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      Perdió el control del colectivo y mató a una nena de 3 años

      Tiara Flores vivía con su familia sobre la vereda en Barracas, en una casilla precaria. Un interno de la línea 12 fuera de recorrido y manejado por un mecánico los embistió. El conductor quedó detenido.

      Redacción Clarín

      Otra vez una muerte. Y otra vez, un colectivo que atropella y mata.

      Ayer, en pleno mediodía, un interno de la línea 12 que estaba fuera de recorrido quedó incrustrado sobre una precaria casilla en la que vivían cuatro adultos y cinco chicos, todos integrantes de dos familias, y los arrolló a todos.

      Tiara Flores, de 3 años, murió en el momento y quedó debajo del chasis, cerca de las ruedas, de donde prefectos y médicos del SAME tuvieron que sacar el cuerpo. Fue en Barracas, a metros del galpón que se incendió febrero y donde fallecieron diez bomberos. La muerte de la nena volvió a exponer en los medios el estado crítico y vulnerable al que están expuestas las personas que viven en situación de calle.

      Ayer el golpe fue en Quinquela Martín y Azara, en el mismo extremo sur de Barracas, y a pocas cuadras del Puente Pueyrredón. Ahí, pasadas las 12.30 el interno 37 de la línea 12 dobló por Azara hacia la izquierda y perdió el control. “Tiara ahora está en la morgue. Mis dos hijos también podrían haber muerto ahí cuando el colectivo se vino encima. Es toda una desgracia. Ahora no sabemos cómo seguir, estamos solos y no tenemos plata ni para el cajón”, lamentó, llorando, Mary, de 23 años, tía de Tiara y madre de dos de los cinco chicos que estaban adentro de la casilla que quedó destruida.

      Entre lo que contaron los vecinos y lo que después le contó el hermano a Mary Juárez, entre todos pudieron reconstruir lo que había pasado. Según dijeron, el colectivo perdió el control y quedó literalmente sobre la casilla. Arrastró todas las cosas. Los prefectos que estaban de guardia en la cuadra fueron los primeros en asistirlos. Después llegó la Policía Federal y luego las cinco ambulancias del SAME. Entre todo el personal sacaron el cuerpo de la nena. “Movilizamos a cinco ambulancias porque no sabíamos si el colectivo iba con pasajeros o vacío. Asistimos a la familia, pero lamentablemente la chiquita ya estaba sin vida”, le dijo a este diario Alberto Crescenti, titular del SAME.

      Más tarde se confirmó que Tiara tenía 3 años y que con ella vivían sus dos hermanitos, su mamá Gabriela y su papá David. También Mary, sus dos hijos y otra persona. Mary le contó a Clarín que David es su hermano, que tiene 25 años, y que Gabriela tiene 20, y que viven ahí desde hace cuatro años. Ella se sumó con sus hijos de 3 y 6 años tiempo después, “hace casi uno y medio”. Cuando fue el desastre justo había salido. Recién cuando volvió vio el horror: su familia destrozada, la pérdida de su sobrina, el miedo de que también podrían haber sacado los cuerpos de sus hijos.

      El conductor que provocó el desastre se llama Alejandro, tiene 22 años y es uno de los mecánicos que trabajan para la empresa que administra la línea 12. Según contó otro chofer, muy conmovido, el interno 37 estaba fuera de recorrido porque había salido de la cabecera hacia un taller en La Boca y apenas chocó el joven trató de ayudar. “Siempre llevamos los coches ahí, Alejandro es un joven con voluntad, buen compañero, le pidieron que lo llevara él y eso hizo. Creemos que cuando dobló se le fue el colectivo hacia un costado: cuando hay empedrado mojado es difícil maniobrar, se ve que él no pudo, se resbaló, y cuando estaba encima de la casilla pasó algo, quizás se puso nervioso y en vez de frenar aceleró. Lo único claro es que el colectivo es un arma, hay que tener mucho cuidado y ser mucho más precavido en estas calles ”, relató.

      El conductor quedó detenido en la Comisaría 30. Allí, según precisaron fuentes de la Prefectura, iba a pasar por diversas pruebas para ver si había consumido alcohol u otras sustancias. Por ahora, dijeron, quedará allí, después el juez decidirá qué pasará con él. Los padres de Tiara también estuvieron dando su testimonio en la comisaría. Y por la tarde solo algunos familiares y vecinos estaban dando vueltas en el lugar cuidando las cosas que quedaron revueltas, rotas, deshechas.

      Los padres de la nena trabajan de cartoneros y se llevan bien con los vecinos. Ayer todos salieron a ver qué había pasado, de dónde venía ese ruido, los gritos. Después, desde el taller de enfrente, que está pegado a lo que era Iron Mountain –y donde hoy solo hay olor a quemado y pilas de escombros– trataban de consolar a Mary. De contenerla. Ella solo pedía ayuda. “No sé cómo vamos a superar esto, así, tan solos”, se lamentó.