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      Fito y Baglietto: sólo se trataba de vivir

      Fito Páez cantó en San Telmo e invitó a Baglietto: momento emotivo para la pequeña concurrencia.

      Fito y Baglietto: sólo se trataba de vivirFIto Páez y Juan Carlos Baglietto en la presentación de la programación de Rosario, en San Telmo.

      Quizás haga falta haber sido La Chicago Argentina, haga falta ser esa furiosa mezcla de gente de aquí y de muchos allás, quizás haga falta haber convertido un sencillo barrio obrero como el Saladillo en uno de los sitios narcos de América y haber capitalizado la fortuna de la soja; quizás haga falta haber tenido esas callejuelas y clubes de pesca que se volvieron cool; quizás a Rosario le haya hecho falta todo eso para tener la potencia de una capital, el desgarro de una ciudad de pobres corazones, un torrentoso manantial de artistas.  

      Algo de eso -finito, como a través de una persiana- se vio el martes a la nochecita en un hotel de San Telmo. Al final, Fito y Baglietto (Páez y Juan Carlos) van a cantar juntos y las ochenta, cien personas que estamos ahí vamos a balancearnos y cantar con ellos y ser bastante felices, hay que decirlo.

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      La convocatoria, en realidad, no tiene que ver con escucharlos. Es la presentación de la agenda cultural, deportiva y turística de la ciudad de Rosario y acá hay funcionarios que se pusieron el traje -y se burlan entre ellos por lo "elegantes" que están-, hay escritores, hay algunos periodistas. 

      Full Rosario: corren las bandejas con "Carlitos" -ese tostado de jamón y queso con ketchup que hará las delicias de los nacidos junto al Paraná- y alguien recita los "ocho sabores rosarinos". A saber: pescado de río, helado artesanal, Carlito, (la "S" está en discusión); Turcas (unas masas dulces con crema); medialunas de Nuria (de manteca pero saladas); mortadela; aperitivo Amargo Obrero; bife de chorizo.


      Mendieta, intervenido por León FerrariMendieta, intervenido por León Ferrari

      En una salita se expone una parte de una muestra que ya salió por el mundo: Vos dejame a mí, con trabajos de Fontanarrosa, otro must rosarino. La acompaña una cantidad de esculturas de Mendieta, sí, el perro, intervenidas por artistas varios: quizás el más resonante sea León Ferrari.

      En la programación cultural destaca septiembre, con el  Festival Latinoamericano de Cine y el clásico y siempre nuevo Festival Internacional de Poesía. 

      De esas cosas -y de la vida- se charla en amable barullo hasta que al escenario sube Fito y los que andaban sueltos se arremolinan. El arranque es temático: "Cerca, Rosario siempre estuvo cerca", canta Fito con precisión y la cosa se empieza a poner emotiva cuando después de "no hay merienda si no hay capitán" termina hablando: "Chau Piluso, chau Piluso". 

      Un silencio y desde el público sale el grito que estábamos esperando: "¡Feliz cumpleaños, Fito!"

      Sigue con un tango: La última curda, de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo. "¡Cómo se escribía!", suspira Páez al ritmo de su nostalgia y paladea una estrofa: "Un poco de recuerdo y sinsabor/ gotea tu rezongo lerdo./ Marea tu licor y arrea/ la tropilla de la zurda/ al volcar la última curda".

      Un silencio y desde el público sale el grito que estábamos esperando: "¡Feliz cumpleaños, Fito!" Entonces la sala le canta, un poco demasiado tímidamente, nadie se decide sobre cómo hay que nombrarlo y la métrica no ayuda: ¿que los cumplas Rodolfo? ¿Qué los cumplas Fitito? ¿Que los cumplas Fi-íto? Las voces se van perdiendo y el músico -nació en el 63- se hace cargo: "Es un coro de cadáveres, ya me están dando la bienvenida".

      Con cholulismo de fan, por qué no, Fito saca su teléfono y pone al aire el mensaje de Charly García, que parece diseñado para el evento: "Hola, rosarino, feliz cumpleaños, te deseo un feliz cumpleaños y que vuelvas a Rosario rápido. Te quiero mucho". 

      Y Fito canta "una de esas joyas americanas", Desarma y sangra. Aunque seguro que casi todos la sabemos, no cantamos: filmamos. 

      Y por ahí lo llama a Baglietto, que saca una voz conservada en el freezer con Mirta, de regreso." Y una montaña de tristeza cae sobre nosotros cuando llega al "Ahora me voy, parece que ha llovido". 


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      Pero la cosa se calienta con La vida es una moneda. Baglietto ya no es aquel melenudo que la cantaba en los 80: está pelado, de traje, con antejos y, en el público, muchos somos su espejo. Un mozo, con la cara de Jesús tatuada en el brazo, larga las copas y estira el celular para filmar: si se pudiera fumar ya hubiéramos sacado los encendedores. Y Baglietto agarra la manija y ahora bajito, dice, sólo se trata de vivir, como un susurro.

      Somos grandes acá, ya sabemos eso, sólo se trata de vivir. Por eso cantamos. Y un poco lloramos, hay que decirlo. 


      Sobre la firma

      Patricia Kolesnicov
      Patricia Kolesnicov

      pkolesnicov@clarin.com

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