“El reemplazo del chef Chico”, la primera producción de Netflix en Filipinas, es una serie simple y sabrosa

Ni los triángulos amorosos, ni el vértigo que se vive en la cocina de un restaurante, ni el mix de los dos son tópicos novedosos para abordar desde la ficción. Y, sin embargo, en tiempos de sobreabundancia de plataformas de streaming, alguna le encuentra la vuelta a lo conocido para contar algo diferente, como lo hace ahora Netflix con El reemplazo del chef Chico, su primera producción original en Filipinas.

Seguramente no quedará en la memoria de sus espectadores como la mejor del año, pero sí puede ganarse el rótulo de serie amable, entretenida, que desde la simpleza -casi sin rodaje en exteriores- se las ingenia para agregarle unos condimentos más a la receta que nos sabemos de memoria.

Si bien hay dos hombres que desean a la misma mujer, una mujer que se siente traicionada por un lado y deseada por el otro, y un clima de corridas entre hornallas, órdenes, el grito repetido de “sí chef” y pétalos gourmet para distinguir un plato, lo que la vuelve distinta es que en cada uno de los ocho episodios toma protagonismo uno de los comensales del día.

La trama, escrita por Antoinette Jadaone, tiene como escenario principal el restaurante Hain, en Manila, un sitio que habitan todos los personajes de la serie. El disparador del relato es el accidente automovilístico que sufre el Chef Chico (Sam Milby), a cargo del lugar.

Cada noche, el servicio de la casa ofrece platos típicos filipinos, pero personalizados, de acuerdo a la historia y las necesidades de sus clientes. En cada capítulo se impone una mesa: la de los que celebran el amor, o la de la despedida, o la de la “trampa”, o la de la separación. Y luego de unas charlas -unos días antes de la cita- con los futuros comensales se arma el menú especial.

No es un restaurante más, ni está en su mejor momento. Y, encima, Chico queda en coma. Ahí mismo cobra protagonismo la figura de Ella, la sous-chef (su segunda), con quien parece tener una relación paralela.

El personaje femenino se come la serie. No sólo porque decide tomar las riendas de una cocina que quedó aturdida por la noticia de su jefe, sino porque la actriz, Alessandra de Rossi, demuestra porqué es una de las mejores de su país. Si bien nació hace 39 años en el Reino Unido, creció y se formó en Filipinas. Allí se consagró con el coprotagónico de Kita-Kita, en 2017, una de las películas más taquilleras de esa tierra.

En la serie, Ella tiene herramientas para llevar adelante el negocio, aunque le cuesta (al principio) lidiar con un equipo que estaba acostumbrado a tenerla de compañera del otro lado de la jerarquía. Mientras Chico pelea por su vida, aparece en escena Raymond (el filipino Piolo Pascual), el consultor que debe monitorear qué sucede con el restaurante que en realidad es de los padres de Chico.

El esquema de ir contando capítulo a capítulo el “tema” del invitado por un lado y la vida diaria de los miembros de Hain (cada uno con sus subtramas) la vuelve un poco repetitiva. Más episodios, con esa fórmula, le hubiera jugado en contra.

Así, entre historias de vida de aquellos que eligen una cena como punto de encuentro, entre vínculos laborales y entre amores, frustraciones y deseos, la serie va corriendo el telón de la gastronomía filipina, presentando Laing (hojas de taro cocidas en leche de coco y chiles) o Kare Kare (estofado de rabo de buey con salsa de maní) en los platos. Y, como sucede a veces con la comida, las ficciones también pueden entrar por los ojos.

Ficha

Calificación: Buena

Drama y gastronomía Protagonistas: Alessandra de Rossi, Piolo Pascual y Sam Milby Dirección: Dan Villegas Guión: Antoinette Jadaone Emisión: Ocho episodios en Netflix.