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      Ni el más animado novelista hubiese escrito un final así

      Redacción Clarín

      Queda lo más importante, claro. El domingo -o el miércoles 18 si hay desempate- se sabrá quién es el campeón de este desteñido y paradójicamente emocionante Torneo Inicial.

      San Lorenzo, el puntero, depende de sí para serlo.

      Pero tiene que derrotar a Vélez, en Liniers, nada menos. Una igualdad lo obligaría a un desempate si es que hay un ganador en el choque de Rosario entre Newell’s y Lanús. Pero lo curioso es que también Vélez depende de sí. Porque si le gana a San Lorenzo sólo podría igualarlo un vencedor de Rosario. Y luego estará en su aptitud definir a favor el eventual desempate. Ni al más animado novelista se le hubiera ocurrido un final así. Tan intrincado, con cuatro candidatos en la última fecha. Tampoco se pudo haber pensado de antemano que podía salir un campeón de 33 puntos. O 35, como máximo, si San Lorenzo fuera el ganador. Cualesquiera de esos puntajes son los más bajos desde la instalación de los torneos cortos. Y esto define la chatura de la competencia que termina. Y la prueba la ofrecieron también los otros, los que concluyeron ya su participación.

      Los ejemplos emblemáticos fueron los de River y Boca. El equipo de Ramón quedó en el puesto 16 y el DT igualó su peor campaña personal en Núñez. Logró los refuerzos que requirió (especialmente, Teo Gutiérrez y Fabbro) y hasta los que llegaron por su relación con su hijo Emiliano, Osmar Ferreyra y Menseguez. Y también Carbonero. Probó formaciones de todos los tipos. Pero nunca logró que el equipo funcionara, que definiera un estilo de juego.

      Entonces, su aureola de intocable pegó un fuerte tropezón, que incluso trastabilla aun con el contrato firmado hace pocos días por dos años más de extensión. El domingo habrá elecciones en River y recién entonces se sabrá si le queda espacio seguro para continuar.

      La situación de Carlos Bianchi -el otro líder rescatado- es mejor que la de Ramón, pero tampoco podrá extender su garantía por más de seis meses si repitiera un desempeño tan pobre como el que mostró en este torneo que termina. Boca tuvo posibilidades numéricas de encaramarse hasta último momento.

      Las desperdició todas.

      Porque el equipo nunca dio seguridades. La Libertadores, en el primer semestre (flojísimo en todos los aspectos), la cantidad inédita de lesiones y la imposibilidad de contar regularmente con Riquelme y Gago, fueron las excusas que maquillaron las frustraciones.

      El apoyo incondicional de la gente al entrenador fue la garantía para la continuidad. Bianchi tiene dos años más de contrato, pero dentro de seis meses la dirigencia tendrá la chance de rescindirlo unilateralmente sin indemnización. Por eso, el Virrey sabe que estos seis meses serán decisivos.

      Apenas podrá hacer dos incorporaciones.

      Su misión será transformar esta apatía de ahora en una actitud positiva de entrega y solidaridades.

      Un cambio radical.

      Algo que no pudo lograr en este 2013. Y el año se despide con dos incógnitas mayúsculas. Verón y Riquelme, los últimos grandes referentes del fútbol argentino, quedaron expuestos. Verón, expulsado y en dudas sobre su continuidad. Román, con una lesión de larga convalecencia que le hará peligrar la pretemporada. Para completar la cruz de un torneo que pasará al olvido.


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