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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo CantelmiPanorama Internacional

      Transición Bolsonaro-Lula: turbulencias graves en el frente brasileño

      El camino en Brasil rumbo a la asunción del líder del PT no deja de complicarse por las tensiones con el mercado y la actitud desafiante y provocadora del presidente saliente.

      El presidente electo brasileño Luiz Inácio Lula da Silva EFE

      No hay luna de miel, ni paciencia, tampoco buenos modos. No los habrá. Una lluvia con pretensiones ácidas comenzó a caer sobre Luiz Inacio Lula da Silva mucho antes del 1 de enero cuando debe asumir el poder de la segunda economía hemisférica.

      Ese panorama políticamente agreste amontona desde un exagerado reproche de los mercados hacia lo que vendrá, hasta grupos fanatizados con la Biblia en la mano que oran frente a los cuarteles por un golpe que derribe al nuevo presidente antes de su jura.

      La escena surrealista se completa con el partido oficialista revoleando sin pruebas el supuesto fraude en las elecciones y militares de alto rango en activo que insultan en las redes al próximo mandatario y a sus funcionarios. Todo ello con Jair Bolsonaro aprovechando sus últimos días en el poder para designar a sus hombres en puestos claves con la pura intención de estorbar a la gestión petista.

      Ese arsenal de tribulaciones tiene categorías, por cierto. No es lo mismo la provocación insustancial trumpista sobre la votación que la desconfianza que emite la Bolsa que reacciona en parte por errores propios del comando petista. 

      Las autoridades electas, incluido el mandatario, siguieron con discursos de barricada y manteniendo en secreto al futuro ministro de Economía y al equipo que lo acompañará. Es difícil traducir esa estrategia, pero son nítidos sus efectos negativos que revelarían cierta indecisión. 

      Las últimas versiones confirmaban la probable elección de Fernando Haddad, un hombre del riñon del PT, poco flexibile para negociar, acompañado del liberal Tercio Arida, rumores que fueron recibidos con una nueva caída de la plaza bursátil.

      Uno de los puntos de fricción sobre el cual se ha montado parte de la turbulencia es el reclamó del liderazgo lulista de un marco legal (Proposta do Enmenda Constitucao- PEC) que permita ampliar el techo del gasto público.

      En Brasil una ley impuesta por un aliado de Lula, Henrique Meirelles, liga excluyentemente el aumento de esas expensas a la evolución inflacionaria. Bolsonaro ha quebrado esa marca en al menos tres oportunidades en 2020, 2021 y 2022 por cifras extraordinarias. El mercado también lo castigó aunque en ocasiones ha sido indulgente.

      Protesta bursátil


      En octubre del año pasado, la Bolsa sumó en siete días una caída de 7,28%, el peor resultado semanal desde marzo de 2020 en lo peor de la pandemia. La razón fue el fondeo del programa Auxilio Brasil, una versión bolsonarista del Bolsa Familia de Lula, que subió de 300 a 400 reales (80 dólares) el subsidio en plena crisis por la enfermedad.

      Jair Bolsonaro en la pasada campaña presidencial. Foto AFPJair Bolsonaro en la pasada campaña presidencial. Foto AFP

      La cuasi corrida solo se alivió cuando el ministro de Economía, el ultraliberal Paulo Guedes, anunció que no renunciaría. La Bolsa en un solo día había caido 4,5%, convencidos los operadores que se desarmaría el equipo de Hacienda por semejante atrevimiento con las cuentas fiscales.

      Pero el propio Guedes, este año, antes de las elecciones, convalidó otro gasto social adicional de US$ 8 mil millones arrebatado con excusas en el Congreso. El ministro aclaró sin vueltas que el propósito era mejorar la imagen del presidente con vistas a las elecciones. Los mercados, en silencio.

      Lula y Bolsonaro apenas coincidieron en la campaña en la promesa de que ese subsidio se mantendrá el año entrante. Vencía originalmente el 31 de diciembre. Pero el mandatario electo sostiene que el Auxilio Brasil, que volverá a llamarse Bolsa Familia, debe contar con una base de 600 reales, 120 dólares.

      El presupuesto de Bolsonaro no incluye esos fondos. Tampoco hay líneas previstas para otros programas que aparecieron en el camino de las urnas como la ayuda a mujeres jefas de familia o la asistencia de 150 reales a cada niño pobre menor de 6 años, un segmento que creció más de 22% entre 2020 y 2021.

      Brasil confronta una pobreza en torno al 23,7% de la población medida en las grandes ciudades, según un estudio de la Pontificia Universidad de Río Grande do Sul, entre otras organizaciones. Entre la indigencia hay 33 millones de personas que no acceden con regularidad a los alimentos.

      El interés de Lula de arrancar su gobierno con ese capítulo controlado va más allá de la solidaridad con estos sectores pauperizados a los que en gran medida les debe el voto. Hay una motivación política que razona que es preciso apagar la mecha de esa bomba social o al menos estirarla para que no complique el camino de los ajustes que necesita la economía brasileña.

      Lula gobernó con superávit fiscal sus dos mandatos. Para repetir ese mérito, entre otras medidas duras, deberá reponer por ejemplo impuestos que Bolsonaro retiró de los combustibles para forzar una baja artificial de la inflación antes de las elecciones.

      Esa reversión generará un impacto en el costo de vida en un año que el crecimiento se encogerá gravemente debido a los abismos fiscales que heredará la nueva administración. No es casual que Lula se esté rodeando de economistas que vienen de la época de la creación del real y considerados ortodoxos para exhibir el valor que le dará a ese problema.

      El mercado lo sabe, pero su extrema sensibilidad se afirma en que el aumento de las necesidades de financiamiento del gobierno chocará con una situación mundial de altas tasas que encarece el dinero y por lo tanto habrá dificultades para atraer recursos. En esa encerrona todo puede suceder.

      Definir el nombre del futuro ministro de economía es central para exorcizar esos fantasmas. También para evitar que el futuro gobierno quede atrapado en un juego extorsivo frente a un Congreso de estirpe conservadora con el que se deberá negociar cada paso.

      Ilan Goldfajn, el funcionario brasileño del FMI que ahora presidirá el Banco Interamericano de Desarrollo.Ilan Goldfajn, el funcionario brasileño del FMI que ahora presidirá el Banco Interamericano de Desarrollo.

      Últimamente los mercados tendieron a serenase luego de que desde el cuartel petista el economista Nelson Barbosa anticipó que se reducirían las pretensiones de recursos extras. Ese dato se combinó con otras señales como la renuncia a los equipos de transición del exministro de Hacienda Guido Mantega, un desarrollista con inhibiciones judiciales y una historia compleja.

      Ex funcionario de Lula, Mantega manejó la economía durante el gobierno fallido de Dilma Rousseff que acabó en una extraordinaria crisis, con dos años de retracción del PBI y el estallido de una furia social que labró el camino presidencial de Bolsonaro. No es raro que Lula jamás hable de ese gobierno.

      Pragmatismo


      Otro dato de la hora, nada menor, ha sido el silencioso pero estridente aval del PT al brasileño Ilan Goldfajn para presidir el BID, un alto funcionario del FMI que había sido propuesto por Bolsonaro, y que Mantega intentó derrumbar con una supuesta gestión con la titular del Tesoro de EE.UU. Janet Yellen. 

      Habrá seguramente otras cuotas de pragmatismo atento al complejo escenario político que espera al nuevo mandatario. Bolsonaro está amontonando halcones y gestos autoritarios para construir desde ahora el estilo tóxico que tendrá la oposición en cuanto asuma el líder del PT. 

      La chicana del Partido Liberal oficialista denunciando las urnas en la segunda vuelta, que la justicia aplastó en apenas horas, forma parte de una receta para mantener activos a los grupos de fanáticos que reivindican en la calle al presidente saliente que no ha reconocido su derrota.

      Bolsonaro estimula ese desorden también para remarcar quien está a cargo de la oposición. Una batalla en la derecha brasileña que apenas está comenzando pero que se librará sob​re las espaldas del próximo gobierno. Esos juegos de poder corporizan graves deformaciones.

      Hace pocas horas trascendió un audio de uno de los magistrados del Tribunal de Cuentas Federal, Augusto Nardes, un aliado profundo del presidente, quien, en contacto con líderes de la agroindustria, afirmó que hay “movimientos” en los cuarteles y que “es cuestión de horas, días como máximo, una semana, dos, tal vez menos”, para un “desenlace muy fuerte en la Nación”.

      El presidente del Partido Liberal,  Valdemar Costa Neto, quien elevó la denuncia rechaza por la justicia sobre las urnas electorales. Foto AFPEl presidente del Partido Liberal, Valdemar Costa Neto, quien elevó la denuncia rechaza por la justicia sobre las urnas electorales. Foto AFP

      Ese tono golpista o antidemocrático, que se ve también en las marchas callejeras o en los bloqueos de rutas que en menor medida aún persisten, lo confirman incluso oficiales en actividad de las FF.AA. El portal de Estadao citó el caso del coronel Alberto Ono Horita, ex comandante de un batallón de paracaidistas y a cargo del Colegio Militar de Curitiba, el distrito donde fue juzgado Lula.

      En una cuenta personal, bajo el nombre Patriota_PQD (abreviatura de paracaidista), el militar compartió mensajes con bolsonaristas que descalificaban a Lula como “nueve”, el pseudónimo despectivo con el que sus enemigos llaman al lider del PT que perdió un dedo cuando era obrero metalúrgico.

      Después, el 30 de octubre, tras el fallo de las elecciones, el mismo coronel publicó una foto de Bolsonaro con un agradecimiento y la palabra “Vergüenza”, por los resultados. En una retahíla de 39 mensajes, llegó a calificar de “ladrón” al mandatario electo, futuro jefe de las FF.AA. Ono Horita no estuvo solo. Otros dos jefes militares también se pronunciaron en tonos militantes por Bolsonaro. Un disparate

      El presidente, a su vez, amontona decretos a días de salir del gobierno. Entre ellos designó a una asesora de su mujer Michelle, en el consulado de Orlando. Pero los nombramientos más polémicos han sido hasta ahora en la estratégica Comisión de Ética Pública, donde colocó a Celio Faria Junior, un ex funcionario de la Armada, y a Joao Henrique Nascimento de Freitas, aliado del hijo más polémico del mandatario, Flávio Bolsonaro. 

      Son cargos inamovibles, duran tres años y con capacidad de acceder a datos confidenciales e investigar sin objeciones el primer escalón del próximo gobierno. Como Trump, en la recta final de su mandato, y cuando todo debería estar dicho, Bolsonaro insiste con estos modos en estrujar la democracia sin reparar en los costos.   

      ​© Copyright Clarín 2022


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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo Cantelmi

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