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      El choque con la cultura rasta

      Redacción Clarín

      Siempre viviste la cultura rasta de una forma muy profunda, sin embargo no la conocías en persona en su origen como ahora, ¿cómo fue ese choque? El choque fue fuerte. Uno cree un montón de cosas hasta que llega al lugar. Acá en la Argentina el rastafarismo estuvo mucho tiempo escondido, y la gente que tenía la data no se la quería dar a los otros. Les interesaba saber ellos y sentirse un poco un ser superior. Yo entré sólo al Downtown de Jamaica a comprarme este anillo de león, y nadie me dijo nada. Y fuimos a la casa de Sizzla, un groso de Jamaica, y me di cuenta de que lo viven diferente. En la casa eran doce “boboshanti”, una cultura muy ortodoxa y muy cerrada. Nos dejaron en un hall veinte minutos y nos miraban a ver qué íbamos a hacer y quiénes éramos hasta que nos hicieron entrar. Fue fuerte. Cuando bajó la luz nos pidieron plata para comprar jugos. Yo dije que no le iba a dar plata, que si quería le regalaba un disco, pero que había llegado de Argentina con mucho esfuerzo y que no era un gringo. Después otro nos pidió plata para comprar tabaco. Y uno de los pibes les dijo que no les iba a dar plata, y menos para comprar tabaco. Y se dieron cuenta de que conocíamos su cultura y entendíamos qué estaba pasando. Y uno de ellos le dijo al que nos pedía “aprendé del rasta, tiene razón, no hay que fumar tabaco”. Y entendieron que éramos bravos como ellos, que teníamos la misma fe. Yo no voy a dejar que nadie me hable mal: aunque mida cuatro metros, me voy a defender como sea.