Noticias hoy
    En vivo

      Otro ladrillo en la ventanilla del mercado

      Redacción Clarín

      El Gobierno considera que los estrictos controles para acceder a la compra de dólares resultaron hasta ahora exitosos. Pero la creatividad no descansa. Siempre hay lugar para demostrar que se puede extender el alcance del cerrojo.

      Puede ser también que los funcionarios crean, o acepten, que en realidad no hay control suficiente. Y eso los obliga a ensayar una vuelta de tuerca adicional. Quedó demostrado con la flamante circular del Banco Central, que demandará al viajero argentino a tener dólares depositados en un banco local antes de cruzar migraciones. Nobleza obliga: sorprendió que la nueva restricción no se hubiera implementado el 31 de octubre pasado.

      No es casual que se ponga la mira en el turismo. Le guste o no al Gobierno, la tentación de consumir en el exterior se expande entre la población de recursos altos (desde ya) y medios. Eso se explica por la percepción de que fuera de las fronteras no solo hay más abundancia de oferta de productos, sino, mal que le pese al Gobierno y a los empresarios que se benefician con las restricciones a la importación, mejores precios. Es que el “deme dos”, una “rémora de la dictadura y los años ‘90” según el discurso oficial, está entre nosotros.

      El rubro turismo (incluye hoteles, pasajes, gastos) explica una salida de dólares que el año pasado llegó a los 4.747 millones de dólares, un 40% por encima de los 3.381 millones que salieron en 2010. Es parte de la impresionante salida de capitales que acompañó todo el primer gobierno de Cristina Kirchner, y que frenó en unos 60.000 millones de dólares solo porque los controles de fin de año cortaron sensiblemente el chorro. Estos no son dólares del “capital concentrado”. Son de argentinos que mejoraron su poder adquisitivo, tanto por incremento de sus ingresos como por abaratamiento relativo del dólar frente al peso argentino.

      Para los funcionarios del Banco Central, la nueva circular no es ni más ni menos que un acto de justicia. Se trata, dicen, de que el que está en el extranjero respete las mismas restricciones que debe observar quien está en la Argentina. Resultaba inadmisible que afuera se pudiera comprar moneda extranjera sin pasar por el filtro de la AFIP. En verdad, el uso de la tarjeta de débito que los bancos locales permiten a sus clientes está bastante acotado. Es raro que se pueda sacar efectivo por más de 200 ó 300 dólares (o su equivalente en otra moneda) por día.

      Más allá de ese acto justiciero, está claro que se apunta a ampliar la vigilancia para acentuar un poco más los controles sobre el dólar. El Gobierno lo necesita para no apartarse de la autoimpuesta y cada vez más exigente política por la cual no se le pide prestado a nadie que no sea el Banco Central, la ANSeS u otra caja pública. Este último control agrega presión. Es cierto que en la restrictiva política oficial es un tema menor en la gama de controles de acceso al mercado cambiario, que dejaron a mucha gente afuera del mercado de divisas. Pero se complementa con medidas más importantes –fondo de desendeudamiento y reforma a la carta orgánica-- que puso a las reservas en dólares del Banco Central a tiro de las necesidades del Tesoro. La “dolarización hormiga” vía tarjetas de débito tal vez no sea una fuga muy grande. Pero todo suma.