambios a los cuales había que adaptarse, como la evitación del contacto físico (saludo), la desinfección, acostumbrarse a la máscara o barbijo. Todo cambio genera cierta sensación de extrañeza. En mi caso, ese primer día atendí solo a cuatro pacientes con la distancia horaria prudencial para la desinfección, para evitar el cruzamiento de pacientes y para ventilar el lugar. Se dejó constancia a cada paciente que ante el mínimo síntoma que pudiera ser compatible con covid positivo se comunicara y se suspendía el turno. En mi caso se ha suspendido la atención algunos días por dolores de cabeza o garganta avisando a los pacientes que no concurran hasta ver la evolución del síntoma para no exponer a nadie. Hoy en día me encuentro atendiendo de manera presencial un máximo de ocho pacientes a lo largo de todo el día".

      El plus de la presencialidad

      La terapia en forma presencial favorece que se desarrolle el contexto de intimidad para que el paciente pueda hablar con mayor confianza que si estuviera en su casa, ya que muchas veces los espacios son reducidos y en aislamiento se encontraban varias personas conviviendo. La vuelta al consultorio les permite, además de recuperar un mayor nivel de intimidadun respiro respecto del período de aislamiento obligatorio.

      Para los terapeutas el principal beneficio es poder tener información del lenguaje no verbal del paciente que en modalidad virtual tiene cierto recorte al tener la camarita enfocando a su cara y parte de los hombros.

      "El primer día me quedó una sensación agradable, tengo una relación cálida con los pacientes y es lindo volver a verse. Luego de la calidez por el encuentro, la terapia continuó. Una de las cosas más importantes fue ver las posturas corporales, aunque el barbijo no ayuda, poder interrumpirse sin que la videollamada se trabe, hacer ciertos ejercicios, como visualización, es más sencillo en presencial, uno tiene un mayor control del proceso", describe a Clarín David Mibashan, doctor en psicología clínica.

      "Reanudar la terapia presencial forma parte de retomar las rutinas poco a poco y esto puede colaborar en parte en una buena evolución del trastorno psicológico o el padecimiento que traiga el paciente a la consulta. También favorece la comunicación fluida, en los casos en los que la conexión de internet fallaba y esto poda interferir en las sesiones. Tuve que posponer sesiones o reorganizar turnos porque a un paciente o a mí nos fallaba la conexión a internet", cuenta Diaz.

      "Lo que se recupera con la presencialidad en el consultorio es la cercanía de la mirada, esa intensidad de las energías que se mueven en el espacio, los detalles en los gestos corporales que a veces se pueden leer como indicios de algo. Los propios gestos de las manos, los tonos de la voz y la implicancia de ciertas formas de enunciación. Son varios elementos que en el modo online no siempre se ven o se traslucen del mismo modo. Pero son diferencias de matices, no hace que no se pueda trabajar de modo online, al contrario. Si algo deja en claro ésta situación es que sí es posible e incluso tan efectivo en la mayoría de los casos como el modo presencial. Pero no por eso uno debe dejar de reconocer que se ponen en juego distintas cosas en cada espacio", opina Quezada.

      "Principalmente, se recupera la confianza y la seguridad que demuestran los pacientes a la hora de conversar. Hablan con mayor soltura, se desenvuelven con más espontaneidad. Y uno, como profesional, lee e interpreta mucho más. Desde un silencio, hasta un cambio en el tono de voz, un gesto, un lenguaje corporal que a través de la videollamada es casi imposible percibir.  En el cara a cara, se recupera la atmósfera y la sintonía de escucha que tanto necesitamos todos. En un consultorio se acompaña a transitar momentos de angustia, ilusión, catarsis, padecimiento, alegrías. Y se acompaña desde todos los sentidos. Con la oreja agudizada, la voz, la palabra y también el cuerpo", concluye Allegretto.


      Sobre la firma

      Alejandro Gorenstein

      Especial para Clarín

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