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      Pablo Trapero, en la Academia, al lado de Hulk y Franco Nero

      Ahora también Adolfo Aristarain integra la Academia de Hollywood, pero no la de Argentina. Lo mismo que Damián Szifron y Lucrecia Martel. ¿Diversidad o marketing?

      Pablo Trapero, en la Academia, al lado de Hulk y Franco NeroHay ahora 774 nuevos miembros de la Academia de Hollywood. ¿El criterio de selección? Raza y género por encima de méritos cinematográficos.

      Se lo anunció con bombos y platillos. Hay 774 nuevos miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Se los invitó el año pasado, no recién, ellos aceptaron –se presume que a los que no lo hicieron no se los va a difundir ni con bombos, ni con platillos, ni con pitos- y ahí están, engrosando la lista casi un 12% más.

      Pavada de padrón consiguió la Academia.

      Antes de hablar de los cinco argentinos que se suman, vale la pena referirnos al criterio de selección. Más que una selección, es un llamado a los gritos de la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, para que la “diversidad” se haga carne de la entidad. Se acuerdan: el #Oscarsowhite como hashtag de Twitter fue una puñalada al corazón de la Academia más profunda que el bayonetazo a nuestro Juan Moreira.

      Si cuando Larry y Andy Wachowski estrenaron "Matrix" en 1999, no merecían ser miembros de la Academia, ¿desde el año pasado que son hermanas y mujeres transgénero, y se llaman Lana y Lilly, sí?

      Desde entonces, Mrs. Isaacs se dedicó con ahínco inusitado a sumar académicos. Ya no importa si sus trabajos son realmente merecedores de integrar la institución. El propósito era que no sucediera otro #Oscarsowhite, así que se invitó a mucha gente “de color” o “afroamericana”, como se estila decir políticamente correcto hoy.

      De 2015 a 2017 hay un 331% más de votantes negros. Y 359% más de mujeres, que ya son mayoría en algunas ramas, como actores, directores de casting, diseñadores de vestuario y de producción, y editores, por ejemplo.

      No se sabe cuál es la vara para invitarlos, porque, parece, que lo importante no es el talento –no se dice que los invitados y nuevos miembros no lo tengan- sino el color de la piel, la raza, el género y hasta la inclinación sexual. Porque si cuando Lawrence y Andy Wachowski estrenaron Matrix en 1999, no merecían ser miembros de la Academia, ¿desde el año pasado que son hermanas y mujeres transgénero, y se llaman Lana y Lilly, sí?

      Más que una selección, es un llamado a los gritos de la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, para que la “diversidad” se haga carne de la entidad. Se acuerdan: el #Oscarsowhite como hashtag de Twitter fue una puñalada al corazón de la Academia más profunda que el bayonetazo a nuestro Juan Moreira.

      Se invitaron este año a trabajadores de la industria del cine de 57 países. Hay mucha gente joven, y también mucha gente grande. De Elle Fanning a Lou Ferrigno, sí, el de El increíble Hulk. De Dwayne Johnson, La Roca, a Dee Wallace, la mamá de Elliott en E.T., o Franco Nero.

      Los argentinos son cinco. Tres, cineastas: por orden alfabético, el maestro Adolfo Aristarain (73), Héctor Olivera (86) y Pablo Trapero (45). El cuarto es José Luis Díaz, sonidista de entre otras El secreto de sus ojos (ganadora de un Oscar) y Relatos salvajes (candidata a otro) y el quinto Juan Carlos Macías (72, editor de La historia oficial, ganadora de un Oscar).

      Aristarain sufrió en carne propia que la Academia borrara de entre las nominadas a mejor filme hablado en idioma extranjero la excelente Un lugar en el mundo, porque entendieron que al haberla enviado en representación de Uruguay en vez de la Argentina –que mandó El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela-, “violaba” las reglas. Dijeron que no alcanzaba el aporte uruguayo para considerarla de ese país. Fue un periodista mexicano el que realizó el lobby en la Academia, esperando que ingresara una película de su país, en el lugar de la de Aristarain. No lo logró, y ese año, en la ceremonia de 1993, hubo entonces 4 y no 5 películas candidatas.

      Casi un cuarto de siglo después, Aristarain es miembro de la Academia de Hollywood, pero no lo es de la Academia de Cine argentina. Sí lo son los otros cuatro argentinos que, como él, fueron invitados a integrar la institución.

      Tampoco Damián Szifron y Lucrecia Martel, que forman parte de la Academia de Hollywood, lo son de la de Argentina. Y no quiere decir que no hayan sido invitados, pero es un hecho.

      Aristarain, Olivera, Trapero, Díaz y Macías se suman a Campanella, Aleandro, Puenzo, Santaolalla, Armando Bo, Bacalov y Zanetti, entre otros, que pueden votar candidatos y ganadores desde su casa, vivan en San Justo, Olivos, Los Angeles o Roma.

      ¿Alguien se pregunta si los ya 7.000 miembros ven, no todas, pero una mayoría de las películas para poder votar? ¿Cumplen con los requisitos, o es sólo una movida marketinera a favor de la diversidad?

      Porque si no suena a que los invitan a ser extras, como quienes llenaron el Teatro Colón vestidos de etiqueta, en 1989, cuando Norma Aleandro (miembro de la Academia) junto a Charlton Heston anunciaron un premio desde el escenario del nuestro primer coliseo.

      Ah. Entre los nuevos miembros también está Viggo Mortensen, que es cuervo antes que argentino.


      Sobre la firma

      Pablo O. Scholz
      Pablo O. Scholz

      pscholz@clarin.com

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