Papá Noel y los regalos navideños: ¿fantasía y “verdad” se contraponen?

“En la cercanía extrema con la Nochebuena, parte del mundo adulto se cuestiona -un año más- cuál es el abordaje apropiado de las infancias tempranas en relación a la emblemática figura de Papá Noel”, dice la médica pediatra Evangelina Cueto.

Este planteo controversial que nos obliga a recorrer las diferentes posibilidades de narrar la tradición navideña no es nuevo. “Pero lo que -definitivamente- aporta novedad al asunto y conduce a un giro conceptual, es que los discursos parentales fueron alcanzados en los últimos tiempos (¡y en buena hora!) por corrientes que se autoproclaman respetuosas de la crianza”, señala.

Estas miradas -dice Evangelina- intentan poner foco en los derechos de las infancias y destacar la condición de los niños como sujetos de derecho, situación que se configura como un tamiz para revisar absolutamente todas nuestras prácticas como madres, padres y adultos cuidadores en general.

¿Alentamos la fantasía?

No podemos negar que hay mucho disfrute en la fantasía. La magia alimenta a los niños, y no solamente a través de Santa Claus: los Reyes Magos o el Ratón Pérez son construcciones parecidas, que también recrean diversión.

“El personaje de Papá Noel (legado del cristianismo occidental, pero que tomó terreno extra religioso para ganar muchísimas parcelas de nuestra cultura) pasa obligado por el observatorio construido por los que creemos que hay mucho por analizar en materia de cuidado de las niñeces”, comenta Cueto (en Instagram, @eva_pediatra).

La Navidad, entonces, instala una polémica que se reedita cada año e incluye preguntas de tinte filosófico, pero también práctico: ¿cómo manejamos la información sobre Papá Noel? ¿Mantenemos la tradición? ¿Decimos “la verdad” o dejamos que “se den cuenta”? ¿El relato sobre su existencia puede vincularse con engaño y, por ende, con decepción frente a la revelación?

La celebración de Las Fiestas es una tradición que, como muchas otras costumbres, afirma los lazos culturales. “Estos ritos generan sentimientos de unión, pertenencia familiar o comunitaria y, en consecuencia, se constituyen como elementos centrales de la identidad individual y colectiva. Así, las tradiciones son parte de los derechos a la identidad y de los derechos culturales”.

También, la médica pediatra indica que propician perspectiva histórica y multicultural y son la clave de los orígenes: “pero aunque inicialmente resuene como un contrasentido, las tradiciones también pueden modernizarse, quedar sujetas a revisión permanente y mutar a formas cada vez más benevolentes”.

El juego de Papá Noel

En esa línea, Cueto opina que “en esto de la posibilidad de mutaciones en las costumbres, el Señor del trineo merece -desde mi punto de vista- un tuneo epocal que anticipe que todo se trata de un juego”.

“‘El juego de Papá Noel’ es un título perfecto para materializar la fantasía, sin posibilidad de engaños. Una verdad (o, por lo menos, ausencia de mentira) en convivencia equilibrada con una fantasía”.

“La actividad lúdica es el andamio para la construcción subjetiva. Permite un amplio espectro de situaciones que, sin la seguridad de esa especie de código ficcional, serían intolerables. En el ámbito del juego, los niños (¡y los adultos que todavía lo recordamos!) utilizan herramientas imaginarias para construir historias que generen la aparición de las más coloridas emociones, de tal manera de arrimarse al autoconocimiento y al conocimiento del mundo. Es, sin dudas, un ejercicio científico perfecto para ratificar o descartar la existencia de distintos sucesos de la vida humana”.

Las conclusiones sobre juego son concordantes entre los especialistas: “Es una actividad fundamental, sofisticada, compleja, de creciente valor simbólico y que, hasta libre de instrucciones (porque ¡cuanto más libre, mejor!), funciona como instrumento intrínseco de las infancias para guiar el desarrollo emocional, psíquico, vincular y físico”.

Entonces, señala la profesional, “el juego es el manto de cuidado que las infancias necesitan para evitar la decepción cuando narramos una existencia de fantasía como la de Papá Noel. Hablar del Barbudo de rojo sin aclarar presencia de un código ficcional, más que de favorecer la imaginación (argumento sobradamente extendido que no repara en la imaginación como condición prácticamente innata de la niñez), es hacer un uso excesivo de la credulidad que los chicos depositan en sus referentes afectivos”.

“Columna aparte para extendernos en el uso extorsivo de esta figura, que trae regalos o no, según el comportamiento del niño”.

Y cierra Evangelina: “‘Mito’, ‘cuento’ o ‘juego de Papá Noel’ (¡alegoría para los muy afilados!) son nomenclaturas que nos alejan de la chance de subestimación de las infancias y desencanto consecuente y nos acercan a una Navidad con más pan dulce e ilusiones sostenidas por la honestidad. ¡Chin chin!”

Asesoró Evangelina Cueto, médica pediatra especialista en adolescencia, consultora en niñez y salud integral maternidad y crianza en clave de derechos. En Instagram, @eva_pediatra.