Noticias hoy
    En vivo

      Todo sobre madre e hija

      Redacción Clarín

      Lola Arias está por contar capítulos de su vida con su madre, la mujer que empezó a tomar antidepresivos cuando ella nació. Hablará sobre la profesora de literatura y cantante del coro, la señora bipolar y profundamente mordaz a la que, después de una hora y poco, te gustaría tener cerca (si no es como madre, al menos como vecina).

      Lola tensa la cuerda casi sin entender la medida de sus logros. Su procedimiento alrededor de la realidad es asfixiante para una ficción que queda pobre e indefensa ante la búsqueda constante de realidad.

      La obra muestra que lo nuevo se fracciona en partes viejas que operan como una vaga referencia. Es como si el futuro del teatro ya estuviera acá y lo tapáramos con biombos de pasado. De la narración habitual -y a modo de anécdota- queda la resistencia de un comienzo. Un nacimiento. El nacimiento de la autora.

      Por lo demás, la vida de esta madre se contará corriéndose de los anclajes típicos. Incluso, tratándose de una performance sobre la vejez, el grupo de actores de 75 años que completa el cuadro, tiene una morosidad que acentúa las intenciones. “Esta obra me da mucha gracia, porque nosotros decimos que los actores mayores hacen múltiples funciones. Hacen de utileros, hasta de extras, y manejan cámaras. Eso para mí es algo muy lindo. Para que vos veas que hay una mesita y una tacita, uno imagina que debe venir un hombre vestido de negro que ponga eso en el escenario. Acá reemplazamos esa convención por actores que hacen lo mismo, y muy despacito. Esta forma de narrar creo que tiene el valor de la vida cuando se vuelve lenta”.

      El lenguaje abierto, sin dogmas, pareciera ser un síntoma de época. Lola cuenta que hay un fenómeno muy particular de artistas de entre 30 y 40 años que deciden narrar la historia de su familia. “Es el momento en que uno cambia de posición, en que es hijo pero también es padre”.


      Tags relacionados