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      Mariano Mores, un artista fáustico e inimitable

      Al momento de la despedida, una mirada a sus cualidades musicales. 

      Mariano Mores, un artista fáustico e inimitable"Mariano Mores 2008 Luna Park (Leandro Monachesi)
      Redacción Clarín

      Mariano Mores expresa un costado fáustico del tango. Reconoció en Osvaldo Fresedo uno de sus modelos orquestales; seguramente lo atraía la ampliación que Fresedo hizo de los medios tímbricos del tango con la incorporación de instrumentos como el arpa, el vibráfono y el redoblante.  El redoblante no tenía en la orquesta de Fresedo una función rítmica, sino que proporcionaba un efecto de color, una intensificación de los puntos culminantes, a la manera de un trémolo ampliado, mientras que el arpa y el vibráfono -que Fresedo usaba casi como un armonio, con acordes tenidos-  ofrecían un matiz crepuscular  en la forma un poco martillada y agreste del tango (agreste por la propia naturaleza de la orquesta típica, que está en la base del sexteto moderno, con esas dos filas que nunca terminan de fundirse: la de bandoneones y la de cuerdas).  A ese refinado experimento impresionista de Fresedo, Mariano Mores le siguió agregando cosas: metales, maderas, timbales, abundante percusión. Fue el llamado “tango sinfónico”, un subgénero rimbombante que, al menos desde el punto de vista de la economía propia de la realización artística, estaba condenado al fracaso.  Pero el más grandilocuente de los intérpretes del tango fue a la vez uno de sus más finos autores. La lista de sus joyas es muy larga. Si la melodía de Gricel parece empezar en el punto culminante (a tono con la autorrecriminación: “No debí pensar jamás...”), la del tango Uno se desarrolla en una graduación casi minimalista: notas repetidas que ascienden por el paso más corto de compás en compás, y luego la misma frase se reitera sobre un escalón más arriba. Nada podría expresar más adecuadamente que esa anhelante ascensión los versos de Enrique Santos Discépolo: “Uno busca lleno de esperanzas/el camino que sus sueños/ prometieron a sus ansias...”  La respuesta (descendente) a ese anunciado es tan perfecta que uno ya podría considerar el tango terminado con sus clásicas dos partes. Todo podría volver a repetirse y punto final. Pero el genial compositor nos reserva una increíble parte B (“Si yo tuviera el corazón...”), tan diferente y tan orgánicamente conectada.

      Gricel, interpretada por Luis Alberto Spinetta y Fito Páez, acaso haya sido uno de los primeros pasos en el proceso de reconciliación de las nuevas generaciones con el tango. Esa bellísima pieza tendría un plus simbólico. Pero lo que Mores ofrece a las nuevas generaciones de músicos no es un modelo orquestal que pueda tomarse y desarrollarse (como sí parecería ser el caso de Pugliese o de Salgán), sino un genio compositivo singular, algo tan digno de admiración como, por su naturaleza, imposible de imitar. 


      Sobre la firma

      Federico Monjeau

      fmonjeau@clarin.com

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