Noticias hoy
    En vivo

      Una dura ley K sobrevuela el mercado

      Directivos de bancos y de empresas pueden ser denunciados por intentar desestabilizar al Gobierno.

      Fue reforzada en diciembre de 2011 por el voto siempre automático del kirchnerismo y se la conoce, sobre todo, porque puede ser usada para desactivar protestas sociales, perseguir o hasta encarcelar opositores al Gobierno, pero aún con todo eso, es mucho más que eso. En la variedad de su arsenal entra cualquier acto que la mirada oficial considere desestabilizador. Se trata, sin más vueltas, de la Ley Antiterrorista.

      No sobran en el mundo de los negocios quienes sepan que ellos también están a tiro y bajo amenaza, ni siquiera en el de los asesores mejor entrenados. Basta con repasar algunos detalles.

      Para salir del brete político en que lo había metido una ley surgida de su propio sistema ideológico, Eugenio Zaffaroni, entonces juez de la Corte Suprema, dijo que serviría para “controlar todo el movimiento financiero”. Jefe de los diputados K en 2011, hoy ministro de Defensa, Agustín Rossi describió: “Podemos poner en la mira a quienes de un día para el otro inician una acción contra el Estado tratando de hacerlo tomar una decisión que no quiere tomar, como por ejemplo una devaluación”. Y apuntó contra “tres o cuatro cabezas que buscan desestabilizar a un gobierno”.

      Amplio y ambiguo en el sentido de que permite acomodar las interpretaciones, el régimen alcanza, entre otras, a las actividades cambiarias, financieras y bursátiles, incluso a las publicaciones periodísticas. Y prevé sancionar tanto al que vende como al que compra, a directivos, accionistas y hasta a empleados, que pueden ser multados o terminar presos.

      Ciertamente, hacen falta pruebas y juicios, pero el eje no pasa por ahí sino por blandir la Ley Antiterrorista para disciplinar comportamientos, sea a través de advertencias reservadas o de denuncias públicas. Si el kirchnerismo ha empleado las armas del poder a todos los efectos, ¿por qué no lo haría justo ahora?

      En el Banco Central existen al menos un par de problemas serios, autogenerados, que pueden salirse de madre y ser pasto de las presiones.

      Hay una cuenta que crece sin freno, como una bola de nieve, y que por lo mismo debiera empezar a encender luces de alerta en el tablero de la entidad. Está en el pasivo y registra la magnitud que han alcanzado las Lebacs, las letras que coloca en el mercado para esterilizar parte de los pesos que emite.

      Las cifras impresionan por donde se las mire y son otra muestra del deterioro patrimonial que el BCRA ha sufrido durante los últimos años. Aún así, nada indica que el Gobierno vaya a pisar el freno; más bien al contrario.

      El stock de Lebacs en circulación ya asciende a $ 297.000 millones, equivalentes a US$ 34.300 millones. La tasa de interés que paga el Central promedia el 28%; puesto en plata, casi 83.200 millones de pesos anuales. Desde 2008, ese pasivo aumentó 460% (ver infografía).

      Es deuda lisa y llana en cabeza de la mayor institución bancaria del Estado, caro para ella y muy provechoso para los prestamistas, aunque cada vez más los fondos van a financiar una factura ajena que también crece a los saltos: el gasto público o, mejor dicho, los gastos del Gobierno.

      La pregunta es ¿qué pasaría si los bancos y otros operadores comienzan a percibir que seguir apostando a la montaña de Lebacs se está volviendo peligroso, así en el mercado no consigan tasas tan atractivas? Dicho claramente, que reduzcan la compra de letras y pongan en jaque a esa enorme fuente de recursos oficiales.

      Respuesta de alguien que ha conocido antecedentes similares: “Lo más probable es que el Central ensaye, primero, con las presiones sobre los bancos. Y si los resultados son pobres, que vaya derecho a una refinanciación forzosa de la deuda. El kirchnerismo no va tolerar algo semejante con un tema semejante”.

      Parecida y a la vez diferente, otra cuenta que avanza al ritmo de las necesidades de la caja es la de los yuanes de China. La partida inicial, en octubre del año pasado, fue por el equivalente a US$ 814 millones; ahora suman US$ 3.114 millones y se calcula que cerca de fin de año ascenderán a US$ 6.000 millones, o sea, se habrían multiplicado por más de seis.

      La denominada oficialmente “moneda del pueblo” luce tonalidades que van del verde al rojo según los valores y siempre con la imagen de Mao. Mucho más conocido, y muchísimo entre nosotros, el dólar es gris en el anverso y verde en el reverso.

      Pero esa no es la diferencia que importa, sino que los yuanes son yuanes y los dólares, dólares. Por lo tanto hay mucho de maquillaje en el juego del Banco Central de contabilizar, en sus reservas, las divisas chinas como si fuesen divisas norteamericanas.

      Sería para ver, además, qué sucedería si llegado el momento la Argentina necesita convertir los yuanes en dólares contantes y sonantes: para ver, en realidad, qué pediría Beijing en caso de aceptar el enroque. Hay quienes sospechan que en el acuerdo entre Cristina Kirchner y Xi Jinping, firmado a mediados de 2014, existen cláusulas secretas sobre este punto.

      Un experimento podría consistir en usar parte de los yuanes para adquirir bonos chinos dolarizados en el mercado de Hong Kong e incorporarlos a las reservas duras. ¿Un experimento o ni siquiera una hipótesis? Según fuentes privadas, esos fondos, el físico, estarían repartidos entre el Banco de China, el de Basilea e instituciones financieras de Hong Kong.

      Restados los yuanes, los pagos a los bonistas retenidos por el fallo del juez Thomas Griesa y el préstamo de corto plazo del Banco de Francia, y metiendo adentro los encajes de los depósitos en dólares, las reservas líquidas alcanzan a poco más de US$ 25.000 millones. Bastante menos del monto que informa el Central (US$ 31.277 millones el viernes). “Esta es la verdadera calidad de las reservas y no el nivel en que las ponen”, dice un ex director del BCRA.

      El riesgo es justamente ése, que en ciertas circunstancias los grandes operadores, especuladores al fin, empiecen a actuar en base a la calidad de las reservas, flacas, como estos días lo probó la decisión de dejar sin dólares a los importadores. Y como el Gobierno le teme a ese combo, ya maneja alternativas para mejorar el perfil de las reservas, mandando definitivamente al placard la bandera del desendeudamiento.

      Para el caso, no hace falta buscar experimentos pasados: ahí está la batería que se ha armado con tal de mantener a raya al blue y contener eventuales corridas contra el peso. Esto es, prohibiciones y trabas diversas, aprietes, controles policíacos y todo remachado por el cepo cambiario.

      Pero si aún así no alcanza, el Gobierno tiene ese poderoso instrumento comentado al principio: la Ley Antiterrorista.

      Seguramente habrá empresarios y banqueros que prefieran cuidarse, no meter demasiado ruido y aguardar al próximo gobierno. Pero oportunidades son oportunidades: si unos las dejan escapar habrá otros que quieran aprovecharlas.

      En cualquier caso ya quedó a la vista que el kirchnerista iguala poder y acción, medios y fines e interpreta el peso del Estado a su manera. Claro que, desgastadas, esas cartas ya no valen como en tiempos mejores y menos cuando se está de salida.


      Sobre la firma

      Alcadio Oña

      aoña@clarin.com

      Bio completa