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      Otra sorpresa: el idilio de Kunkel y Rico, jefe de los carapintadas

      Otra sorpresa: el idilio de Kunkel y Rico, jefe de los carapintadasCLAIMA20110102_0046 JUNTOS. EL KIRCHNERISTA CARLOS KUNKEL (IZQ.) Y EL EX JEFE CARAPINTADA ALDO RICO, EN UNA FOTO DE 2007.
      Redacción Clarín

      Aunque sus proclamadas ideologías fueran opuestas, y durante años hayan dirimido esas diferencias a los tiros, la relación entre varios militantes de la Tendencia Revolucionaria peronista y los sectores militares “carapintadas” fue más que estrecha en las últimas dos décadas. ¿La clave? Una gaseosa nube política de la que todos se reconocen parte: “el campo nacional y popular”.

      El primer jalón de este extraño romance ofrece hasta raíces familiares: un ex cuñado del indiscutible dueño de la patente carapintada, Aldo Rico era Norberto “Quique” Crocco, uno de los mandos originales de Montoneros que murió en una operación en 1971. Dos ex dirigentes de la “M”, como los peronistas llamaban a la organización guerrillera, admitieron a Clarín que muchos de sus cuadros colaboraron de distintos modos con “los muchachos de Semana Santa”, comandados en 1987 por el propio Rico. Recordemos: ambos grupos se sentían amenazados por la justicia en tiempos de Raúl Alfonsín.

      Esa relación se estrechó cuando los carapintadas se arrimaron a la interna peronista. Menem tendía puentes con Mohamed Alí Seineldin –su enlace, hasta la rebelión del 3 de diciembre de 1990, era César Arias–, y con los montoneros, a través de Julio Mera Figueroa.

      El 13 de marzo de 1990, los dirigentes montoneros –y menemistas– Fernando Vaca Narvaja y Cirilo Perdía analizaban la coyuntura: “en el vacío de poder que la situación está dejando va creciendo el discurso de Seineldín y Rico. Y eso no nos preocupa. Incluso es positivo”, coincidían sin sonrojarse.

      Con la llegada al poder de Néstor Kirchner y el reverdecer de la mística “revolucionaria” de los 70, a algunos les llamó la atención la llegada al ministerio de Desarrollo Social del ex médico militar Sergio Berni, cargado de sospechas de haber participado de los alzamientos carapintadas. Su misión en el gobierno era –y sigue siendo– la relación con los grupos piqueteros, como el del hoy ultraoficialista –y ayer ultra montonero– Emilio Pérsico.

      La polémica de las últimas semanas por los ascensos militares tuvo al general César Milani como principal protagonista: mientras que el gobierno lo sostenía contra viento y marea, la oposición se alarmó por una vieja foto de Milani junto a Rico durante su asonada de Semana Santa. La principal defensora del general era la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, otrora diputada en representación de la combativa Juventud Peronista.

      Junto a Garré, en aquel bloque, revistaba Carlos Kunkel, actual sumo sacerdote del kirchnerismo. De ideas impermeables y trato duro, Kunkel sorprendió a todos en la campaña electoral del 2007, cuando empujó personalmente la candidatura a titular del PJ de San Miguel del mismísimo Aldo Rico. El escándalo lo hizo recular.


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