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      “Me ataron por las muñecas, me colgaron y empezaron a golpearme”

      Un informe de Human Rights Watch recoge los dramáticos testimonios de los detenidos por el servicio de inteligencia, SEBIN, en Venezuela.

      "Me ataron por las muñecas, me colgaron y empezaron a golpearme"Paula Colmenárez, detenida en Caracas.
      Redacción Clarín

      Lluvia de golpes. Con el puño, con palos, a patadas. Algunos en la espalda, otros en el estómago y la cabeza, y los más duros en los genitales. Descargas eléctricas, gas pimienta en los ojos y, lo más siniestro, amenazas de violación a mujeres y hombres.

      Estos son algunos de los métodos de tortura a los que fueron sometidos los detenidos por el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) en las protestas populares de Venezuela, y que organismos de derechos humanos como Human Rights Watch pudieron documentar. Todos permanecieron encarcelados sin causa, con el sólo objetivo de que hicieran declaraciones que comprometieran a los dirigentes opositores.

      Caso 1

      Paula Colmenarez Boscán, una estudiante de Derecho de 18 años fue apresada en el este de Caracas, durante una protesta. “Me arrestaron decenas de militares. Primero me pusieron el pie y me hicieron caer. Después me dieron una patada y me dejaron la bota en la espalda.

      Me insultaban, me agarraban por el pelo y decían, ya agarramos a esta maldita”. Y detalla: “Me manoseaban la entrepierna mientras me trasladaban en moto. Me cubrieron la cabeza, me golpearon y robaron el celular”. “Solo me liberaron cuando se hizo viral una foto en la que aparecía siendo arrestada”, recuerda con dolor.

      Caso 2

      A Mileidy González le fue peor. Esta joven auxiliar de enfermería fue detenida cuando caminaba cerca de una protesta en Barquisimeto, capital del Estado de Lara. “En la comandancia policial me ataron por las muñecas, me colgaron y así comenzaron a golpearme una y otra vez. Amenazaron con violarme y sembrarme droga si denunciaba”.

      “Me destrozaron”, afirma, y el término define brutalmente las consecuencias. Su cuerpo quedó deshecho, con cicatrices por todos lados y una lesión en el bazo. Estuvo ocho días hospitalizada. “Ningún doctor se atrevió a darme un certificado. Ni siquiera quisieron darme una constancia médica”, dice. Lo irónico es que le imputan actos violentos y resistencia a la autoridad, justamente a ella que estuvo colgada de las muñecas en un calabozo. “Si eres policía o militar en Venezuela, lo puedes todo. Ellos te quitan tu libertad y violan tus derechos”, agrega con indignación.

      Caso 3

      Christian Agustín Manrique es estudiante y tiene 21 años. Una noche que iba a lo de su novia en Caracas lo interceptaron 10 agentes del SEBIN, le pusieron una bolsa en la cabeza y lo subieron a un auto. En la sede del organismo lo ataron y comenzaron a golpearlo con un palo en la espalda y otras partes del cuerpo. Le rociaron los ojos con gas pimienta.

      Cuando estaba devastado le pusieron una capucha y lo llevaron a dar vueltas en un auto, diciéndole que lo iban a matar. Simularon una ejecución gatillando un arma en su cabeza. Querían que dijera que había cometido actos “terroristas” y que el dirigente opositor Henry Ramos Allup financiaba su actividad. La última amenaza fue la peor. “Te vamos a meter un palo por el culo”, dijeron. Christian estuvo cinco días “chupado” en el SEBIN. Lo liberaron sin causa.

      Caso 4

      José Gregorio Hernández Carrasco, un estudiante de 20 años, fue detenido dos días después de participar en una manifestación. Lo apresaron en su trabajo, un banco del Estado. Comenzaron a golpearlo en el trayecto a la sede del SEBIN. Cuando llegó le arrojaron en la boca y ojos un líquido irritante. Le mostraban fotos y le exigían que dijera a qué partido pertenecía. Lo golpeaban con un palo en el cuello y la cabeza. Después vinieron las descargas eléctricas.

      Le mostraron un palo y amenazaron con violarlo. Le aplicaron el “submarino seco”, con una bolsa de plástico en la cabeza. Le hicieron grabar un video donde admitía que la oposición le había pagado para que realizara actos violentos. “Lo grabé para que dejaran de pegarme y no me violaran con el palo”, contó.


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