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      Elogio de la arrabalera

      “Se dice de mí” Virginia Innocenti representa a Tita Merello en el Maipo Kabaret, con retazos de su dolor, hilados por tangos. Un juego de homenajes.

      Elogio de la arrabaleraCLAIMA20100728_0075 LEJOS DE LA BIOGRAFIA Innocenti, con su voz suave, monologa y canta.
      Redacción Clarín

      Evocando aquel romántico dicho de que los personajes buscan en qué cuerpos ser representados, habrá que creer que Tita Merello eligió el de Virginia Innocenti: tres ofrecimientos de comedia musical recibió antes de encarar su propio tributo. Y algo de sus rasgos la hermanan.

      Dijeron de mí , en el Maipo Kabaret, no representa la estricta biografía de la “Piaf” más arrabalera, sino retazos de su dolor, hilados por tangos. Un juego de homenajes que la trae a la vida tan vulnerable como chispeante.

      La voz suave de Innocenti intenta recrear a la voz potente de su criatura. Pero la clave no está en la comparación (imposible, claro), sino en la intensidad del relato desde las raíces del sufrimiento de Laura Ana Merello. Y la protagonista logra encantar con la copia de esas formas reas, con esa filosofía popular (“Chicas, ¿se hicieron el papanicolau?”) y esperables letras como Arrabalera , del filme homónimo.

      Una escenografía austera (mesa, silla y el piano a cargo del maestro Diego Vila) invita a deducir que en la narración los objetos no importan. Más importan las palabras, habladas o cantadas. Y ahí entonces asoman dos Titas que se turnan: la que narra en tercera persona y desmitifica con su incesante “Yo la conocí”, y la que habla en primera. Ambas van develando la esencia de esa frágil mujer recubierta de una coraza anti-herida. “Es un perro asustado”, “Le gusta ser brutal”, “No puede ver a una mujer vestida de novia sin llorar”, se escucha.

      La historia que dirige Luciano Suardi se dispara con voces en off de Merello y la pregunta de Innocenti: “¿Cómo son los momentos previos a morir?”. A partir de allí, un conglomerado de audios en velocidad, en la voz de la Tita auténtica: habla de sus piernas, del arte, de la tristeza a cuestas. Como ese repaso de vida efímero que suponen los cinco segundos previos a la muerte.

      Entreverando monólogo con temas como Niebla del Riachuelo , Cambalache , Pipistrela o Tata llevame pal centro , la desolación tiñe cada etapa: la libertad del relato siempre ancla en esa carencia de afecto durante la infancia que marcó su vida. Desde el día en que “pensó suicidarse porque él la dejó” (sin aclarar si él era Luis Sandrini), pasando por su debut en el Teatro Bataclán o su sufrimiento por la muerte de “un santo”, según bautiza a René Favaloro.

      No es por hablar mal , ¿Dónde hay un mango? y Los amores con la crisis encuentran a la Tita más pícara, pero es con Llamarada pasional cuando se desintegra del dolor. Y vuelve a sus 16, endeble, en su sensual body de época, dispuesta a mostrar las piernas y a trajinar la noche con tal de comer. De inmediato llega la Tita adulta, bien plantada y mal hablada, y hasta la proscripta por supuesto contrabando de té.

      Sus adeptos -o al menos los conocedores de su vida- encontrarán familiar cada palabra y el por qué de cada tango. Los otros quizá no consigan develar con tanta claridad su rica historia, ya que no se trata de un relato cronológico.

      Con el cierre mítico ( Se dice de mí ) transcurre poco más de una hora de un prolijo y emotivo show que pone acento en el carácter agrio y en la honestidad brutal de una mujer que se explica desde esa llaga eterna del alma.


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