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      Realidad vs relato: la cara cruel de la economía venezolana

      La inflación este año puede rondar 200% y el dólar paralelo se cotiza a 750 bolívares por unidad. El oficial, a 6,4.

      Realidad vs relato: la cara cruel de la economía venezolanaCLAIMA20151130_0304 Juntos y en problemas. El presidente Nicolás Maduro y el titular de la Asamblea, Diosdado Cabello. afp

      Apenas se llega a Venezuela, la realidad comienza a hacerle piruetas al relato. En un ascensor oscuro que ha detenido en la planta baja del aeropuerto, un hombre se alza la botamanga del pantalón. Alrededor de la media tiene ocultos una media docena de anchos fajos de billetes de cien bolívares apretados con gomitas. Los saca y junta de a pacos 75 mil bolívares para completar cien dólares. El trámite es sencillo y apenas clandestino. En cuanto se cruza la puerta hacia el hall del aeropuerto aparecen las ofertas que van desde 600 bolívares conservadores a ese valor más expansivo. El periodista tiene curiosidad y acepta. Entonces, uno de los changarines toma su valija y lo lleva por los pasillos hasta el ascensor dentro del cual se hace la transacción.

      Por todo ese hall hay numerosos hombres de traje oscuro que vigilan o presumen que lo hacen para evitar este tipo de negocios que en Venezuela se castigan penalmente. Incluso es delito solo mencionar el precio del dólar, que en general la gente llama con algo de humor y cierto patetismo, lechuga verde. Según el Estado chavista la divisa norteamericana cuesta 6,4 bolívares, más de cien veces menos que lo que vale en la calle, que es el precio real de la abrumada economía de este país. Cualquier cosa que discuta esa narrativa es considerada conspirativa aunque ese valor sea pura ficción.

      Un dato central que amplía las razones de pérdida de apoyo que sufre Maduro según las encuestas, es el bolsillo

      Los decorados del relato no terminan ahí. El gobierno, para maquillar una inflación que este año puede rondar 200%, no emite billetes de más de cien bolívares. Por eso el hombre del ascensor entrega cinco enormes paquetes que parecen ladrillos que el periodista no sabe dónde colocar para que no sean tan visibles. La escena pinta apenas los descalabros de la realidad venezolana que el domingo próximo va a cruciales elecciones legislativas. Esos comicios pueden constituir la primera vez en 15 años de experiencia bolivariana que el oficialismo pierda el control del Congreso unicameral. En gran medida eso puede ocurrir por la realidad deforme que expone la anécdota del aeropuerto y el ascensor.

      El gobierno de Nicolás Maduro, quien ha aumentado el tono conspirativo clásico de su mentor Hugo Chávez para responsabilizar a poderes externos e inalcanzables de todos los males que vive su país, sigue una fórmula sencilla para que la economía no colapse totalmente: emite billetes. El déficit fiscal en Venezuela se encuentra entre 15 y 20% según datos de economistas privados. El régimen hace tiempo que no informa cifras básicas como costo de vida o performance del PBI. No mienten los números como ha sido usual en Argentina, sencillamente los ocultan.

      Esa producción de plata en escala explica el amontonamiento de billetes para el cambio, pero también revela cuestiones aún más graves como el desabastecimiento. La inexistencia de otro dólar real para operar, pese a los tres tipos de paridades que proponen las autoridades, hace que los importadores deban ir en negro al mundo para proveerse. Venezuela no produce prácticamente nada de lo que compone la canasta alimentaria básica o de higiene y como las diferencias son abismales eso se traduce en escasez. Esos fenómenos se unen a una retracción de la economía que según el FMI será este año de 10%. Otro 5% de caída está previsto para el próximo. Con esta descripción no es difícil comprender el callejón electoral en el cual está atrapado el gobierno. Cualquier administración con semejante performance debería sensatamente esperar una derrota.

      Así, un dato central que amplía las razones de pérdida de apoyo que sufre Maduro según las encuestas, es el bolsillo. El sueldo básico en Venezuela ronda los 8.000 bolívares. Y es una amplia masa de la población la que percibe esa suma cuya capacidad de compra es mínima. Una magra hamburguesa con papas fritas con una gaseosa cuesta 2.000 bolívares, un cuarto de todo el ingreso mensual. Si se compra un pollo, el costo es la mitad del salario.

      El régimen ha logrado mantener una adhesión de las bases más pobres por medio del mecanismo de subsidios en una gama muy amplia de prestaciones. Eso ha venido convirtiendo las elecciones en Venezuela en un ejercicio plebiscitario detrás de la idea que expresó con enorme claridad el sociólogo argentino Guillermo O Donnell: “La mayoría debe crearse para respaldar el mito de la delegación legítima”. Es decir la gente no vota para elegir sino para respaldar.


      Sobre la firma

      Marcelo Cantelmi

      Editor Jefe sección El Mundo mcantelmi@clarin.com

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