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      Nadal La séptima maravilla

      El fantástico español se llevó su título 7 en Roland Garros, todo un récord. Pudo con Djokovic a lo grande.

      Nadal La séptima maravillaCLAIMA20120612_0046 El dueño de París. Rafa Nadal posa con su copa y con la bandera de su país. Las aguas del río Sena y la Torre Eiffel le funcionan como fondo en una ciudad donde nadie logró tanto como él.
      Redacción Clarín
      12/06/2012 00:00

      Ya no hay vueltas que darle: no existe mejor campeón para Roland Garros que Rafael Nadal. Tanto que, de acá en más, sus nombres -el del Abierto francés y el del increíble mallorquín- irán indefectiblemente ligados hasta nuevo aviso... Aunque ese nuevo aviso no se vislumbre cerquita ni mucho menos. Ahora son siete las coronas de Rafa en el histórico e inigualable polvo de ladrillo de París (2005-06-07-08-10-11-12). Ahora Bjorn Borg, aquel sueco de hielo, quedó atrás con sus seis conquistas (1974-75-78-79-80-81). Ahora, el muchacho de Manacor, el del tenis explosivo y la moral a prueba de balas, el de la mentalidad granítica y las mil manías, el de la potencia descomunal y los tiros menos pensados, el de los 26 años cumplidos el domingo 3 de junio -en pleno torneo, como siempre en estas epocas de gloria personal-, ahora parece más grande que nunca. Hasta se puede caer en la tentación (irreverente) de llamarlo La Séptima Maravilla...

      Ni la grosera doble falta de Novak Djokovic, en el primer match point, cuando en París el reloj marcaba las dos de la tarde en punto, pudo empañar la anunciada consagración de Nadal. Anunciada porque en Roland Garros parece imbatible (lleva 52 victorias y una derrota). Anunciada por la notable actuación que tuvo durante toda la competencia, sólo comparable (por él mismo) a lo que hizo en 2008. Anunciada, también, porque este Djokovic no es el de 2011, el que asombró a todos y el que capturó el número 1; tanto es así que en varios tramos del torneo transitó por el borde del precipicio.

      Los 49 minutos que se jugaron ayer, tras la suspensión del domingo por la lluvia, no hicieron más que confirmar que la reacción de Nole en el tercer set resultó un manotazo de ahogado más que un volver a vivir con argumentos sólidos. Así, con un global de tres horas y 49 minutos, los números marcaron un 6-4, 6-3, 2-6 y 7-5 para el mejor tenista de todos los tiempos sobre arcilla.

      Con una cancha más rápida que la de anteayer, el juego se reanudó con el saque de Djokovic, quien encima estaba 2-1 en ese cuarto set interrumpido cuando el cielo parisino estalló de agua. Ahí surgió ¿la suerte del campeón? Porque Nadal dispuso rápido de un break point cuando un drive de Nole murió en la red. El serbio se pegó la raqueta contra su cabeza, señal de que su lunes no iba a ser el soñado. Enseguida, una derecha de Rafa dio en la faja, Djokovic contestó como pudo y le dejó servido el remate a su envalentonado rival: revés cruzado a dos manos de Nadal, y a otra cosa... El 2-2 fue el principio del fin para quien aspiraba a ganar Roland Garros por primera vez.

      En un intenso duelo de fondo de cancha -subir a la red se asemejaba a una misión imposible-, los disparos de Rafa llevaban más pimienta y más dirección. Le faltaba encontrar el instante justo para asestar la estocada postrera. Hubo un momento de suspenso, allá por las 13.31, cuando irrumpió la lluvia. Djokovic le dijo al umpire -el francés Demien Dumusois- que las líneas estaban resbaladizas. Ingresó el sueco Stefan Fransson -arbitro general-, charló con los jugadores y con el juez de silla, y la acción se detuvo apenas tres minutos, pero con Nadal y Djokovic en sus bancos. Chau, dudas... Volvieron a jugar. Y a los diez minutos ya no llovía y, como por arte de magia, apareció el sol...

      Con la gente volcada hacia Nole, el tie break parecía la escala obligada de ese cuarto set. Claro que Nadal no pensaba así... Salió a jugarse en el duodécimo game con aún más determinación de la que ya tenía. Y le dio resultado con la relatada doble falta de Djokovic.

      Nadal quedó arrodillado, tapándose la cara con las manos, como si no pudiese creer lo que estaba viviendo. Se abrazó con Nole. Y después siguió su raid de celebraciones: saltó a la tribuna para compartir el momento más sublime con sus padres, con su novia, con su tío Toni, con el resto de su equipo, con sus amigos... La ceremonia de la premiación exhibió la pena de Djokovic y la sonrisa impagable de Nadal. De La Séptima Maravilla...