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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo CantelmiPanorama Internacional

      Los crímenes de Hamas y la montaña de muertos en Gaza: el laberinto de Bibi Netanyahu

      El objetivo de eliminar a Hamas unifica por izquierda y por derecha a Israel. También, en silencio, es una aspiración palestina. Pero la guerra tiene una conducción política débil que explicaría el innecesario drama humanitario en Gaza

      El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, horas bajas. Foto Reuters

      El gobierno de Israel proclama que cambiará de una vez Oriente Medio impulsado por la furia de la tragedia del 7 de octubre cuando una horda enajenada de milicianos de Hamas vejó y mató a un millar y medio de ciudadanos civiles judíos desarmados. Israel está en guerra hoy por esa causa y con ese propósito.

      Pero sucede con un defecto, el conflicto lo conduce un liderazgo debilitado y con su primer ministro Benjamín Netanyahu en el blanco de una extendida demanda en la prensa y la ciudadanía para que renuncie y sea procesado. El sistema de toma de decisiones, en momentos tan complejos, está atravesado por esos reproches.

      Hamas es un grupo terrorista sanguinario, fanático y medieval que debe ser destruido. Ese objetivo unifica por izquierda y por derecha al país. También beneficia a las ambiciones estatales palestinas que han regresado al centro del debate por esta tragedia y la presión de Washington para que sean reconocidas. La guerra se justifica por razones inapelables..

      Pero no hay explicación equivalente para la oceánica cantidad de muertos inocentes que se han amontonado de modo innecesario en Gaza bajo las bombas israelíes. Es una consecuencia de aquellas debilidades y revelan confusión en el mando aun si se trata de un efecto premeditado, como afirman fuentes políticas aquí.

      Palestinos en una calle desierta durante la evacuación de la población de la ciudad de Gaza y del norte de la franja, este jueves. Foto EFEPalestinos en una calle desierta durante la evacuación de la población de la ciudad de Gaza y del norte de la franja, este jueves. Foto EFE

      Acierta EE.UU. cuando le aconsejó al gobierno israelí que evite causar un grave daño humanitario en su reacción para no multiplicar la furia del vecindario musulmán contra el país. En particular los aliados en la región. Pero, esencialmente, para no desacreditar con muertes de inocentes y maniobras políticas domésticas la operación contra la organización terrorista.

      Es lo que ha ocurrido. La visita urgente del canciller norteamericano Antony Blinken en demanda de una pausa humanitaria y la garantía de un flujo intenso de víveres, energía y medicamentos para las víctimas inocentes en Gaza, busca ordenar el conflicto para que no se disuelva el apoyo internacional a Israel y acabe en la emboscada tendida por los atacantes.

      Aquí hay países árabes que en privado apoyan y celebran los esfuerzos de Israel para eliminar a Hamas, como señaló el ex enviado de EE.UU. a la región, Dennis Ross, pero que reciben una enorme presión desde las calles por lo que sucede en la Franja.

      Un plan diseñado de otro modo

      Un plan de guerra diseñado de otro modo, reflexionan analistas militares, hubiera instalado estructuras sanitarias desde el mar y tierra en la parte sur de Gaza, donde se acumulan los desesperados, garantizando una cobertura que ni en tiempos de paz lograban con Hamas y con enorme visibilidad.

      Esa operación, que distinguiría entre unos y otros, hubiera mantenido en el centro de la atención la brutalidad carnicera del 7 de octubre, que es lo que estratégicamente correspondía y al menos habría aliviado las protestas anti israelíes en la región y mucho más allá.

      Benjamin Netanyahu el líder opositor de centro, sumando al gobierno de emergencia Benny Gantz. Foto APBenjamin Netanyahu el líder opositor de centro, sumando al gobierno de emergencia Benny Gantz. Foto AP

      EE.UU. ve esas fallas e intuye efímero el mandato de Netanyahu según indica el influyente portal Político.com de Washington. Surge como alternativa la figura del opositor centrista Beni Gantz, alto en las encuestas, e integrante del actual gobierno de emergencia. "El adulto en la sala", comentan sus aliados..

      Como reflexionó un académico en Jerusalén ante este cronista, Israel parece devorado por un Gólem extraviado al revés que el original. La potente leyenda del muñeco de barro creado para defender a los judíos, pero ausente de los límites al punto que cuando le piden que traiga agua de un rio, lo hará literal, acabando por inundar la ciudad. Un aprendiz de brujo desbordado por el aquelarre de sus poderes.

      Esa es, sin embargo, una visión romántica. La realidad es más oscura. El formato de tierra arrasada de la ofensiva parece responder a intereses dentro del poder actual israelí. Una compleja y polémica alianza de mínimos partidos de ultraderecha que extorsionan a un gobernante urgido a retener el sillón para evitar la cárcel, y que abrazan la idea de un castigo colectivo que desarme lo que queda de moral de ese pueblo en Gaza. Y de paso se incendie el otro territorio, en Cisjordania.

      Esta semana se supo, por un informe del Financial Times, que el mandatario intentó convencer a los líderes europeos a que presionaran a Egipto para que deje ingresar a los habitantes de la Franja que huyen de las bombas. Según el diario, Checa y Austria plantearon esta iniciativa antes de la cumbre de líderes que la UE celebró el jueves y viernes pasado, pero fue descartada porque "países europeos clave, Francia y Alemania, la consideraron poco realista".

      Al mismo tiempo trascendieron aquí párrafos de un nuevo documento borrador redactado por el ministerio de Inteligencia de Israel que analiza el éxodo posible de la población de la Franja a la península egipcia del Sinai en condiciones permanentes.

      Flujo de armas en Cisjordania

      La intención de vaciar Gaza o anexar Cisjordania es una antigua ambición de minorías fanáticas peleadas con el realismo y que, por las circunstancias personales de Netanyahu, llegaron al gobierno a intentar corporizarlas.

      Clarín ha informado esta semana sobre el aluvión de armas que se intenta que lleguen a los colonos ultraortodoxos de Cisjordania por impulso del polémico ministro de Seguridad Interior de Israel, Itamar Ben-Gvir, un funcionario xenófobo que no integraría ningún gobierno con pretensiones de eficiencia y madurez.

      En esos territorios ocupados hay una guerra de baja intensidad por parte de grupos de colonos que hostigan o matan a los cultivadores palestinos y a la inversa de palestinos contra esas presencias. No es ingenuo lo que se busca al armarlos.

      Los enemigos de Israel miran esas grietas pero tienen sus propios intereses para atender. Fuera del foco público existe una áspera confrontación entre la milicia de Hezbollah y la conducción de Hamas. Los libaneses le facturan haber jugado en contra del régimen de Siria durante la guerra civil en ese país. Damasco, socio de Rusia, es un aliado íntimo de Irán, el padrino de estas organizaciones insurgentes.

      Fotograma de captura de imagen de televisión del bombardeo de Israel contra el campo de refugiados de Yabalia. Foto EFEFotograma de captura de imagen de televisión del bombardeo de Israel contra el campo de refugiados de Yabalia. Foto EFE

      Días atrás, el ex jefe y uno de los fundadores de Hamas, Khaled Mashal, exiliado en Qatar, reclamó a esa milicia que abra un segundo frente contra Israel desde el Líbano. Pero el pedido no solo no fue respondido sino que causó enojo.

      No tan amigos

      El político libanés Wiam Wahab, estrechamente alineado con Hezbollah y el régimen sirio, comentó burlón que si "Khaled Mashal tiene 30 mil millones de dólares para ofrecer, entonces tal vez podamos considerar ir a la guerra".

      Más seriamente, Nalm Qassem, el segundo jefe de Hezbollah, dio a entender que una “intervención militar no está sobre la mesa”. El mismo mensaje vino del Parlamento iraní: “nuestros amigos de Hamas, la Jihad islámica y Hezbollah no esperan de nosotros que hagamos ninguna operación militar”. También por eso el discurso de Hasan Nasrallah el viernes buscó ser amenazante, pero premeditadamente impreciso. Seguro no es lo que esperaba sus primos en Gaza.

      El trasfondo de este comportamiento, según analistas en la región, como el israelí Zvi Bar, es hasta qué punto conviene sacrificar Líbano en el altar de Gaza. Y también Siria. Este analista recuerda que las condiciones que Rusia impuso a Israel cuando le permitió bombardear objetivos en Siria prohibían atacar las instituciones del régimen de Bashar al Assad. Pero Israel ignora ya esas limitaciones y comenzó a golpear objetivos iranies ahí sin advertir previamente a Moscú. Un mensaje a Teherán de los riesgos sobre la mesa.

      Hay algo más a calibrar. Irán confronta razones estratégicas que reducirían su capacidad de intervenir, al menos directamente. Este 18 de octubre expiró la disposición del acuerdo nuclear de 2015 que imponía sanciones a su programa de misiles. A partir de ahora, Irán puede producir, comercializar y desplegar sus proyectiles con un alcance superior a 300 km sin penalización y sin que sus proveedores y clientes internacionales sean sancionados.

      Salvo que esta crisis produzca una incómoda escalada. Hay una clausula que revive aquellas limitaciones y no admite vetos en el Consejo de Seguridad, lo que excluye a los aliados de Teherán, Rusia y China, explica Zvi Bar. De modo que lo último que Irán querría en este momento es una avalancha de sanciones internacionales justo cuando no puede contar con el escudo de Moscú y Beijing. Sorpresas en el laberinto de Oriente Medio.

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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo Cantelmi

      Editor Jefe de la sección Mundo mcantelmi@clarin.com

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