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      Cambiemos: un volver a empezar

      Cambiemos: un volver a empezarRadical enojado. Angel Rozas protestó ante el PRO por la presión sobre los intendentes.

      "Estamos como antes de Gualeguaychú”. Esta reflexión recorre, como un reguero de pólvora, los pasillos del poder, que se acomoda a la convivencia post- Carrió. Es lo que sigue a la decisión estratégica de Olivos de resguardar, por ahora, los fueros de sus gobernantes en Buenos Aires y el distrito federal de las amenazas de coyuntura que han sido la jefa de la Coalición y el movedizo Martín Lousteau. El reacomodamiento se impone no sólo a partir de lo que ocurrió en la vidriera de esos dos grandes distritos. También por los desacuerdos entre los socios de Cambiemos, que transcurren a contrafrente, en la negociación de las listas en distritos menos expuestos. Por ejemplo, el Chaco, que fue motivo de una airada discusión el martes en la mesa estratégica que sesionó en un almuerzo de rutina en el despacho de Marcos Peña, al que concurrieron el anfitrión, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó –que se levanta antes y se va porque sufre esos desarreglos-, Humberto Schiavoni, la cúpula radical –José Corral, Mario Negri, Ángel Rozas y la delegada lilista Marisel Etchecoin. Vale la pena ponerle la lupa a esa anécdota que forzó a un ejercicio de autocrítica a los bastoneros del Pro, por los errores de negociación en aquellas comarcas que dejaron fuera de las nóminas a los candidatos del partido de Mauricio Macri. Rozas se quejó de que los enviados de Olivos hubieran aprovechado un viaje suyo para avanzar sobre las posiciones radicales, con presiones sobre intendentes por parte de funcionarios de Interior, que agitaron billeteras a cambio de candidaturas. Los hombres de Rozas, que se reparten allá el poder partidario en tres sectores, resistieron y cerraron las listas sin gente del Pro ni de la Coalición. Intentaron quitarles la marca Cambiemos, pero los radicales la recuperaron en la Justicia. Eso alimentó la ira de Rozas por haberle jugado desde el Gobierno nacional a sus espaldas. “Necesitamos gente que represente al presidente”, amagaron como justificación el martes. “ Ustedes no saben quiénes son los que ponen los huevos allá por Mauricio”, se enojó el senador, que forzó disculpas de los dueños de casa. Estos debieron admitir que los radicales mandan en donde tienen poder y que ya cedieron la candidatura a diputada nacional a Aída Ayala, que Olivos factura como propia. Pero nada más. Etchecoin salió del almuerzo con la promesa de que habrá un lugar para la Coalición en las nóminas locales. En síntesis, perdió el Pro, ganó la UCR.

      Ahora o nunca

      El episodio importa como ejemplo de la pasión que le está poniendo el Pro en la defensa de posiciones en las listas de candidatos, como si fuera la última oportunidad de consolidar un partido político con futuro. Se comprende porque se viene una elección legislativa en la cual conviene avanzar en cantidad de bancas, empleando todo lo que tiene un gobierno que entra en el final del mandato. El pronóstico que maneja el oficialismo es que estos forcejeos son auspiciosos porque los dirigentes creen que habrá un resultado airoso en la mayoría de los distritos. Si los augurios fueran negativos, ya habría fuga hacia los botes, que nunca alcanzan. Por el contrario, las peleas en distritos chicos y grandes son por subirse a las listas. En esa corrida, el partido de Macri retrotrae el reloj al momento previo a los acuerdos de comienzos de 2015, que permitieron la cumbre de Gualeguaychú. A aquella cita llegaron los radicales divididos entre quienes apoyaban la alianza restrictiva con el Pro –sector Ernesto Sanz, jefe de bloque Federico Storani– y quienes buscaban abrirse a una coalición con otros sectores incluyendo al massismo –sector Julio Cobos, jefe de bloque Rafael Pascual. El jefe del Pro, Macri, operó junto a Sanz, Carrió, Monzó y otros por el triunfo de Sanz. La segunda línea, la mesa Peña-Durán Barba, ponía en duda la eficacia de una alianza con los radicales. Esa cumbre parió el Partido del Ballotage que hizo presidente a Macri.

      Guerra de salones

      El reacomodamiento post-Carrió moviliza de nuevo aquellas posiciones pre Gualeguaychú. El enfrentamiento de la semana se exhibió en la sucesión de actos en la parrilla La Bandurria y el salón La Argentina. Enrique Nosiglia apadrinó la reunión de los radicales no Cambiemos que lo agitan a Lousteau, quien presume de haber llevado en la noche del martes a toda la dirigencia formal de la UCR porteña (legisladores, comuneros, jefes de comunas, etc.). Sanz fue el emblema del encuentro del sector pro Cambiemos en La Argentina, movilizado por Jesús Rodríguez –principal ideólogo del Partido del Ballotage– y Facundo Suárez Lastra, el virrey del AMBA. El grupo Bandurria sostiene que el Pro tiene que cumplir con el espíritu de Gualeguaychú y abrir Cambiemos a la UCR y a Lousteau. “Yo perdí en esa discusión y acepté lo que decidió el partido. ¿Por qué no acepta el Pro abrirse en Capital? ¿Por qué Lousteau les puede ganar?”, se quejó Pascual el martes. Sanz, al día siguiente, amasó en La Argentina la dialéctica entre el progresismo auténtico (Macri) y el progresismo estético (Lousteau). También reclamó a la UCR como proveedor de socialdemocracia en Cambiemos. Mientras, el ex embajador en EE.UU. ha dicho que el socialdemócrata es él y que por eso no pertenece, ni lo pretende, al Pro, al que considera una formación conservadora.

      Contacto en Boston

       Lousteau hizo su última aparición en la costa este de los EE.UU. en la conferencia que organizó en el MIT un grupo de alumnos de la Ivy League, horas después de abandonar el martes su despacho en la embajada en Washington –puede quedarse en la residencia 45 días más, pero se viene antes, me dijo cuando hablé con él horas antes de su charla en Boston. En esa intervención eludió mortificar al Gobierno en los términos que usa cuando explica su situación. Llevó el discurso a la necesidad de que el Gobierno mejore su capacidad negociadora. “No hay negociación que fructifique si alguien no está dispuesto a ceder algo”, repite. Habla, claro, de su propia situación. Parece ofrecer un acuerdo con el Gobierno, o quizás expresa su deseo de que ocurra. Se basa en principios clásicos de la negociación: sólo quien cede poder negocia con éxito. Entre los invitados a la conferencia estaba el economista Eduardo Levy Yeyati, encargado del master plan 2030 por encargo de Macri, y que también se dice socialdemócrata. ¿Qué puede ofrecer Lousteau cuando ya le cerraron las puertas? Su despido odioso de la embajada anula la promesa de Olivos de darle unas PASO para el gobierno porteño en 2019. Los escenarios que discuten sus amigos del radicalismo porteño hurgan en las consecuencias de lo que pasó. Lousteau se ríe: “Lilita ahora es mi Durán Barba. Dice que Durán no la deja ser candidata en la provincia. Ahora ella dice que yo no puedo ser candidato en Capital”. Los radicales creen hoy que tienen que revisar toda la coalición, en particular en Buenos Aires, adonde María Eugenia Vidal abre su gobierno hacia el peronismo y les puede cerrar el camino. El más indignado por este punto es Federico Storani, que no está en la línea Lousteau, pero que ha tomado distancia hace rato de Sanz, a quien defendió en Gualeguaychú. No extrañe si en las próximas horas el radicalismo de Buenos Aires convoca a una cumbre como la de Villa Giardino de hace un mes para reclamar posiciones para el partido en las candidaturas.

      Picardías

      El reacomodamiento post-Carrió abre espacio para las picardías. Primero, la tentación del peronismo que repetir la dialéctica del ballotage porteño de 2015, cuando jugaron en apoyo de Lousteau. En aquel momento era negocio apoyarlo con votos y con medios materiales porque esmerilaba la candidatura presidencial del Macri. Ahora es dudosa la conveniencia en ceder bancas, que es lo que se discute. Pero la tentación de ayudar a una derrota de Cambiemos en la Capital anima a algunos opositores que creen que un triunfo sobre Macri-Larreta sería un tanque de oxígeno para una formación que parece condenada a enfilarse detrás de Alberto Fernández. Cerca de Lousteau creen que éste debe ser candidato a legislador, y no a diputado nacional. Evitaría así la confrontación con Carrió, algo que cortaría cualquier entendimiento futuro con lo que hoy es Cambiemos. Si decidiese eso, podría ganar la elección en esa categoría ante cualquier candidato del larretismo y además haría entrar a más de una decena de legisladores propios. Un bloque grande le daría una posición de poder decisiva en la Legislatura, además de darle empleo y destino a tantos radicales en el desierto. Los ha tentado también la idea de la lista corta: ser candidato a legislador y no presentar diputados nacionales, como un gesto amistoso. Implicaría resignar por lo menos cinco diputados, que es lo que creen que podrían obtener. Si esto ocurre, Carrió y Lousteau se repartirían el triunfo en la Capital. ¿Es lo que busca Macri? Si Carrió era un peligro para Vidal en Buenos Aires, reflexionan algunos, ¿qué no será ahora para Horacio en la Capital, víctima de un avance en pinzas de dirigentes que no son del Pro? Alguien de Gobierno tiene que dar esa explicación porque es un enigma hoy sin solución y que vuelve a mostrar al Pro protegiendo la plaza propia como si 2017 fuera la última oportunidad de aglutinar fuerzas.


      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político


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