Como aguafuertes, Virgina Higa narra sus días en Estocolmo

Dos veces le dijeron a la escritora argentina Virginia Higa que su nuevo libro El hechizo del verano (Sigilo) tiene algo de las aguafuertes de Roberto Arlt y hay, efectivamente, vasos comunicantes con aquella mirada extrañada del autor de Los siete locos cuando recorría su propia ciudad y otras geografías.

Las cápsulas que Arlt publicaba como piezas periodísticas retrataban lo macro y lo micro tanto de municipios bonaerenses como de ciudades europeas. En El hechizo del verano, Higa llega a Estocolmo para empezar una vida con su pareja y, a partir de textos breves, casi postales, permite que quien lee la acompañe en ese proceso de adaptación que implica todo exilio.

Un proceso nada idílico ni simple, que aunque la autora nacida en Bahía Blanca en 1983 y formada en Letras lo narre con una belleza luminosa, sigue siendo complejo.

Higa descubre la coloratura tonal (y casi irreproducible) del idioma sueco, aprende con dificultades a patinar sobre el hielo, emprende un “circuito Puig” (tras los pasos de Manuel Puig en Estocolmo en el verano de 1959), se especializa en la figura del naturalista Carl von Linné o descubre que su perfume “invade” el espacio personal ajeno.

El hechizo del verano no tiene nada que ver con Los sorrentinos, la primera novela de Higa, y sin embargo hay en ambas una voz serena y hermosa, que funciona como guía, sea de una saga familiar como de un país lejano. Solo hay que dejarse llevar.

PC