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      Victoria Ocampo, como fantasma en fiesta ajena

      Una cédula municipal llegó a Villa Ocampo para poner fin a una administración que apenas la empleó para esporádicas y fugaces exposiciones.  

      Victoria Ocampo, como fantasma en fiesta ajenaUna de las casonas más bellas de la cultura argentina. / Rafael Mario Quinteros.

      A mediados de esta semana, una cédula municipal llegó a una de las más bellas casonas de San Isidro, la más conspicua de la cultura argentina, la de Victoria Ocampo. La medida buscaba poner fin a dos años de una administración que apenas la empleó para esporádicas y fugaces exposiciones de escaso valor para la comunidad, propósito para el que fue cedida por su dueña y, en cambio, la destinó crecientemente al alquiler de fiestas y eventos privados, con disimulo al principio, pero con caja registradora desde mediados de 2017. Se podía alquilar de lunes a lunes: el argumento era la sustentabilidad de la centenaria mansión. Ahora el desmadre está en boca de todos.

      En efecto, los vecinos confirman que el cartel de la puerta, que avisaba los horarios de actividades culturales al público visitante, fue descolgado hace dos años y nunca regresó. En los últimos meses el encono y el boicot indignado al carnaval carioca, en lo que debería ser casi un museo, crecieron al punto de que una familia muy tradicional, que vio frustradas sus bodas de oro, logró que se le devolviera lo pagado. Entretanto, el fantasma de la mayor de las Ocampo vaga por los salones como en una fiesta equivocada.

      Los vecinos confirman que el cartel de la puerta, que avisaba los horarios de actividades culturales al público visitante, fue descolgado hace dos años y nunca regresó.Los vecinos confirman que el cartel de la puerta, que avisaba los horarios de actividades culturales al público visitante, fue descolgado hace dos años y nunca regresó.

      En 2018 fue una vecina lindera quien encendió la alarma. Es literal, era una alarma muy irritante y chillona que cumplió el cometido de arruinar un casorio de más de cien mil dólares, que es el monto que se pagaba por entonces cuando las bodas eran con mesas y cena y velada en los interiores. Según un trascendido, la aguafiestas no sería otra que la esposa de Jorge Born, sí, el empresario del famoso secuestro. Una fiesta inolvidable… Para entonces ya se había retirado la administración del curador Nicolás Helft –estuvo once años, hasta 2014–, quien de hecho hace unos meses publicó, con Fabio Grementieri, el libro Patrimonio en el Siglo XXI – El caso Villa Ocampo un poco despegándose de lo que ocurrió luego.

      La suegra de los novios damnificados, poco después del malogrado festejo, lograba que se publicara una carta de lectores en un matutino, “denunciando” a la vecina intolerante y reivindicando el derecho humano al jolgorio. Es propio del país que muchas veces se consagre lo opuesto del deber ser y ese fue el caso.

      En febrero de 2018 se podía cotizar una fiesta de bodas en el Observatorio UNESCO Villa Ocampo (tal el nombre y el apellido patrimonial). Con variaciones de menúes y arreglos florales, entre la informalidad y la pompa, un casamiento podría costar desde 25 mil dólares (de pie, bandejeados). Para arriba no había límite. Como justificación, alguien deslizó que hasta en Versailles se puede pagar una noche de bodas, todo depende del canon.


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      “Para el catering puede haber dos opciones: o que te lo haga el bistró porque es en exclusiva para nosotros, o se le paga un canon y lo hacés con alguien de tu preferencia”, explicaban los organizadores. Aunque la web indica que el máximo que se puede alojar son 150 personas, la restricción no era tan estricta. “Hasta 500 invitados se la banca”, aclaraban. El catering –gazebo, mantelería, con de todo– estaba a cargo de Frenchie´s, al punto de que los presupuestos se mandaban en hojas cuyo membrete compartían el bistró y el apellido ilustre.

      Ahora se acabó la fiesta. La cédula enviada por el municipio siguió a un par de fiestas que no fueron habilitadas y convocó a las autoridades de Villa Ocampo a presentarse. ¿Pero quién está al frente de este barco? Nadie tiene muy claro quién impera en el enorme caserón, donde las alfombras ya empiezan a verse muy raídas, a excepción de Gloria Silva Seeber, mano derecha del ex funcionario Frederick Vacheron, a cargo desde fines de 2014, quien fue transferido a México hace un mes. Es que en 2018 la casa pasó a otro sector administrativo de Unesco.


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      La propiedad entró de lleno en el rubro de “locaciones”. Incluso se filmó allí Los que aman odian, la novela de Silvina Ocampo y Bioy Casares, con secuencia de tomas en las que el salón se ve invadido por la arena de las dunas móviles.

      Fueron infructuosas varias tentativas de contactar telefónicamente a las autoridades de la Unesco en Montevideo, a fin de conocer cuáles son los planes para resolver el futuro de la casa que en vida, y tratando de poner la propiedad a salvo de una Argentina estragada por la incipiente lucha armada, Victoria le legó.


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      Matilde Sánchez
      Matilde Sánchez

      msanchez@clarin.com

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