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      El Gobierno y el país, sin programa

      • La caída de la ley ómnibus expuso la debilidad del gobierno de Milei.
      • El oficialismo insiste con llegar al déficit 0 y la oposición amaga gobernar desde el Congreso.
      • Las febriles gestiones de Pichetto para "ayudar" al Gobierno.

      El Gobierno y el país, sin programaLa ley ómnibus fue aprobada en general, pero se cayó en la votación en particular.

      Con un gobierno sin programa, el país se queda sin programa. ¿Importa? La Argentina tiene una sociedad fuerte que puede hasta prescindir de los gobiernos. Lo probó con los Fernández, y ensaya este turno anarcoide de Milei. Los 60 días del gobierno se han desangrado en el empeño de imponer el programa de Cambiemos, que el Congreso sepultó por falta de votos. El resultado es un retroceso del oficialismo a la talla original de La Libertad Avanza, 29%, y la construcción, en frente, de una fuerza legislativa de 144 votos que logró la aprobación en general del proyecto de ley ómnibus. Este es un capital que puede aprovechar el oficialismo si Milei opta por encauzar una negociación para la que ha contado con la buena voluntad de sectores legislativos que apoyaron la iniciativa, a condición de no delegar facultades. Lograría ahí lo que busca, que los mercados y los inversores le reconozcan que tiene apoyo político para sostener la gobernabilidad. Si, por el contrario, opta por la ira de campaña, el Gobierno hará más evidente el vacío de poder y la ausencia de programa. Es lo que trasluce la bronca con los gobernadores, a quienes les dice que, con la lapicera y sin ellos ni el Congreso, puede llegar al déficit cero. Si no necesitaba la ley, ¿por qué se enoja hasta con quienes lo apoyan?

      ¿Hablará otra vez de espaldas?

      Tiene herramientas para escapar al escenario de vacío. Una es prorrogar las sesiones extraordinarias del 15 al 29 de febrero para tomar oxígeno con el tratamiento de proyectos en el Senado - lavado, acuerdos, etc. Le conviene hacerlo porque la oposición del peronismo busca sesionar para rechazar el DNU 70. La experiencia con los diputados impacta en el Senado en donde se ha trizado el bloque de 39 legisladores que juntó Juan Carlos Romero para sacar al cristinismo de la casa. Otra herramienta es no desairar de nuevo al Congreso en el acto del 1° de marzo de inauguración del año legislativo. Cuando asumió habló a espaldas de ese poder. Ahora no puede ignorar que el poder legislativo le contó los puntos y lo redujo a la real minoría que sacó en las urnas.

      El Congreso amaga con gobernar

      La ausencia de programa no depende solo de Milei, que ha mostrado desinterés por la política y confía en que otros le gobiernen. Un sector de "los normales" del Congreso ya estudia ya la presentación de proyectos de ley que pueden contar con los votos para que se aprueben. Son iniciativas como el blanqueo, reformas laborales, ayudas a las pymes, que estuvieron contenidas en el DNU 70 y la ley ómnibus y que pueden tener el apoyo de una mayoría superior los 144. Miguel Pichetto aporta con el rearmado del arco de 32 votos, que actuó como el fiel de la balanza en las discusiones del proyecto. Integrantes de su bloque Hacemos, como Ricardo López Murphy, Nicolás Massot, Emilio Monzó o Florencio Randazzo tienen envergadura para construir iniciativas que le den alguna gobernabilidad a este turno inestable de gobierno.

      El aborto ya debilitó a Cambiemos en 2018

      Uno de los puntos centrales es aprovechar la experiencia de la ley ómnibus para convencer al Gobierno de ser flexible con los amigos y dejarse de varear con proyectos extravagantes que terminan empeorando el panorama. Le ocurrió a Macri en 2018. Cambiemos había ganado las elecciones de 2017, presentó en marzo el proyecto de despenalización del aborto. Buscaba ganarle la vanguardia a la oposición de entonces. Lo hizo en medio de una creciente crisis que en poco tiempo lo echó en brazos del FMI - el principio del fin. Discutir la despenalización del aborto buscó distraer con una consigna transversal que terminó dividiendo al oficialismo. Tampoco salió la ley, pero después de la votación pasaron varios meses para que Mario Negri pudiera volver a reunir el interbloque bloque de Juntos por el Cambio en Diputados. Esa ocurrencia terminó dañando al gobierno cuando necesitaba más fortaleza. Un año más tarde perdió las elecciones.

      Macri le echó nafta al incendio

      El impulso de “los normales” despierta inquietudes. Una es el envión de Mauricio Macri por la captura de espacios de poder. En la respuesta que dio al rechazo de la ley ómnibus le echó más nafta a los incendios que promueve Milei. Lejos de aportar serenidad desde su experiencia de presidente, lo alentó a fortalecerse en el conflicto. Es parte, seguramente, de su proyecto para 2027 que arranca con la presidencia del PRO y quizás la fusión de ese partido con lo que queda de la Libertad Avanza. Tiene el apoyo del sector de los "talibanes" del gabinete, como los Caputo y Patricia Bullrich. Forma parte de este impulso el esmeril de la conducción de los primos Menem (Martín y Lule) en la Cámara de Diputados. Los señalan desde adentro y afuera como responsables de la caída de la ley. Se reflota la intención del PRO de llevar a la presidencia de la Cámara a Cristian Ritondo, viejo proyecto de Macri que Milei rechazó. Sólo puede ocurrir si se anuda un pacto más firme entre los dos. No es fácil: cuando Macri pide apoyo para Milei, éste le responde con fotos con Daniel Scioli.

      La trampa del plebiscito

      Menos miga tienen las amenazas de consultas populares. Las referencian en Lacalle Pou, que llevó al Uruguay a un plebiscito para imponer iniciativas de desregulación y cesión de poderes y emergencias al presidente. Hubo tan poca diferencia en el resultado con la oposición, que terminó dividiendo al país. También el chileno Gabriel Boric echó el resto con un plebiscito de reforma constitucional a poco de ganar las elecciones. Lo perdió y salió chamuscado. Estos expedientes populistas identifican el sujeto "pueblo" por fuera de los mecanismos republicanos de representación. El populismo busca el adversario en la oligarquía por encima de los partidos, y el populista se dirige a los individuos como miembros de un colectivo que él mismo dibuja - vos sos pueblo, vos no sos pueblo - como víctima de la oligarquía. El populista - dice Ludolfo Paramio, esclarecedor de socialistas en España – “no se presenta como un político, ni siquiera si tiene una larga trayectoria previa en política, sino como alguien del pueblo, como el verdadero representante de sus intereses frente a la oligarquía”. Ojo al viejo dicho: a los plebiscitos los carga el diablo.

      El veto, más riesgoso aún

      El riesgo del plebiscito es el mismo que le presenta la posibilidad de un veto a leyes del Congreso. La pensaron como alternativa para salvar votaciones negativas de la ley ómnibus. Pero si Milei vetaba alguna cláusula, la suma de los normales más el peronismo cristinista hubiera llegado a porcentajes peligrosos para un gobierno frágil como este. Ese número se acercaría al que requiere la aprobación de un juicio político. Con el deseo de confrontación que tiene este gobierno, lo que menos necesita es que se le junten todos los enemigos enfrente. Lo lograría con un plebiscito o con un veto. Pero como a Olivos le interesa más la pelea que las reformas, en una de esas se engancha con la adrenalina que inyectan las peleas a todo o nada.

      “Decile a tu hermano"

      Se acordaron tarde. Miguel Pichetto le recomendó a Karina Milei: "Decile a tu hermano que lo llame a Llaryora". Ocurrió en una de las tantas reuniones en el despacho de Martín Menem en Diputados. Algo debe haber movido la "Princesita" porque Toto Caputo lo llamó al gobernador de Córdoba. Éste, que maneja el segundo distrito de la Argentina en cantidad de votos y hereda la espada de Juan Schiaretti, no lo atendió. Acudieron de nuevo a Pichetto, que se ocupó de levantar teléfonos más discretos para que Llaryora atendiese al ministro. Pudo intervenir hasta el legendario Horacio Miró, influencer empresario con llegada a los gobiernos de Córdoba - desde los tiempos de José Manuel de la Sota - y Santa Fe. Caputo le haría la oferta de un acuerdo verbal imposible de aceptar, de parte de un gobierno que no cumple ni con los funcionarios a quienes nombra y desnombra en el gabinete. También Maximiliano Pullaro lo atendió al ministro.

      Que Milei no se entere

      El acuerdo diría que los legisladores que responden a esos gobernadores - Córdoba, Santa Fe, Misiones - votarían la letra del proyecto a cambio de futuras compensaciones de fondos para salvar baches financieros. Ya habían cedido al sacar de la discusión la coparticipación del Impuesto PAIS para no aparecer votando con el peronismo. Los gobernadores pidieron constancia por escrito. El ministro respondería eso no era posible, que creyesen en su palabra porque debía hacerlo sin que Milei se enterase. Tamaña condición los convenció de que esa promesa no valía sin una prenda formal. ¿Es eso traición? Llamalo como quieras, pero no moralices la política, oficio en el cual quien te puede c…r, te va a c.…r. Es más sencillo: en una democracia gana quien tiene los votos. En este juego el Gobierno tiene las blancas, pero- como dice el dicho - las negras también juegan. Y acá las negras son más que las blancas. Faltó, además, lo esencial en un proyecto de este tipo, que es negociar su aprobación en las dos cámaras del Congreso. Ocurre con los presupuestos. ¿De qué sirve aprobarlo en Diputados si el Senado te lo tumba? Es una norma básica del parlamentarismo criollo que aquí se desconoció con frivolidad, o sabiendo que el proyecto es un arma arrojadiza que un plan de gobierno.

      No hicieron los deberes

      Para colmo sus operadores fueron a la sesión desconociendo la letra fina del proyecto. Cuando sobrevino la catarata de rechazos de los incisos de los capítulos de delegaciones y manejo de fondos fiduciarios de las provincias - se sucedieron hasta sumar 154 votos negativos contra 98 del oficialismo (art. 5°, Inciso c), Pichetto vio que al oficialismo se le venía la noche. Había jugado fuerte juntando votos para ayudar al gobierno, pero veía que la intransigencia del oficialismo lo arrastraba a él a una derrota que no quería asumir. Trabajó para ayudar a ganar, no para perder. Si el gobierno quiere perder, que pierda solo. Tomó la palabra y les advirtió que esa catarata de votos negativos se repetiría en el capítulo siguiente, el de privatizaciones. "Le pedimos al oficialismo – ironizó - que tenga alguna cuota de flexibilidad. Parece que les encanta seguir perdiendo. Traten de receptar algunas propuestas, así ganan. No hay que perder. Hay que ganar". (Risas.).

      Si supieran la Constitución

      Advirtió que era necesaria una reunión de los presidentes de los bloques con el Presidente de la Cámara antes de entrar en el debate sobre las privatizaciones. Corrió a sumarse el jefe de la bancada peronista, Germán Martínez, pero no lo dejaron entrar a la oficina de Martín M. Era una reunión del club de amigos. Si hubiera entrado, habría escuchado los reproches de Pichetto. "-Ustedes no saben qué votos tienen y qué no tienen, así no pueden seguir adelante". El oficialismo complicó todo porque actuó desconociendo el reglamento de la Cámara y hasta la Constitución. Se enteraron tarde de que una vuelta a Comisión era sepultar el proyecto. Si hubieran conocido la Constitución, podrían haber apelado al artículo 79° que dice: "Cada Cámara, luego de aprobar un proyecto de ley en general, puede delegar en sus comisiones la aprobación en particular del proyecto, con el voto de la mayoría absoluta del total de sus miembros". El influencer Caputo, respondió con ira: "Esta ley así no nos sirve para nada". Esa confrontación terminó con la vida del proyecto.

      Prejuicios y torpezas

      Frente a esta desaprensión de hacer depender su vida de un acuerdo que por lo menos Llaryora, Pullaro y los gobernadores de Salta y Misiones no habían aceptado, cabe preguntarse para qué entraron a la sesión sin los votos necesarios. Dependía de prejuicios. El primero, que los diputados amigos creen que Milei representa al 56 % de la Argentina y temen pagar un costo político ante ese electorado. El sector de la oposición dialogante sabe bien que Milei vale menos. Están agraviados por el constante destrato de un presidente para quien no existe el Congreso como actor político. Lo ignora como institución. En este torneo el presidente no ha recibido nunca a su bloque de diputados, ni su ministro de Economía fue al Congreso para exponer sus intenciones. Evitó los compromisos, una prueba de la debilidad de su gobierno. Otro prejuicio que ensució esta trama es el que afirma que los legisladores responden a sus gobernadores. No es tan así, y menos en el caso de los mandatarios de Juntos por el Cambio.


      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político

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