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      Instrucciones para celebrar el cumpleaños de Julio Cortázar

      ¿Se le puede decir "Feliz cumpleaños" a alguien que está muerto? Un recorrido por la vida del gran escritor, que demuestra por qué sí.

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      ¿Se le puede decir “Feliz cumpleaños” a alguien que está muerto? Un recorrido por la vida del gran escritor, que demuestra por qué sí.

      Instrucciones para celebrar el cumpleaños de alguien que murió hace 36 años. Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete su celular con una mano, tome con sus dedos las teclas, presiónelas suavemente. Ahora se abre otro plazo, las fotos acompañadas de frases entrecomilladas se despliegan por las redes sociales, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan las felicitaciones, en presente, por cumplir un año más de vida. A un muerto.

      Se puede conmemorar el aniversario del nacimiento, pero decir “feliz cumpleaños” a alguien que no vive es un oxímoron. Y allá en el fondo está la muerte, que fue un 12 de febrero de 1984, pero ya no importa porque cada 26 de agosto hay que volver a celebrar que en 1914 Julio Cortázar llegó al mundo. Nació en Bruselas, creció en Buenos Aires, vivió en París, está enterrado en el cementerio de Montparnasse y era argentino.

      “Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices (…). Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa (…) Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. (…) No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”, escribió en el Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj.

      Cortázar solía decir que empezaba sus cuentos sin saber adónde iba. No le creas" Abelardo Castillo

      Cortázar fue (es) uno de los autores más innovadores y originales que hubo (hay). Sin conjugación de tiempo para él. Fue precursor de un estilo de novela que inauguró en en español una forma de hacer literatura. Exterminador de moldes clásicos, rompió relojes para montar y desmontar –por ejemplo con su célebre Rayuela– historias que le escapan a la linealidad temporal. También fue un maestro del relato corto. En sus cuentos examinó hasta el absurdo más realista las facetas enigmáticas de lo cotidiano.

      En sus Mínimas para escritores, Abelardo Castillo lo nombra dos veces como ejemplo. Una: “Los cuentistas afirman que el cuento es el género más difícil. Tampoco les creas. Solo es más corto. El cuento es difícil únicamente para aquellos que nunca deberían intentarlo. Para Poe era facilísimo, para Cortázar, Chéjov o Hemingway también”. Otra: “Cortázar solía decir que empezaba sus cuentos sin saber adónde iba. No le creas. En sus mejores cuentos lo sabía perfectamente, aunque no supiera que lo sabía”.

      Degenerado

      Es un resumen acertado del todo que fue Cortázar. Se lo encasilla como autor de la narrativa fantástica latinoamericana, pero en realidad no tiene género, o es un degenerado, en el mejor sentido. Su rasgo distintivo es la mezcla de elementos, la experimentación y la búsqueda siempre en favor de lo que quiere generar en sus textos. Así creó su estilo. Irrepetible.

      A la distancia, mucha gente puede tener prejuicios con Cortázar. Cuando es positivo, siguen por la vida preguntándose si encontraría a la Maga (la pregunta que abre Rayuela). Desde lo negativo, como su lectura suele ser iniciática, en varios casos lo sienten ingenuo. También están quienes ni le dan chance, suena raro eso de 62 modelo para armar (otro de sus libros) y no aceptan bajo ningún concepto ese desorden de trama. Hay que tomar distancia para que lo extraño cobre sentido. Y para lograr eso, paradójicamente, el procedimiento adecuado es mirar de cerca. Entonces sí, el velo se cae y de pronto se puede ver con claridad.

      Julio Cortázar. Un apasionado del jazzJulio Cortázar. Un apasionado del jazz

      Lo que hay para mirar es inmenso. A Cortázar no se lo termina de asociar con la ciencia ficción, aunque en muchos casos es posible leerse dese ahí. Un ejemplo es su famoso relato La autopista del sur, en donde un atasco inmoviliza el tráfico en una ruta y los protagonistas pasan un invierno en sus coches sin poder moverse más que unos metros. También tiene cuentos que podrían ser de horror, como La escuela de noche, con ritos y sectas; Verano, donde una nena es un ser extraño cuando se va el día; El otro cielo, con un asesino serial; o La puerta condenada, que es casi directamente una leyenda urbana.

      La inspiración y génesis de Casa tomada es, sin dudas, La caída de la casa Usher, de Edgar Allan Poe, de quien Cortázar no solo era fanático desde niño, sino que fue su traductor. También están sus cronopios, a quienes describe como “un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas”. Él mismo era un poco así, o sea que hacía la tan en boga literatura del yo. Pero no. En realidad era un alquimista capaz de conjurar las cosas necesarias para lograr su enrarecimiento realista, esa marca irrepetible que hay en toda su obra.

      En sus Diarios, Abelardo Castillo cuenta que lo conoció en 1973. Un día, de la nada, Cortázar lo llamó por teléfono y se terminó invitando a su casa, donde vivía con su pareja, la escritora y ensayista Sylvia Iparraguirre. Dice: “Estábamos oyendo jazz, a Charlie Parker, pero por pura casualidad. La radio del escritorio estaba prendida, no era un disco nuestro. Él dijo: ‘Qué linda música’, como si nos agradeciera algo. Yo le dije que no, que no era una grabación nuestra, era algo mucho más extraordinario. Era la radio, como si la radio, cuando él entró, se hubiera puesto a tocar por su cuenta el saxo de Charlie Parker. No le pareció asombroso, más bien le pareció natural. En su literatura se nota que estos pequeños milagros le parecían naturales”.

      Alcanza con ver sus fotos para entender la multiplicidad de Cortázar. La primera que viene a la mente es la clásica de Sara Facio, en la que está joven, serio, con su cigarrillo colgando de la boca. Y el álbum de imágenes de Coco, así lo llamaba su familia, sigue con un laberinto que lo muestra sonriéndole a un gato que lo mira por la ventana, con gato en el hombro, con un gato a upa, al lado de un gato o dándole de comer de su pote de yogurt a un gato (sí, amaba a los gatos). También hay capturas de él flaquísimo y con barba, muchas con pipa, a veces detrás de unos anteojos de marco grueso, algunas con mirada triste.

      La famosa foto. El retrato de Sara Facio se expuso en la Biblioteca Nacional en 2014. Foto EFELa famosa foto. El retrato de Sara Facio se expuso en la Biblioteca Nacional en 2014. Foto EFE

      Siempre estrambótico, como su cara de niño eterna. Y su voz grabada leyendo textos, rotando la erre sin pudor de defecto, con su gangoseo que pronunciaba la “r” a la francesa. Tierno hasta desarmar un muro de granito, bicho, bicho, que le escribió a su amiga Alejandra Pizarnik, después de su suicidio: “Amabas, esas cosas nimias/ aboli bibelot d’inanité sonore/ las gomas y los sobres/ una papelería de juguete/ el estuche de lápices/ los cuadernos rayados”.

      En el cuento Muchacha Punk, de Fogwill, el narrador dice: “Revisé los libros que se apilaban en la mesa de luz del cuarto de la hermana (lee mi Muchacha Punk). ¡Buenos libros! Blake, Woolf, Sollers: buena literatura. ¡Cortázar en inglés! (¡Hay que ver en una de esas casas señoriales lo que parece el finado Cortázar puesto en inglés!) Había manuales de física y muchos números de revistas de ciencias naturales y de Teoría de los Sistemas”.

      Rayuela. Su obra más recordada y discutida. Foto EFERayuela. Su obra más recordada y discutida. Foto EFE

      A Cortázar le queda bien estar ahí, en un menjunje aparentemente imposible. Le interesaba la astrología y lo espiritual, pero también era un lector asiduo de los textos de divulgación científica. De alguna manera, se la pasó, a lo largo de su obra, mezclando esos dos mundos opuestos, como si quisiera conciliarlos.

      El relato El perseguidor narra la historia de un músico de jazz, Johnny Carter, que ensimismado por el descubrimiento de la elasticidad del tiempo olvida su saxo en un vagón del metro de París, Cortázar juega con la esencia de las leyes físicas y las mezcla con lo místico. El tiempo pasa a ser algo que el protagonista pierde, entonces ya no existe. Y otra vez, como en sus Instrucciones para dar cuerda al reloj, es la persona la que hace existir al tiempo, solo por tenerlo.

      Así que bueno, en este caso está bien desearle feliz cumple aunque este muerto. Son 106 años. Va un ¡enhorabuena! Para él. O para su reloj.


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      PK


      Sobre la firma

      Daniela Pasik

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