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      Martín Caparrós: “Lo más notorio del mundo actual son las desigualdades”

      • El gran cronista presenta aquí su nueva obra El mundo entonces, una historia del presente.
      • Cada capítulo fue apareciendo en el diario El País, antes de volverse libro."
      • ¿Cómo fue que 15 millones de personas pensaron que un señor que recibe instrucciones en su perro muerto puede ser su presidente?", se pregunta.

      Martín Caparrós: "Lo más notorio del mundo actual son las desigualdades"El cronista Martín Caparrós en Zaragoza a fines del año pasado. EFE/Javier Cebollada

      Martín Caparrós, que suele ser seducido por los grandes temas –Ñamérica (2021), notable ensayo sobre América Latina, es uno de sus trabajos recientes– decidió esta vez establecer una toma de distancia ficcional. Se imaginó a una historiadora del siglo XXII que debía escribir un manual de historia sobre el siglo XXI. Así surge El mundo entonces, una historia del presente, publicado primero por entregas en el diario El País, que llega a librerías argentinas en marzo.

      El cronista Martín Caparrós en Zaragoza a fines del año pasado. EFE/Javier CebolladaEl cronista Martín Caparrós en Zaragoza a fines del año pasado. EFE/Javier Cebollada

      Vestido con polera negra, Caparrós sonríe bajo su inconfundible bigote manillar del otro lado del Zoom, a diez mil kilómetros de distancia. Entre bocanadas de su narguile, dialoga con Clarín Cultura acerca de los múltiples temas que aborda este manual inclasificable (“Me desafía la posibilidad de producir libros que no se sepa bien que son”, dirá) que traza una cartografía de, según el autor, el fin de una época que llama “la era occidental”.

      La gentrificación, la vacuidad de los vínculos, las vidas digitales, los nuevos liderazgos políticos, las guerras. Este libro, de sus producciones más monumentales, se lee como una invitación al extrañamiento. A mirar todo de nuevo, con otros ojos, para evitar el desastre.

      –¿Este libro nace a partir de tus columnas en El País?

      –En realidad, lo pensé como un libro desde un principio. Charlando con la directora de El País, Pepa Bueno, le planteé la posibilidad de ir publicando los capítulos en el diario y a ella le pareció bien. Entonces se fueron publicando pero los trabajé como capítulos de un libro. Cuando los reuní todos, pude tener una mirada distinta. Luego los reelaboré bastante y agregué estas pequeñas historias de personajes que aparecen y que tienen algo que ver con el capítulo anterior o posterior. De algún modo le da más carnadura, más humanidad al asunto. Es una mezcla de celebridades y desconocidos.

      –Solés hablar de la toma de distancia para escribir y pensar mejor. Aquí hay una distancia ficcional que se vuelve clave en la narración. ¿Por qué te interesa esto?

      –Creo que sirve para mirar de nuevo aquello que uno ve demasiado a menudo y que, por lo tanto, ya deja de ver porque lo tiene incorporado. Está lleno de cosas que uno no percibe a su alrededor. En muchos casos, porque uno no se toma el trabajo de averiguarlo o por costumbre. Por ejemplo, cuando describo a la cocina como una sala de máquinas. ¡No lo había pensado! Cuando empecé a mirar desde afuera veía que en la cocina hay veinte, treinta máquinas y en el resto hay mucho menos. O la tontería de dónde hacemos qué: tomarse una ginebra en el living de tu casa bueno, si son las nueve de la noche no pasa nada. Si te lo tomás en el baño, empieza a ser raro y obsceno.

      –En una entrevista anterior con este medio hablaste de cómo te interesaba prestarle atención al mecanismo, la forma de contar historias. Pienso en la forma de este libro como un dispositivo inclasificable. ¿Es No ficción? ¿Ensayo? ¿Crónica? ¿Te interesa pensar en esto?

      –Me desafía la posibilidad de producir libros que no se sepa bien que son. Que el librero tenga que darle cuatro vueltas y pensar dónde lo pongo. Me parece un ejercicio literario más interesante, reproducir un género ya esta altura se ha hecho tanto y se hace tan automáticamente que no me excita, en cambio este tratar de ver si encuentro formas nuevas, géneros confusos es parte del desafío que hace que siga teniendo ganas de seguir escribiendo después de no sé cuantas docenas de libros.

      Portada de El mundo entonces, nuevo ensayo de Martín Caparrós.Portada de El mundo entonces, nuevo ensayo de Martín Caparrós.

      –Hay interpretación y reflexión sobre el presente entrecruzada con datos. A la vez, vuelven temas recurrentes en tu obra como el hambre, el medio ambiente o Dios.

      –Una de las premisas del libro era tener muchos datos. No hacer afirmaciones retóricas sino tratar de describir, en sentido muy concreto, cómo es este mundo. ¡Hay tantas cosas que no pensamos! Por ejemplo, un dato que encontré por ahí: pensamos a los países como entes inmutables y resulta que de los 200 que hay ahora en el mundo solamente ocho existían hace 200 años. Todos los demás son inventos recientes. Eso es algo que uno no lo piensa como tampoco piensa que la forma país se ha impuesto de una manera extraordinaria. Hasta hace 50 años había otras formas de organización del territorio. Desde que empezó a haber estados hubo colonias. Es la primera vez en la historia de la humanidad en que no hay colonias. Hay cinco, seis islas; rémoras. Está lleno de cosas raras. Pero vos hablabas de mis constantes. Y sí, por supuesto, sigo creyendo que lo más notorio cuando uno mira al mundo actual son las desigualdades. Es algo que en general notamos poco. Nos resulta difícil mirar un poco más allá y darnos cuenta de que algunos somos bastante privilegiados. Hay un cuarto de la población mundial que no tiene agua corriente. No tiene canillas en las casas. Y cuando se corta el agua decimos, ¡la puta madre! En los alrededores de Buenos Aires hay gente que tiene que ir a buscar agua con un balde. Lo más complicado fue elegir qué capítulos iba a tratar de armar. Quería que hubiera un poco de todo: desde la salud, el amor o la alimentación hasta la geopolítica, la guerra y las formas de gobierno pasando por todo el resto; las economías, la influencia de las técnicas actuales. Era complicado, le di muchas vueltas y después le di muchas vueltas también al orden.

      –Respecto a esto, dejaste para el final cuestiones ligadas a la tecnología, la digitalización y a cómo se piensa el futuro. Incluís, incluso, un perfil sobre el creador de TikTok ¿Eran temas sobre los cuales solías reflexionar?

      –Algunas de las cosas las venía pensando porque es la vida cotidiana de todos nosotros. El tema fue tratar de entender un poco más cómo funciona y para eso sí, estuve leyendo bastante. Creo que podría haber sido más historicista en esa parte porque se me cruza mucho la idea de cuando empezó Internet –soy lo suficientemente viejo como para recordarlo– y despertó toda esta expectativa de que iba a ser un espacio distinto, igualitario, abierto, libre hasta que se transformó en el lugar más controlado por el dinero y los grandes poderes que uno pueda imaginar. Y lo hicimos en muy poco tiempo. Es muy curiosa la historia de cómo esa ilusión de libertad se deshizo tan brutal y velozmente.

      En los alrededores de Buenos Aires hay gente que tiene que ir a buscar agua con un balde.

      –En relación a esto que planteabas sobre las desigualdades y las falsas promesas de libertad, en la introducción al libro mencionas que la globalización es, más bien, el triunfo casi absoluto del modelo de las potencias de occidente. ¿Qué pasa con las falsas promesas de la globalización?

      –Ahí postulo que llamar contemporánea a la época en la que vivimos es una especie de disparate epistemológico. Toda edad es contemporánea de sí misma. Seguramente de acá a cien años habrá historiadores astutos que se darán cuenta de esto y le cambiarán el nombre. A mí me parece que el nombre que corresponde es el de Edad Occidental porque no hay ningún otro momento en la historia del mundo en que una pequeña región haya ejercido semejante influencia sobre todo el planeta. En todos los aspectos: políticos, religiosos, técnicos; desde la música o los automóviles hasta las formas de vestir. Todo viene de Occidente. Es muy fuerte, más allá del dominio político o económico, el grado de influencia que ha tenido en desparramar el modelo por el mundo. Nunca se había visto. Por eso me parece justo llamarle Edad Occidental a este periodo que corresponde a los últimos 250 años. El tema es que yo creo que se está acabando.

      –Allí es donde mencionas el crecimiento de China.

      –China –también India, pero sobre China– está recuperando el papel que siempre tuvo. Siempre fue el Estado más poderoso del planeta. Dejó de serlo durante 300 o 400 años creo que por pura soberbia. No les importó nada el resto del mundo. El problema es que ahora creo que han entendido que es una época en que la globalización hace que no se pueda ser una potencia hegemónica sin ocuparse del resto del mundo. Ahora sí entendieron y ejecutan esta idea de expandirse que hasta hace muy poco no les importaba. Ahí es donde viene, probablemente, el Gran Cambio de las próximas décadas. Ojalá sea pacífico pero hay chances de que no lo sea, porque ninguna potencia deja su lugar sin pelear.

      El cronista Martín Caparrós en Zaragoza a fines del año pasado. EFE/Javier CebolladaEl cronista Martín Caparrós en Zaragoza a fines del año pasado. EFE/Javier Cebollada

      –El abanico de temas abordado es muy diverso y, al mismo tiempo, funciona como un muestrario de esta época. Por ejemplo, en el capítulo donde hablas de las cosas, cómo estamos rodeados de miles de objetos innecesarios, o acerca del sexo y las transformaciones en la familia. ¿Cuáles serían los núcleos del mundo entonces?

      –Es difícil, porque hay algunos que me interesan o me entretienen más, pero me parece que sin los otros dejan de tener el sentido que deberían. Por ejemplo, las cosas. Efectivamente, es un mundo muy chiflado. Está lleno de cosas que pensamos como totalmente efímeras y cuyo origen no tenemos ni idea. Hasta hace relativamente poco, 200 años, las cosas se hacían para que duraran para siempre dentro de lo posible y uno sabía de dónde venían, quién las había hecho o por lo menos dónde, cómo. Ahora pasa todo lo contrario. Doy un dato: en una casa media norteamericana hay alrededor de 200.000 objetos. Otra cosa que me llamó la atención: más del 80% de lo que consumimos se mueve en barco. Uno casi ni los ve y, sin embargo, sin esos barcos este mundo, así, no existiría.

      Hasta hace relativamente poco, 200 años, las cosas se hacían para que duraran para siempre.

      –Otro eje posible sería el mundo virtual y las apariencias. Das una cifra contundente sobre el sexo: las personas le dedicamos el 0,45% de nuestro tiempo a ejercerlo y, sin embargo, parecería ocupar una dimensión mucho mayor. ¿Vivimos en un mundo cada vez más ilusorio?

      –Uno jamás lo pensaría porque se pasa la vida teniendo algunas formas de relación con lo sexual, pensando, recordando, planificando. Sin embargo, en términos materiales no es nada. Hay ciertos aspectos de la vida que se desmaterializan cada vez más. Ahí hay algo que dice la historiadora: en esa época todavía había mucho sexo presencial. De esa manera me divertía con su sorpresa ante ciertas cosas. Uno se queda pensando: ¿Cómo será el sexo, entonces, en su época?

      –Otro eje es la política. Incluís un perfil de Putin. Esperaba leer uno sobre Javier Milei pero no está. Hace poco en otra entrevista dijiste que su triunfo electoral "me devolvió un país que creía conocer muy bien y que no conozco". ¿Cómo lo analizás?

      –Primero fue esa extrañeza, la de sorprenderme de que mi país eligiera para gobernarlo a un señor tan notoriamente desquiciado, tan claramente incapacitado para gobernar el país. Me preguntaba cómo fue que diez, quince millones de personas pensaron que un señor que dice que recibe instrucciones en su perro muerto puede ser su presidente. Eso me hizo pensar en un país muy arruinado e irritado que quería lo más extremadamente diferente que pudiera encontrar. Me parece clarísimo que la Argentina necesitaba a alguien que no tuviera que ver con aquellos que la arruinaron en los últimos 30 años pero pensé que podíamos inventar a alguien un poco más esperanzador. Un poco menos disparatado. Fuera de eso, su acción de gobierno por ahora es extraña. Creo que la única base en la que se sostiene es esa confianza que consiguió suscitar siendo una especie de bestia que se diferenció de todos los demás pero hasta ahora todas las medidas que ha tomado están perjudicando mucho a mucha gente. Es difícil imaginar que toda esa gente va a seguir aceptando que este señor tome medidas que la dejan en situaciones muy precarias. Tiene esta astucia de pelearse con X, Y, Z como para desviar un poco la atención del hecho de que los comedores populares, que son el último recurso de tantas personas, están sin comida porque el Estado no les manda más. Yo puedo creer que el Estado exagera en muchas de sus intervenciones pero si no sirve para garantizar que todas las personas que lo necesitan no se mueran de hambre, entonces no sirve para nada realmente. Quizás eso es lo que él está tratando de demostrar pero lo va a demostrar con la muerte de muchas personas. Es un personaje muy siniestro.

      El cronista Martín Caparrós en Zaragoza a fines del año pasado. EFE/Javier CebolladaEl cronista Martín Caparrós en Zaragoza a fines del año pasado. EFE/Javier Cebollada

      –Tampoco se vislumbra, del otro lado, una resistencia o liderazgo claro.

      –No, para nada porque justamente lo que hay del otro lado son los distintos sectores que jodieron a la Argentina y la llevaron a esta situación en la que pudo ocurrírsele elegir a este disparate. Esa es su gran arma. El hecho de que no hay ninguna oposición creíble, ninguna propuesta diferente y va a ser complicado formarla. Son procesos que tardan años y a veces no se concretan nunca. En general algo aparece. Pero si yo te hubiera dicho hace cinco años esto y lo que apareció fue Milei, no es un planteo muy esperanzador. Creo que Milei va a decepcionar muy rápidamente a la mayoría de quienes lo apoyaron. Ya algunos lo están. Lo que no veo, creo que todavía nadie lo sabe, es qué vamos a hacer con esa decepción.

      –Tenemos vidas largas para pensarlo, tal como decís en tu libro.

      –Al respecto, ese me parece otro dato elocuente. En los últimos sesenta años, la esperanza de vida, el tiempo que se supone que una persona promedio vive, aumentó 20 años. Eso es un cambio absoluto, radical. Vivimos en promedio 20 años más que nuestros abuelos. Es mucho eso y es un dato fuerte para pensar que pese a todas las tentaciones apocalípticas que nos dan, hemos mejorado en muchas cosas y no hay ninguna razón para creer que vamos a dejar de hacerlo. Es mucho más gracioso ponerse apocalíptico, se levantan muchas más minas con el apocalipsis que con la boludez del progreso. Sin dudas. Pero si te pones a ver cuál es el trayecto de la sociedad en los últimos siglos, ves que hay una mejora infinita. Entonces, ¿Por qué de pronto va a dejar de suceder esto?

      Caparrós básico

      El cronista Martín Caparrós. EFE/Javier CebolladaEl cronista Martín Caparrós. EFE/Javier Cebollada
      • Nació en Buenos Aires en 1957 y se licenció en historia en París.
      • Dirigió revistas de libros y de cocina, recorrió medio mundo, tradujo a Voltaire, Shakespeare y Quevedo, recibió el Premio Planeta Latinoamérica, el premio Rey de España y la beca Guggenheim.
      • Publicó entre muchos otros libros las novelas A quien corresponda, Los Living (Premio Herralde de Novela 2011), Comí y Echeverría; las crónicas de Una luna y los ensayos El Hambre y Ñamérica.

      Sobre la firma

      Pablo Díaz Marenghi

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