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      Una fúnebre escultura de Miguel Ángel vuelve a la vida

      La restauración de una estatua que el artista creó para su propia tumba arroja luz sobre la psicología del anciano maestro renacentista.

      Una fúnebre escultura de Miguel Ángel vuelve a la vidaPaola Rosa, izquierda, y Emanuela Peiretti, restaurando una Piedad tardía de Miguel Ángel en el Museo de la Ópera del Duomo en Florencia, Italia. Foto Opera di Santa Maria del Fiore; Claudio Giovannini/ NYT

      Miguel Ángel era anciano cuando comenzó a trabajar en una escultura que imaginó para el altar de su propia tumba: se trataba de una Piedad de mármol que representaba a Jesús sostenido por la Virgen María, Santa María Magdalena y el fariseo Nicodemo, cuyo rostro es un autorretrato apenas tallado del viejo artista.

      Miguel Ángel trabajó en el proyecto entre 1547 y 1555, cuando tenía más de 70 años, y fue una obra difícil desde el principio. Su amigo y biógrafo Giorgio Vasari escribió que el bloque de mármol era defectuoso y estaba lleno de impurezas y que "el cincel sacaba a menudo chispas de él". Miguel Ángel se irritó y acabó abandonando la obra, y Vasari escribió que Miguel Ángel intentó destruirla.

      Pero la escultura sobrevivió y la semana pasada la Piedad fue aclamada públicamente aquí tras su primera restauración importante en casi 470 años.

      Monseñor Timothy Verdon, director del Museo de las Obras de Arte del Duomo, que alberga la estatua desde hace 40 años, dijo: "Esta es la obra más personal de Miguel Ángel, no sólo porque incluye su autorretrato y estaba destinada a su tumba, sino también porque expresa la atormentada relación que tenía con el mármol".

      Un análisis del mármol durante la restauración reveló que no procedía de Carrara, la cantera a la que acudía Miguel Ángel en la Toscana, como se había supuesto, sino de las canteras de Seravezza, a unos 15 kilómetros de distancia.

      Un tramo de la Piedad antes de que comenzara la restauración en 2019. La escultura había sido alterada cuando se hizo un molde de yeso en el siglo XIX. Foto Opera di Santa Maria del Fiore; Alena Fialová / NYTUn tramo de la Piedad antes de que comenzara la restauración en 2019. La escultura había sido alterada cuando se hizo un molde de yeso en el siglo XIX. Foto Opera di Santa Maria del Fiore; Alena Fialová / NYT

      Los restauradores también vieron con sus propios ojos por qué Miguel Ángel podría haber dejado la obra inconclusa. El mármol es imperfecto, no tiene un color uniforme en todo el bloque y contiene restos de pirita, un mineral sulfurado que reacciona con el metal, lo que explicaría por qué saltaban chispas cuando Miguel Ángel martilleaba.

      El bloque de mármol también reveló fracturas y grietas diminutas que no eran necesariamente visibles cuando Miguel Ángel comenzó a esculpir, pero que se rompían fácilmente al ser golpeadas. Una de esas fracturas pudo sorprender a Miguel Ángel mientras esculpía el brazo izquierdo de Cristo y la Virgen María: un defecto tan insalvable que Miguel Ángel pudo verse obligado a abandonar el proyecto.

      "Se encontró con la fractura; es posible que tratara de trabajar en torno a ella, pero en este caso no pudo hacer gran cosa", afirma Paola Rosa, restauradora jefa del proyecto.

      El mismo tramo, restaurado. Foto Opera di Santa Maria del Fiore; Alena Fialová / NYTEl mismo tramo, restaurado. Foto Opera di Santa Maria del Fiore; Alena Fialová / NYT

      Problemas de conservación

      Después de que decidiera abandonarla, Miguel Ángel regaló la escultura a su sirviente Antonio da Casteldurante, quien se la confió a Tiberio Calcagni, uno de los alumnos y ocasional colaborador de Miguel Ángel, que retocó la estatua hasta dejarla en el estado semiacabado en que se encuentra ahora.

      Hacia 1560, la obra fue vendida al banquero Francesco Bandini y pasó a ser conocida como la Piedad de Bandini. Fue trasladada de Roma a Florencia, donde se la instaló detrás del altar mayor de la catedral de la ciudad, debajo de grandes candelabros, cuyas velas, al gotear, dejaron marcas en el mármol.

      Pero fue el molde de yeso tomado de la estatua en 1882 lo que la modificó de manera más significativa. La estatua no fue bien limpiada después del molde, lo que la dejó blanca y reseca. Los custodios de la catedral en esa época decidieron aplicar una capa de cera de color ámbar, que se reaplicó a lo largo de las décadas especialmente en las zonas más expuestas.

      La cera envejeció y el estuco y otros materiales -utilizados para unir algunos trozos que se habían desprendido- se oxidaron, por lo que la escultura se manchó.

      "Bromeábamos diciendo que parecía un dálmata", dijo Rosa.

      Quitar las capas de cera y suciedad había devuelto "la idea original de Miguel Ángel de la escultura", dijo Rosa, la restauradora principal. Foto Opera di Santa Maria del Fiore; Claudio Giovannini / NYTQuitar las capas de cera y suciedad había devuelto "la idea original de Miguel Ángel de la escultura", dijo Rosa, la restauradora principal. Foto Opera di Santa Maria del Fiore; Claudio Giovannini / NYT

      La restauración actual comenzó en 2019 y se llevó a cabo en un laboratorio de restauración abierto ubicado en el Museo de las Obras de Arte del Duomo, la institución que posee y, desde hace 700 años, supervisa el mantenimiento de la catedral de Florencia y otros edificios.

      Allí, los visitantes podían ver a Rosa y su equipo trabajar en la escultura (cuando el museo no estaba cerrado por el coronavirus).

      La eliminación de las capas de cera y suciedad había permitido recuperar "la idea original de Miguel Ángel sobre la escultura", dijo Rosa en una entrevista la semana pasada, añadiendo que fue un "trabajo minucioso".

      Rosa ha restaurado varias esculturas de Miguel Ángel en Florencia, entre ellas el famoso David de la Galería de la Academia, así como el llamado "Pitti Tondo" y un busto de Bruto, ambos en el Museo del Bargello de la ciudad.

      "La primera vez que puse mis manos en Miguel Ángel tenía 40 años, ahora tengo 62", dijo Rosa, con la voz quebrada por la emoción. "Es tan conmovedor, tan particular, y todavía no considero que lo conozca", agregó. "Con unos pocos golpes de escalpelo es capaz de hacer cosas increíbles".

      El Museo de las Obras de Arte del Duomo alberga una de las mejores colecciones de Italia de escultura tardomedieval y renacentista, y unas 600 estatuas fueron restauradas cuando el museo cerró para una remodelación, reabriendo en 2015.

      "Básicamente habíamos contratado a todos los restauradores de renombre del centro de Italia por un período de dos años para que hicieran esta guerra relámpago contra la suciedad de nuestras estatuas", dijo Verdon, director del museo.

      La Piedad fue la única obra importante que no se restauró en ese momento, porque requería "experiencia y tiempo", y daría al museo una nueva oportunidad de mostrar su colección más adelante, dijo Verdon en una conferencia de prensa el viernes.

      Antonio Natali, miembro del consejo de administración del museo, dijo en una entrevista que, aunque otra Piedad de Miguel Ángel era más famosa –la creada para la Basílica de San Pedro de Roma cuando el artista tenía 24 años– la obra recién restaurada era "la más conmovedora de todas".

      Esta Piedad fue también una de las obras más atormentadas de Miguel Ángel. Al esculpirla, meditó sobre su propia muerte, aun cuando le preocupaba que el mármol -un material que dominaba- no obedeciera a su cincel.

      En su biografía de Miguel Ángel, Vasari escribió que una noche visitó al artista a altas horas de la noche y lo encontró trabajando en la escultura, "tratando de hacer cambios" en una de las piernas de la figura de Cristo. Al ver a Vasari observando, "Miguel Ángel dejó caer el farol que tenía en la mano, dejándonos en la oscuridad", para evitar que Vasari la viera.

      Miguel Ángel dijo entonces a Vasari: "Soy tan viejo que la muerte me tira a menudo de la capa para que la acompañe, y un día, al igual que este farol, mi cuerpo caerá y la luz de la vida se apagará".

      The New York Times - Desde Florencia, Italia

      Traducción: Elisa Carnelli

      PC​


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      Elisabetta Povoledo

      The New York Times

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