Noticias hoy
    En vivo

      Juan José Becerra: “Las derrotas tienen mucha onda, en el piso siempre se aprende algo”

      "Amor", su nueva novela, se sitúa en el año 2123 y el amor, en tanto afecto humano, ha desaparecido.

      Juan José Becerra: "Las derrotas tienen mucha onda, en el piso siempre se aprende algo"El escritor Juan José Becerra. Foto Gentileza Editorial Planeta

      Todo empieza con Juan José Becerra como compilador, en unas notas escritas en Junín, en marzo de 2123. Allí, el narrador-compilador dice: “El amor fue un afecto humano muy extendido hasta las primeras décadas del siglo XXI”.

      Luego narra el proceso de su ocaso, que hasta incluye una transformación en el significado de la palabra amor, tildado por los dueños del lenguaje como un “adjetivo inespecífico”. Casi en una tarea arqueológica, el compilador rastrea casos resonantes de cuando el amor existió sobre la tierra.

      Encuentra, entonces, el de Quiroga-Castillo como resultado de una “literatura de reunión” compuesta con materiales de diversas épocas. Y se topa con el texto "Otra novela de amor", de un tal Julián Basualdo, escritor olvidado fallecido en un accidente, que trata sobre la historia de dos personas que vivieron en la Argentina entre los siglos XX y XXI: Ana Quiroga, llamada en la ficción China del Río; y Antonio Castillo, en la ficción Marcial Ledesma.

      Desmesurada, una maquinaria narrativa al estilo de Roberto Bolaño, tan inesperada en sus formas como sardónica y entretenida en sus contenidos, Amor es la nueva novela del escritor Juan José Becerra, que charló con Clarín Cultura. 

      "Amor", de Juan José Becerra (Seix Barral, $7.200 papel; $2.000 ebook)."Amor", de Juan José Becerra (Seix Barral, $7.200 papel; $2.000 ebook).

      Con temporalidades mezcladas, que van del 2017 al 2056, del 2023 al 2123, suerte de novela dentro de novela, el rompecabezas de Becerra se encarna como un sistema de representación que bordea el absurdo, lo real y lo delirante –algo constante, por otro lado, en su obra–, una boutade entre pasado, presente y futuro.

      El autor de El espectáculo del tiempo, El artista más grande del mundo, ¡Felicidades! y Toda la verdad, entre otras novelas, vuelve a creer en la pasión de la literatura en un mundo donde la locura parece la única posibilidad de refugio, un deseo que estalla los sentidos y pone al amor –y su reconstrucción narrativa, porque no existe el amor si no se lo cuenta– como la única experiencia de eternidad al alcance de la pequeñez humana.

      –¿Por qué elegir el amor como tema? ¿Qué te llevó a proclamar su extinción en un futuro para ir casi desesperadamente a su rescate?

      –No sé nada del amor, por eso escribo sobre el amor. Pero mi impresión es que es un tema universal de orden secundario. Digamos que es el epifenómeno del verdadero gran tema universal, el único del que no se sabe nada de nada, y que es el tiempo.

      La relación de fuerzas entre el amor y el tiempo, como la que hay entre la existencia y el tiempo, es tan desigual que me parece comprensible la tendencia humana a darle al amor un estatus de milagro cuando aparece para neutralizar momentáneamente las fuerzas oscuras del transcurrir.

      Es un consuelo que tiene algo de droga alucinógena, y supongo que esa es su gracia y la causa de su vigencia. Es de las drogas que pegan, que hacen otra realidad. Pero pronosticar su desaparición es medio un número cantado. ¿Qué no va a desaparecer?

      Becerra: "No sé nada del amor, por eso escribo sobre el amor". Foto EFE/ Andreu DalmauBecerra: "No sé nada del amor, por eso escribo sobre el amor". Foto EFE/ Andreu Dalmau

      –En la novela hay una polifonía que hasta te incluye como compilador. Personajes, géneros (entrevista, ensayo, diario íntimo) y otras voces que dan cuenta de derivas en el tiempo. Has dicho que te gusta perder el control y dejar correr la escritura. ¿Por qué?

      –Porque quizás yo crea que dejar correr la escritura es una actitud menos policial que hacerla correr como si la empujara, y es menos autoral. Si al escribir disminuyen las proporciones de autoridad, aumentan automáticamente las de libertad, aunque eso sólo suceda en términos de ilusión.

      Además, me cuesta admitir que los pormenores de un hecho, de la naturaleza que sean, sucedan en un mismo nivel, se encuadren en un determinado régimen, progresen y estén obligados a hacerse entender como un discurso.

      Tengo la sospecha de que el principio de identidad de la literatura está en la impureza, en la inestabilidad, en el desborde. Es una fuerza negativa, y lo mejor que se puede hacer con ella es dejar que se manifieste sin vigilancia para ver si es capaz de decir algo que todavía no se dijo.

      Por lo tanto, perder la voz dominante, caer en el error y en la contradicción, asumir la vergüenza de ser un hombre, no comerme el viaje del “escritor” y despreocuparme del control de calidad de “lo literario” me parecen renuncias acordes a lo único que me corresponde hacer cuando escribo, y que es ejecutar un capricho que no tiene sentido para nadie, ni siquiera para mí.

      Creo que el que escribe lo hace para imponer algo que él mismo desconoce. El resultado siempre es fallido, pero las derrotas tienen mucha onda porque el primero que cae en la batalla es uno, y en el piso siempre se aprende algo.

      –Está la cuestión también de prescindir de los historiadores, parece alcanzar con citar un caso, un ejemplo. Está el tema de la verdad, de cómo reconstruir los hechos. ¿Qué poder tiene esa “literatura de reunión” que hacés como compilador con materiales de diversas épocas?

      –Si trato de entender lo que hice, lo primero que parece decir la “literatura de reunión” es que cualquiera está en condiciones de reunirla porque ya está hecha. En ese futuro imaginado del siglo XXII no habrá autores sino recolectores y montajistas de literatura ajena.

      En eso, la literatura seguirá siendo un ready made, como siempre, pese que hasta ahora la historia de la literatura es la de sus autores. La única novedad será el pudor a firmarla. Pero no creo que aspire al relato total sino a deducir una totalidad a través de un caso. La literatura nació para dar fe de las experiencias perdidas. Para dar fe de las generalidades están las enciclopedias.

      –Hay, también, una parodia de casi todos los géneros (ensayo, no ficción, poesía, novela) algo que parece encontrar su potencia cuando aparecen dos personajes como China y Marcial. ¿Es, de algún modo, un alegato contra la trama como lo esperable de un texto?

      –La dinámica de los hechos se caracteriza por su volatilidad, y la última literatura moderna, que tiene más de cien años, registró tarde pero bien ese fenómeno. Que todavía se insista en diseñar y sostener estructuras, como si la literatura fuese una ingeniería civil, es muy extraño.

      Hay todavía demasiada literatura premoderna, por no decir precervantina. Prefiero que las historias interrumpan el proceso hacia su triste destino de producto terminado y se descompongan por el camino. Es un modo de vincularlas seriamente con el tembladeral de la vida, y de recortar sus artificios duros por otros más blandos y más afines a la naturaleza humana.

      Juan José Becerra: "No sé por qué hago literatura". Foto Gentileza Editorial PlanetaJuan José Becerra: "No sé por qué hago literatura". Foto Gentileza Editorial Planeta

      –Por último, aparece el tema de la escritura y sus vaivenes. Al final, se dicen cosas como "solo escribo cuando tengo ganas" o "escribo sin ajustarme a ningún criterio..."…

      –Esas son cosas del personaje que cuenta la mayor parte de la historia. Para mi gusto es bastante hinchapelotas. Pero mi deseo es escribir, y eso hace que me olvide de dónde estoy y quién soy cuando lo hago. Es la despreocupación total.

      –Solés escribir en el periodismo de diversos temas, desde un partido de fútbol a una película. ¿Cómo diferenciás la escritura de no ficción y de ficción en tus oficios como narrador, y, por otro lado, de dónde irrumpe tamaña curiosidad por mundos tan diferentes?

      –Todo lo que no sea literatura lo hago por plata. Así es la vida del pobre. Mientras que a la literatura, de la que soy su financista, no sé por qué la hago. No sé cómo ni por qué entré ahí, ni por qué reincido desde hace tantos años y nunca se me ocurrió salir. Creo que porque creí que era un deseo de cumplimiento fácil.

      No me hacía falta saber ni tener nada para escribir un libro. El deseo sigue, pero su cumplimiento es imposible porque nadie sabe qué desea la literatura. Y, además, empiezo a comprobar que una actividad basada en el lenguaje no te lleva a ningún lado. Desde hace un tiempo siento esa impotencia. ¿Para qué escribir? ¿Qué gano? Pero como aun en el sinsentido sigo escribiendo, la pregunta menos punk que me hago ahora es: ¿por qué no?, si no pierdo nada…

      Becerra Básico

      • Nació en Junín en 1965, es autor de los ensayos Grasa (Planeta, 2007), La vaca. Viaje a la pampa carnívora (2007), Patriotas (Planeta, 2009), Fenómenos argentinos (Planeta, 2018); y de los relatos de Dos cuentos vulgares (2012).
      • Las novelas Santo (1994), Atlántida (2001), Miles de años (Emecé, 2004), Toda la verdad (Seix Barral, 2010), La interpretación de un libro (2012), El espectáculo del tiempo (Seix Barral, 2015), El artista más grande del mundo (Seix Barral, 2017) y ¡Felicidades! (Seix Barral, 2019).

      PC


      Sobre la firma

      Juan Manuel Mannarino

      Bio completa