Noticias hoy
    En vivo

      El Papa proclamó santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II

      Francisco canonizó a los dos pontífices más populares del siglo XX. Lo hizo junto a su predecesor, Benedicto XVI, en un hecho inédito. Unos 800 mil asistentes a la consagración colmaron San Pedro. Fotogalería en HD

      Redacción Clarín

      Desde ayer, el culto de San Juan XXIII y de San Juan Pablo II está extendido obligatoriamente a la Iglesia. Ocurre luego de que en una histórica ceremonia nunca vista, en la que dos Papas vivos concelebraron para canonizar a los dos grandes pontífices del siglo XX, Francisco proclamó santos a Angelo Roncalli, italiano, y Karol Wojtyla, polaco. Asistió a la canonización una multitud estimada en 800 mil personas, de las cuales la mayoría no pudo entrar en el recinto de seguridad que abarcaba la plaza de San Pedro y las cinco cuadras de la vía de la Conciliación hasta el río Tiber. En otro hecho extraordinario, el emérito Benedicto XVI concelebró la misa.

      Más de la mitad de los fieles y curiosos tuvieron que conformarse con presenciar la ceremonia de canonización en 19 pantallas gigantescas puestas en puntos estratégicos del centro de Roma. Las trasmisiones internacionales por nueve satélites en alta definición agregaron dos mil millones de telespectadores, junto con los que en 20 países pudieron asistir a la proyección en cines y teatros con anteojos especiales, por primera vez, de la consagración de dos nuevos santos por el sistema tridimensional.

      Con este contexto mediático formidable, el Papa Francisco lanzó un mensaje de unidad de la Iglesia que significa también apoyarse en el respaldo de dos figuras tan populares y distintas como Juan XXIII y Juan Pablo II para dar un nuevo impulso a su programa apostólico reformista, que implica a la vez una revolución en la Iglesia católica y sus estructuras necesitadas de un remozamiento.

      Además, pidió la intercesión de los nuevos santos en el camino que ha emprendido para realizar dos Sínodos Mundiales de Obispos dedicados a la familia, que afrontarán delicados temas doctrinarios y de acción pastoral.

      La misa comenzó a las diez de la mañana con la entrada en procesión del Papa al sagrario de la basílica de San Pedro que se prolonga por las escaleras que terminan en la gran plaza con 208 columnas que “abrazan al mundo”. Francisco inspiró profundamente, hizo una pausa y leyó la proclamación en latín: “Declaramos y definimos a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II santos, los inscribimos en el Catálogo de los Santos y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos”. La multitud estalló en ovaciones, flameando las banderas de muchos países, entre ellas las argentinas.

      Bajo el sagrario a la izquierda, en el mar de color rojo de los hábitos de 150 cardenales, se destacaba en la silla a la izquierda de la primera fila una figura blanca: la del Papa emérito Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, de 87 años y aspecto muy frágil, que renunció el 28 de febrero del año pasado y abrió el camino para la revolución de Francisco, elegido el 13 de marzo.

      Benedicto había llegado hacía casi media hora vestido todo de blanco y con el mitra episcopal en la cabeza, que poco antes de sentarse le ayudó a quitarse Guillermo Karcher, el monseñor argentino de la Secretaría de Estado que es uno de los más íntimos colaboradores del Papa. A Karcher se lo vio después a la derecha de Jorge Bergoglio en toda la ceremonia. Al llegar, Francisco fue a abrazar a Joseph Ratzinger. Más hacia la plaza, detrás de los cardenales, estaban sentados un millar de obispos que también concelebraron la misa.

      De la otra parte se extendía el mundo laico de las delegaciones extranjeras.

      Veinticuatro jefes de Estado, entre ellos los reyes de España, y diez primeros ministros. Presidió la delegación de nuestro país el canciller Héctor Timmerman. En total había 122 naciones representadas.

      En su homilía, durante la misa de proclamación, Francisco elogió a “dos hombres valerosos”. Recordó que San Juan XXIII (1958–63) y San Juan Pablo II (1978–2005) fueron “dos hombres valientes”. “Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias pero no se dejaron abrumar. Colaboraron con el Espíritu Santo para actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria”.

      El Papa argentino recordó que “no olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia”. Dijo que el Concilio Vaticano fue “el gran servicio a la Iglesia” que prestó Angelo Roncalli” y lo calificó como “el Papa de la docilidad al Espíritu Santo, que ha sido para la Iglesia un pastor y una guía”. De Juan Pablo II, en cambio, recordó que “ha sido el Papa de la familia. El mismo dijo una vez que quería ser recordado como el Papa de la familia. Me complace destacarlo mientras estamos viviendo un camino sinodal (por el Sínodo de octubre próximo) dedicado a la familia y con las familias”.

      Tras la homilía, el Papa recibió los relicarios con las reliquias de los dos nuevos santos: una ampolla de sangre de Juan Pablo II y un pedazo de piel de Juan XXIII. Los relicarios fueron exhibidos después sobre el altar, mientras seiscientos sacerdotes recorrían la plaza San Pedro y sus alrededores distribuyendo la comunión a los fieles que comulgaban. Al concluir la misa, Francisco caminó hacia donde estaba Benedicto y volvió a saludarlo con gran afecto.