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      Salvar al fútbol argentino es una obligación

      El campeonato de 30 equipos (si prefiere, puede llamarlo como lo que verdaderamente es: un adefesio) ingresa en su recta postrera. Y si algún iluso imaginaba que con el inédito y polémico formato algo podía modificarse en el desvencijado fútbol nuestro, ya se habrá convencido de que no todo está como estaba antes de esta (supuesta) revolución pergeñada por Julio Grondona: está peor, mucho peor.

      Los clubes siguen echando a los entrenadores como los echaban en los torneos cortos, lo que no hace más que revalidar que las presiones y las urgencias no son más pequeñas -como se esperanzaban los cándidos-, son las de siempre en esta época signada por el exitismo. Hay equipos que, por potencialidades -futbolísticas y económicas-, no se hallan capacitados para afrontar las exigencias de la Primera División, lo que produce distancias insalvables con los poderosos y reduce aún más el nivel de por sí chato de la competencia. Los jugadores continúan ejerciendo una violencia desmesurada entre ellos (el ejemplo del Gimnasia-Boca de la semana pasada fue terrible, como lo fue ayer la plancha de Yepes a Palacios), sin percatarse en lo más mínimo de la condición de colegas. Los árbitros no consiguen escaparle a la mediocridad que llegó a sus gremios hace rato y -se ve- para quedarse. Las canchas no varían su decorado: sin visitantes, pero con la misma impunidad de las barras bravas. La desorganización se agrava día a día y los dislates se suman por ineptitud, por intereses, por hipocresías; el caso más absurdo es que se haya hecho jugar esta fecha 23 sin los seleccionados (las quejas, decididamente racionales, de Martino y de Mascherano estremecieron a Segura y compañía). Por si todo esto fuera poco, en el contexto global, la despiadada batalla por el poder en la AFA sólo le incorpora mayor patetismo al sombrío escenario.

      “El grondonismo murió con Grondona”, concede el atribulado presidente de la AFA. En realidad, lo que deben morir son las estructuras decrépitas, los vicios, la incompetencia, la inacción, las oscilaciones, las componendas. Si no, el que va a morir es el fútbol argentino.


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      Miguel Angel Bertolotto

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