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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo CantelmiPANORAMA INTERNACIONAL

      El mundo con viento de frente y líderes (por lo menos) confusos

      "El presidente Trump está hundiendo al país en el caos", dramatizó en un documento la futura presidente de la Cámara Baja, Nancy Pelosi

      El Capitolio. La sede de la batalla que se viene entre oficialismo y oposición. EFE

      El viento de cola define a un auge económico efímero surgido de condiciones que los beneficiarios suelen no controlar. Cuando cesa, produce al menos dos efectos determinantes. El primero es obvio: se apaga el tirón que facilitó que el gobernante de ocasión pudiera sobrevolar los conflictos y tramoyas, atribuyendo los éxitos a su habilidad más que a la coyuntura. Los países de nuestra región que experimentaron fenómenos populistas saben de esas derivaciones. El tirón de los ‘90 llenó de palabrerío los discursos autolaudatorios. Sucedió en Argentina, en Venezuela y Brasil. Hasta que acabó y se disparó el segundo efecto que es el que expone a estos líderes a la calamidad y al desafío de exhibir su habilidad o desnudar su impericia. Casi siempre, esto último. Los tiempos bajos confirman la noción que el filosofo alemán Walter Benjamín atribuía al final de los ciclos, cuando las cosas revelan su verdadera índole. Algo de esto ayuda a describir el laberinto por el cual anda estos días Donald Trump, y el mundo detrás de él, embriagados de desconcierto.

      La futura presidente de la Cámara de Representantes Nanci PelosiLa futura presidente de la Cámara de Representantes Nanci Pelosi

      La víspera de la Navidad, que el Presidente transcurrió prácticamente sólo en la Casa Blanca (“poor me”, escribió) , el Dow Jones, el barómetro preferido del magnate para exhibir sus éxitos, cayó más de 650 puntos, el mayor derrumbe en estas fechas desde la Gran Depresión en 1931. A las pocas horas experimentó un rebote también significativo. Esa intermitencia negativa se debe a la desaceleración que sufre el mundo con un pico de recesión que los pesimistas fijan en 2020. El derrumbe de casi 40% del precio del petróleo este año confirma la expectativa de menor actividad, también por las consecuencias de la guerra comercial lanzada por Washington contra China. Pero sobre este cuadro problemático, la Casa Blanca no ha hecho más que amontonar una retahíla de malas señales.

      El general Wesley Clark, fotografiado en 2004 durante una campaña para el partido demócrata que no prosperó. EFEEl general Wesley Clark, fotografiado en 2004 durante una campaña para el partido demócrata que no prosperó. EFE

      El domingo, poco antes de que la Bolsa se desbarrancara, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin se involucró en un bizarro intento para calmar a los inversores difundiendo sus diálogos con los titulares de los mayores bancos para aclararles que todo estaba normal. El efecto fue el opuesto. Lógicamente. Nadie se preocupa de lo que no existe. Por las mismas horas trascendió que Trump estaba analizando si podía despedir al titular de la Reserva Federal Jerome Powell, furioso por el alza de las tasas dispuestas por el Banco Central. Esos movimientos coincidieron con un cierre administrativo parcial del Estado que el Presidente provocó para obligar a que los demócratas acepten financiar su añorado muro frente a México. Un pretexto, en realidad, para mostrar músculo a la oposición antes de que el 3 de enero asuma el control de la Cámara de Representantes y de todas las comisiones que lo pesquisarán como nunca antes desde que llegó al poder.


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      Otro capítulo no menor de esta saga fue el anuncio inconsulto de Trump sobre el retiro de las tropas de Siria. La medida le costó la renuncia del último de los ministros respetados de su gabinete, el jefe del Pentágono Jim Mattis quien se despidió con un brulote demoledor contra su jefe y cosechando una enorme solidaridad bipartidaria e internacional. “Es la víspera de Navidad y el presidente Trump está hundiendo al país en el caos, se derrumba la Bolsa y se pelea con el jefe de la FED”, dramatizó un documento conjunto de la futura presidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi y del titular de la minoría demócrata en el Senado Chuck Schumer. La descripción no exagera. Trump arrancará 2019 con un jefe del Pentágono interino, un jefe de Gabinete interino, un ministro de Justicia interino y un embajador en la ONU interino. Además, con un ministro del Interior que debió renunciar arrasado por 9 causas de corrupción. No es casual que la palabra “caos” se repita como una letanía también en los análisis de la mayoría de los medios.

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      ​Trump basó la decisión de retirarse de Siria en que se completó la misión destinada a destruir al ISIS. La salida cumpliría, entonces, una promesa de campaña. Pero el problema con ese argumento es que es falso. La coalición internacional de más de medio centenar de países que encabezaba EE.UU. hizo mucho menos contra la banda terrorista que las milicias kurdas, o las tropas rusas que entraron en combate en 2015. La “debilidad” interesada de esa coalición, que también integraba Arabia Saudita, forma parte de un capítulo negro de esta guerra sobre cuáles fueron los financistas del califato, quién los protegía y para quiénes operaban. Salvo que se pretenda escapar de estas dudas dando credibilidad a la versión muy repetida por oportunismo o ignorancia sobre que este grupo reencarnaba la batalla entre sunnitas, shiitas y jariyies tras la muerte del profeta en el 632.

      El problema elemental para Trump es que con su decisión traicionó un precepto histórico de EE.UU. que consiste en mantener el pie en la región para poner un límite a Rusia y a China. Y por debajo de esas potencias, contener a Irán. Ese era el plan de George W. Bush tras los atentados del 11-S que usó como pretexto para imaginar una ofensiva sobre siete países de la región cuya última escala era la potencia persa, según reveló, en su momento, un azorado general Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN. El senador demócrata Chris Coons sintetizó la furia del establishment al reprochar que “Trump le ha dado un enorme regalo de Navidad a Vladimir Putin y al Ayahotllah Khamenei en Irán.”


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      El riesgo de hacer las cosas como las hace Trump –y pretendía hacerlas Bush- es que los actores de este enredo se muevan por las suyas, como ya está ocurriendo. Israel acaba de bombardear depósitos militares de Irán en Siria en un ataque de magnitud con pocos precedentes. Turquía esta alistada para arrasar las posiciones de los kurdos que han quedado inermes sin el auxilio norteamericano. Por lo tanto, esa milicia, que luchó con los estadounidenses ahora se ha aliado con el régimen proruso de Damasco para enfrentar la ofensiva turca. La situación de posguerra en Siria es un camino de difícil retorno. El régimen de Bashar al Assad ya esta siendo reconocido por el entorno árabe y hasta por Israel. Rusia ya domina ese espacio, contiene a Irán y habilita a China para comenzar a tejer inversiones. Quizá por ello Trump se contentó con viajar a Irak y escribir en las gorras de los soldados su consigna de reelección para el 2020, politizando a los militares como hacen los caudillos en las fronteras más desprovistas del mundo.

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      Este desorden, que afiebra al establishment norteamericano, se constata no sólo en aquellas distancias. La ruptura de la relación con Cuba, que construyó Barack Obama, canceló proyectos de inversión que hubieran acelerado el cambio interno que disparaba el agotamiento de la burocracia comunista. Ha sido la Cámara de Comercio norteamericana un factótum de ese relacionamiento. Hace horas el Parlamento de la isla aprobó una Constitución que redujo el empeño de Raúl Castro de imitar el proceso vietnamita de apertura capitalista en la mayor de las Antillas.


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      El costo de ese fracaso, impulsado ciegamente por esta Casa Blanca, no solo consolida la gerontocracia aislacionista de La Habana. También sacrificó una probable ficha del ajedrez regional para contener la deriva autoritaria de Venezuela y Nicaragua, trastocadas en dictaduras represivas al estilo de las que asolaron en la región en los años 70. Un dolor de cabeza que reconocían en privado los diplomáticos cubanos. Así, mientras se tuerce la relación con Cuba, la tiranía nicaragüense negocia su sobrevivencia incluso en EE,UU. y Venezuela se consolida como el puerto de entrada de Rusia a la región. Es verdad, todo parece improvisado cuando el viento golpea de frente.
      ​Copyright Clarín, 2018.


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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo Cantelmi

      Editor Jefe sección El Mundo mcantelmi@clarin.com

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