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      Feria del Libro 2018: recuerdos imborrables de escritores y editores

      Martín Caparrós, Ana María Shua, Guillermo Martínez, Daniel Divinsky y Enzo Maqueira evocan experiencias memorables.

      Feria del Libro 2018: recuerdos imborrables de escritores y editoresRecuerdos de la Feria del Libro: Martín Caparrós, Ana María Shua, Guillermo Martínez, Daniel Divinsky y Enzo Maqueira comparten sus experiencias.

      Este jueves 26 comienza una nueva edición -la número 44- de la Feria del Libro porteña, un acontecimiento cultural que se repite desde 1975.

      A lo largo de su historia, que atravesó tiempos de dictadura y democracia, quienes la visitaron conservan recuerdos imborrables.

      Aquí, escritores y editores comparten algunas de esas experiencias.

      Martín Caparrós recuerda la visita del mexicano Juan Rulfo. (EFE/Pablo Ramón)Martín Caparrós recuerda la visita del mexicano Juan Rulfo. (EFE/Pablo Ramón)

      Martín Caparrós, escritor

      El comedido señor Rulfo​ 

      El señor Juan Rulfo está en Buenos Aires, en un puesto de la Feria del Libro. La gente pasa y algunos se detienen. Lo reconocen y le piden un autógrafo: “Es para mi hermana, sabe”. El señor Rulfo lo borda con letra trabajosa. O le hablan de las cosas más diversas, que él soporta con paciencia tímida. De Borges, él dirá: “Sí, me gusta mucho”; de la deuda externa: “Nosotros también la tenemos: lo que hay que hacer es declararse insolventes y que nos busquen, nomás”; de la caída del imperio colonial español (y le brillan por un momento los ojitos opacos): “Todos los grandes imperios caen, ahorita falta solamente el de Ronald Reagan, pues”. El señor Rulfo escucha, escucha, murmura –el primer nombre de la nouvelle Pedro Páramo era Los murmullos–, hasta que llega alguien que le dice que Manuel Mujica Lainez está firmando libros acá cerca, si no querría ir a conocerlo. “No, gracias –dice el señor Rulfo–, ahorita estoy mirando libros”. 

      El mexicano Juan Rulfo, una visita de lujo.El mexicano Juan Rulfo, una visita de lujo.

      “¿Tal vez más tarde?”. “Tal vez”. 

      Y se calla: sus silencios a veces se llenan de ironía, son filosos. 

      Alguien le pregunta si no le interesa conocer a Mujica: mirada socarrona. Pocos minutos más tarde aparece el prestigioso polígrafo nativo, su bastón en ristre: “No quería dejar pasar esta oportunidad de decirle que lo considero el más grande escritor de América latina”, dice Mujica Lainez. “Gracias - dice el señor Rulfo-; igualmente”. 


      Ana María Shua evoca el día que, en 1984, cantó en la feria Silvio Rodríguez.Ana María Shua evoca el día que, en 1984, cantó en la feria Silvio Rodríguez.

      Ana María Shua, cuentista

      Con Silvio Rodríguez, algo personal

      Uno iba haciéndose ilusiones y perdiéndolas al correr de las Ferias. En 1984, uno de los primeros años, cuando acababa de salir Los amores de Laurita, tenía un éxito enorme, yo llego y veo un gentío tremendo. Pensé que venían a verme a mí. Pero no, es que tocaba el cubano Silvio Rodríguez; era todo el público para su recital.

      Pocos años después, yo creía haberlo visto todo ya... cuando al final de una presentación, se me acerca una señora del público muy emocionada. Pensé que era una oportunidad inmejorable y le ofrecí un ejemplar. Pero ella me respondió: “No, disculpe; a mí me gusta escuchar a los escritores por TV pero no suelo leerlos.” También recuerdo las visitas del chileno José Donoso cada año. Yo le tenía una admiración tremenda, así que me acercaba a él hasta quedarme al lado, mirándolo muda, con respeto. Hasta que una vez se me acercó él y me empezó a hablar. Puede ser que me recordara del año anterior. Es que todavía no sabíamos que la Feria no era para autores como él, aunque se tratara de uno de los grandes del boom no era popular. En los 80, también se podía ver sin público al poeta Alberto Girri y a Bioy Casares. Hoy los poetas ya han desistido; pero entonces aún probaban suerte en la Feria.  

      Guillermo Martínez comparte su experiencia con el público durante la presentación de un libro (Foto: Juan Manuel Foglia).Guillermo Martínez comparte su experiencia con el público durante la presentación de un libro (Foto: Juan Manuel Foglia).

      Guillermo Martínez, narrador

      ​El rebelde más manso del mundo

      Hace unos años presentábamos con Gustavo Piñeiro nuestro libro Gödel (para todos) junto al ex rector de la UBA Guillermo Jaim Etcheverry. Apenas mencioné en mi introducción el nombre de Gödel, escuché que me interrumpían airadamente desde una de las sillas. Vi a un hombre de unos sesenta años que protestaba porque yo no había dado ningún dato biográfico sobre Gödel. Traté de explicarle que nuestro libro no era una biografía pero esto pareció indignarlo más, y pasó sin transición a increpar directamente a Jaim Etcheverry, por supuestas cuestiones pendientes durante su gestión. Cuando la gente trató de acallarlo empezó a gritar más alto, alegando (por supuesto) que estábamos en una democracia. Alguien de seguridad se acercó entonces a la silla, pero el hombre lo miró con sorna y desprecio y le dijo: “Qué, ¿usted me va a impedir que hable?” Tenía, a su modo, razón, y habíamos llegado al grado cero de perplejidad en que se desnuda la ineficacia de los símbolos de autoridad y se quiebra la capita de civilización.


      Mirá también

      Había dos opciones: o lo sacábamos a la rastra o debíamos resignarnos a que la presentación había terminado. Pero entonces abrió la puerta de la sala una señora también mayor, que seguramente había ido al baño durante el episodio, y al ver al guarda junto a su marido, comprendió todo en un momento. La vimos avanzar con pasitos rápidos por el pasillo de alfombra e inclinarse para decirle algo al oído. El hombre bajó de inmediato la cabeza, tomó mansamente la mano que ella le tendía y se fueron caminando sin decir palabra. Algunas veces traté de imaginar cuál habría sido la palabra mágica, la contraseña. Quizá que era la hora de tomar la leche. O quizá, que se les hacía tarde para ir a sabotear la presentación de otro libro. 

      Daniel Divinsky y "el lado oscuro" de la feria. (Foto: Lucía Merle).Daniel Divinsky y "el lado oscuro" de la feria. (Foto: Lucía Merle).

      Daniel Divinsky, editor  

      Vade retro a los censores ​ 

      La Feria, un acontecimiento para la cultura y la gente que ama leer, también tiene su lado oscuro: desde el año siguiente a su nacimiento hasta bien entrada la restauración democrática, estuvo signada por la censura y la militarización. El hecho de que su creador hubiera sido profesor del Colegio Militar, le impuso a la Feria un reglamentarismo difuso y absurdo que cuadraba con el estado de la conciencia social. 

      Después del golpe del 76, personajes de abrigos largos recorrieron los pasillos censurando libros antes de la apertura; también se clausuró Siglo XXI y se detuvo a sus directivos. 

      Ya en plena democracia, bajo la presidencia de Menem, el gobierno teocrático de Irán exigió que no se exhibiera Versos satánicos, de Salman Rushdie, sujeto a la fatwa. De hacerlo, ese país suspendería importantes compras de arroz a la Argentina. El gobierno se hizo eco de ese reclamo pero, felizmente, los expositores no: desafiante, el libro se exhibió en muchos stands. 

      En el discurso inaugural de 1985, quien presidía la Fundación El Libro, también directivo de Emecé, repasó las pasadas ediciones sin mencionar que durante muchas hubo escritores, editores y libreros asesinados, desaparecidos, presos o prohibidos por la dictadura. Indignado, le pedí explicaciones: arguyó que, como Brigadier retirado, no podía referirse a temas que rozaban a la institución a la que debía lealtad. 

      Siempre es una alegría entrar a los pabellones feriales con la expectativa de encontrar el libro que nos estaba buscando. Pero en momentos en que las tendencias autoritarias parecen rebrotar en la sociedad y la cultura argentinas, conviene no olvidarse de estas historias, para estar atentos a toda posible restricción a las libertades públicas.

      Cristina Piña

      De copas con Doris Lessing​

      La Feria del libro fue, durante años, una segunda casa para mí: cursos, actos, mesas redondas, escritores extraordinarios de aquí y de allá que conocí y entrevisté para La Gaceta de Tucumán, medio para el cual la cubrí varios años con el aliciente, encima, de ganar algunos premios por nota gráfica.

      Son muchas las anécdotas, pero cuento sólo dos por la categoría literaria y humana de los escritores: Doris Lessing e Isidoro “Ike” Blaisten.

      Nunca olvidaré lo que la narradora inglesa me dijo en medio de la entrevista –pero fuera de ella por los scotches que nos estábamos tomando-: “Mi querida, lo que nos hace falta a nosotras, las feministas, es tener una esposa (wife) –alquilada si somos inveteradamente hetero as it’s our case (como vos y yo)- que se ocupe de nosotras.” Con el inolvidable Ike, tanto charlamos para preparar la entrevista en el bar de la esquina de casa, que apareció mi hija de 12 años asustadísima porque yo le había dicho que volvía dos horas antes… Ike la invitó a una Coca.

      Cristina Piña

      Enzo Maqueira no olvida sus encuentros con Borges y Bioy (Foto: Fernando de la Orden).Enzo Maqueira no olvida sus encuentros con Borges y Bioy (Foto: Fernando de la Orden).

      Enzo Maqueira 

      ​En memoria de Bioy 

      Recuerdo cuando era chico y veía a Borges, sentado, firmando sus libros. Había una persona al lado que le ponía el libro entre las manos, le daba la lapicera y le indicaba dónde firmar. Yo tenía ocho o nueve años. Sabía quién era Borges. Por supuesto que no lo había leído. Verlo era ver a un escritor. La idea que yo tenía -y que creo que tenemos muchos todavía- sobre lo que representa un escritor. También me acuerdo las charlas entre Bioy Casares y mi mamá. Yo iba siempre a la Feria con ella. Le gustaba hacerse firmar los libros y se quedaba charlando. Mi mamá debe haberle metido ficha, porque tengo El héroe de las mujeres dedicado “A Enzo, con el deseo de que sea un escritor”. Es de 1987. Yo tenía diez años. 

      En 1997 entrevisté a Bioy para un diario de la universidad y le pedí una nueva dedicatoria en el mismo ejemplar. La letra era imprecisa, destartalada, la letra de un hombre en sus últimos años: 'Con el placer de volver a verlo', escribió.   

      Jorge Luis Borges firma libros en la edicion de 1978.Jorge Luis Borges firma libros en la edicion de 1978.

      Sobre la firma

      Verónica Abdala
      Verónica Abdala

      vabdala@agea.com.ar

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