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      Eduardo Sacheri: “El primer lugar donde vi desafiar al régimen militar fue en las canchas de fútbol”

      El escritor habla de su nueva novela, "El funcionamiento general del mundo" y de lo autobiográfico que se cuela en la ficción.

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      Eduardo Sacheri lee un fragmento de "El funcionamiento general del mundo"

      Julio de 2019. Invierno. Argentina. Eduardo Sacheri decide subirse a su auto y emprender un viaje hacia la Patagonia. Solo, tomando notas y registro del entorno, piensa y construye los personajes de El funcionamiento general del mundo, su nueva novela. Y recorre, no solo 4.500 kilómetros en una semana, sino también un camino signado por la introspección y los recuerdos de su propia vida. Una suerte de empujón emocional.

      Ubicada en lo más alto del ranking de ventas varios días antes de su lanzamiento y con casi 600 páginas, la novela le permite al ganador del Premio Alfaguara de Novela 2016 volver a sus primeros amores: el fútbol y la literatura.

      “Hacía mucho no recorría este camino. Desde Papeles en el viento, hace diez años. tengo el interrogante de qué lugar ocupará el fútbol en el futuro de mi vida. Entonces me gustó volver porque no se si voy a tener otras ocasiones de volver existencialmente”, dice Sacheri en diálogo con Clarín vía Zoom.

      Profesor Sacheri. El escritor da clases en un secundario. Foto Fernando de la OrdenProfesor Sacheri. El escritor da clases en un secundario. Foto Fernando de la Orden

      Bajo la forma de un relato de viaje, El funcionamiento general del mundo narra la historia de Federico Benítez, de 50 años, y sus hijos adolescentes. Un llamado de último momento altera el viaje previsto a las Cataratas del Iguazú para emprender otro hacia la Patagonia.

      Motivado por una gratitud impostergable y con los jóvenes disgustados, este hombre ensimismado y torpe revela una historia oculta: la del primer Torneo Interdivisional de Fútbol del Colegio Nacional Normal Superior Arturo Del Manso. Y cómo el futbol funcionó como un laboratorio de vida y también, un puente para acercarse a sus hijos. Nadie regresa igual que como se fue.

      -¿La memoria y la experiencia son lugares de encuentro entre padres e hijos?

      -Pueden serlo. Comunicarse con otros exige un esfuerzo de empatía y de paciencia para encontrar los modos y los caminos. No toda evocación conduce al encuentro o al ejercicio de la memoria. Creo que exige tener en cuenta a quién tenés del otro lado y que habrá modos en que te va a entender y modos en que no. Son preceptos que uno necesariamente tiene que tener en cuenta para que esa comunicación se materialice.

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      -¿El fútbol y la literatura podrían llegan a ser también lugares de encuentro?

      -Es posible porque son juegos. Y el juego de por sí es una zona de encuentro, porque es una zona flexible, de límites imprecisos y de libertad. Los lugares flexibles dentro nuestro son los que más facilitan el encuentro.

      -En el libro hay una línea en la que Federico Benítez evoca la Guerra de Malvinas y la transición hacia la democracia en 1983. ¿Por qué hace esa elección?

      - Me gusta mezclar una dosis autobiográfica con una dosis de ficción. Me gusta esa mixtura. Esos chicos con 15 años en el ‘83, en una enorme escuela del Gran Buenos Aires, son la parte autobiográfica. Yo tenía 15 años en el 83 y cursaba tercer año en una enorme escuela del Gran Buenos Aires. Pero, además, me parece que fue un momento excepcionalmente fértil para pensar, no solo sobre el mundo de los adolescentes, sino sobre el mundo de los adultos.

      -¿Por qué?

      -Era interesante ver una sociedad que intentaba sintonizar con lo que venía, con el futuro y desprenderse de un pasado muy pesado. Pero esa transición no era sencilla ni fácil de hacer, contrariamente a lo que la sociedad argentina querrá recordar después, el tránsito a la democracia como un camino feliz simple, sin sobresaltos. La rémora de la dictadura estaba presente en las acciones ínfimas de cada persona. Los adultos de la escuela estaban llenos de eso y nosotros también lo estábamos. Entonces me interesaba ver precisamente, lo plagado de mínimos autoritarismos, rigideces, confusiones, que tuvo ese camino de transición. La transición democrática no fue -es mi recuerdo- un pasaje feliz de publicidad luminosa. No. Fue otra cosa mucho más ardua y me parece que es natural que haya sido de ese modo.

      -¿Qué rol jugaba el fútbol en ese momento? ¿Qué relación había con la política?

      -En un pasaje de la novela, Federico comenta que escuchan un cantito en la escuela: “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar” y uno de los personajes se refiere a que ese cantito lo escuchó en la cancha de Independiente -menciono Independiente por obvios motivos personales-. Recuerdo que las canchas fueron de los primeros lugares en los que se empezó a discutir la dictadura militar, porque en el anonimato y la masividad de la tribuna se podían cantar cosas contra el gobierno militar.

      "La transición democrática no fueun pasaje feliz de publicidad luminosa. No. Fue otra cosa mucho más ardua" Eduardo Sacheri

      -Lo que se armaba en la cancha...

      -Recuerdo ir mucho a la cancha y que, en los años 82 u 83, eran frecuentes los enfrentamientos entre las hinchadas y la Policía, entendiéndola como la autoridad gubernamental presente. No era el Ejército, no eran las Fuerzas Armadas sino la Policía. Recuerdo la actitud muy crispada que había entre los hinchas, a quienes uno podría entender como una encarnación de la sociedad civil, y la Policía, que encarnaba la autoridad gubernamental, de alguna manera. Como un pibe de 14 ó 15 años, el primer lugar donde vi desafiar la autoridad del régimen militar fue en las canchas de fútbol.

      -¿Y en su adolescencia?

      -Fue muy importante también para hacerme un sitio. No un sitio de liderazgo ni un sitio de brillo pero al menos un sitio de mínima aceptación. En una escuela enorme, defenderte jugando al fútbol te permitía tener un mínimo de aceptación, que era lo que buscábamos la mayoría. No quedar en la más fría de las soledades, con eso nos conformábamos casi todos. Bueno, por supuesto que también había líderes. Yo no lo era ni pretendía llegar a tanto. El fútbol era un refugio para evitar la intemperie, así que para mí cumplió ese rol sin duda.

      -¿En qué posición jugaba?

      -De arquero. Por eso la parte de Federico como arquero, más dotado para el sacrificio que para el talento. Me sentí muy identificado con él en eso. El puesto de arquero es un puesto de pura tensión y responsabilidad. La relación entre el esfuerzo y la gratificación dentro de los puestos de un equipo de fútbol donde más desequilibrado está es en ese puesto. Si sos arquero y todo sale bien pasás desapercibido y tus momentos de felicidad son demasiado escasos y tienen que ver con el riesgo que tu equipo corrió, no con las conquistas, no con la gloria, sino con los incendios que evitaste y nada más. Conservo por ese puesto un cariño enorme y una gran empatía por los arqueros en general. Todavía hoy miro sobre todo a los arqueros y no puedo evitar ponerme en su piel.

      "Más allá que constituya una herejía contradecir a Diego, yo creo que los arqueros son parte del fútbol, son absolutamente necesarios" Eduardo Sacheri

      -Maradona hizo muchas veces comentarios negativos sobre los arqueros y este último verano nos enteramos por un chat de Giannina Maradona que hasta un día no había podido dormir porque al nieto lo habían puesto en el arco. ¿Por qué decide poner al personaje principal en esa posición?

      -Más allá que constituya una herejía contradecir a Diego, yo creo que los arqueros son parte del fútbol, son absolutamente necesarios. Por supuesto a lo mejor los talentos del arquero no son los que se asocian en primera instancia con el fútbol, pero me permito una humildísima discrepancia con el más grande. Qué va a hacer, no se puede estar siempre de acuerdo. Todos tenemos una herejía. Esta es la mía.

      -¿El fútbol sirve para explicar el funcionamiento general del mundo?

      -Si aceptamos que es una explicación minúscula, provisoria y fugaz, sí. Pero esto que digo, lo digo de todo juego. Un grupo de chicos jugando a la escondida también. Digo: no solo el deporte. Pero, claro, como yo me crié jugando al fútbol, el juego que sé usar para explicar el mundo es el fútbol. Si me hubiera criado en Harlem, probablemente sería el básquet.

      -También hace participar a Eugenia, otro personaje, en el equipo de fútbol y ubica a una profesora como directora técnica. ¿Cómo ve hoy el escenario del fútbol y las mujeres?

      -Me alegra mucho que algo tan lindo como el fútbol -y no lo digo desde lo estético, lo digo desde lo emocional, lo grupal, lo lúdico- se abra a las chicas en Argentina. Aclaro "en Argentina" porque en otros lugares del mundo hace décadas y décadas que las chicas juegan al fútbol. Creo que hay un camino todavía para recorrer pensando en el fútbol más profesional y, como espectador, cuando uno mira fútbol desea ver un nivel técnico superlativo. Con el fútbol femenino profesional creo que todavía falta un camino. Seguramente las chicas que las ven a ellas y juegan desde chiquititas tendrán un despliegue, una destreza técnica que vuelva al fútbol femenino argentino un espectáculo que nos guste a todos. No es una crítica, sino es un "ojalá pronto".

      La llegada al público. Eduardo Sacheri con una lectora en 2019.La llegada al público. Eduardo Sacheri con una lectora en 2019.

      -La profesora Muzopapa le cambia la vida a Federico y a ese equipo. ¿Cómo cree que, como profesor, podría dejar una huella hoy en sus alumnos de secundario?

      -Mi intención todos los años es construir conocimiento desde el afecto. Y en eso que te acabo de decir hay dos conceptos: afecto, llevémonos bien, divirtámonos, registremos la especificidad de cada quien, que eso es apreciarse, y el otro concepto es conocimiento. Quiero decir: soy profesor de Historia, tenés que aprender Historia. Entonces ojalá cuando mis alumnos terminan el año que tienen conmigo se lleven una experiencia agradable de aprendizaje. Pero de aprendizaje. Creo que soy exigente, que requiero un esfuerzo de mis alumnos. Me parece que los alumnos aprenden de lo que te ven hacer, no de lo que te escuchan decir. Si te ven interesado, esforzado, atento, puntual, probablemente eso se refleje en que ellos hagan lo mismo.

      - ¿Quiénes fueron las personas que le cambiaron la vida?

      -En la secundaria tuve un par de profesores que fueron ese tipo de profesor que decís: “quiero tener su clase”. Vos cuando estás en la escuela no decís “Uy, me está cambiando la vida”. Pero decís “ah, viene Aguirre el de Literatura”. Y decís: “qué suerte que viene Aguirre, el de Literatura”. O viene Pardo, la de Educación Cívica. No solo profesores: siento que mi papá y mi mamá cada cual a su manera... Mi novia de quinto año, que es mi mujer, también me transformó la vida; hace 35 años que estamos juntos, indudablemente nos cambiamos la vida, porque nuestra vida hubiera sido otra si no nos hubiéramos encontrado y mantenido juntos.

      -¿Qué es lo más importante que le enseñó el fútbol?

      -A perder y a guardar las formas cuando te toca perder. No es que no te importe perder, creo que perder es la experiencia más atroz que nos endilga la vida. Aprender a, como dicen los españoles, no perder los papeles. Perder con cierta dosis de hidalguía. Y no estoy hablando del fútbol, cuando te toca perder profesionalmente, cuando te toca perder políticamente, cuando te toca perder laboralmente, cuando te toca perder afectivamente, esto de tolerar la enorme frustración que te genera me parece que es mucho más fácil aprenderlo jugando y después intentar transferir ese aprendizaje a las áreas que son mucho más importantes de tu vida.

      Eduardo Sacheri Básico

      • Eduardo Sacheri nació en Buenos Aires en 1967. Estudió Historia en la Universidad de Luján, donde obtuvo la Licenciatura.
      • En la actualidad, se desempeña como profesor de Historia en un colegio secundario, guionista y escritor.
      • Su novela La pregunta de sus ojos (2005) fue llevada al cine por Juan José Campanella como El secreto de sus ojos y ganó el Oscar a mejor película extranjera en 2010.
      • Papeles en el viento (2011) también tuvo su adaptación cinematográfica y Aráoz y la verdad (2008), su versión teatral.
      • En 2016, ganó el Premio Alfaguara por La noche de la Usina, llevada a la pantalla grande como La odisea de los giles, dirigida por Sebastián Borensztein.
      • Su novela Lo mucho que te amé se mantuvo en lo más alto del ranking de ventas desde su publicación, en 2019.
      • Su obra fue traducida a más de veinte idiomas.

      PK


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      María Belén Marinone Soriano
      María Belén Marinone Soriano

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