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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo CantelmiPanorama Internacional

      Recalculando: ¿qué es esto de que China devalúe?

      Fue la primera vez en once años y significó un duro golpe para los mercados mundiales. La reacción al ataque arancelario de Trump parece cerrar el diálogo y se abre un camino complicado y de enorme riesgo.

      Billetes de 100 yuanes, el arma de réplica del Imperio del Centro a la ofensiva arancelaria. REUTERS

      Hace ya casi un cuarto de siglo, el economista de Harvard y el MIT, Lester Thurow, pronosticó que La guerra del siglo XXI, el título de su más celebrado libro (Head to head en el original inglés) sería sin muertos, con los rivales disputando espacios comerciales. La historia no fue muy amable con esa profecía, entre otros aspectos porque este analista supuso que ese mundo futuro sería batallado entre EE.UU., Europa y Japón. Aparte de que las balas no se detuvieron, más bien al contrario, y no estaba en el mapa el estrechamiento de Japón, la recesión europea y la mejora impresionante de la posición estratégica de China, hoy sin embargo la realidad muestra que muchas de las ideas de Thurow venían por el camino correcto. Aunque lo hicieran por un desfiladero.

      Beilletes, billetes. Un banco en Lianyungang, al este de la provincia de Jiangsu AFPBeilletes, billetes. Un banco en Lianyungang, al este de la provincia de Jiangsu AFP

      El choque entre China y EE.UU. es precisamente un colosal litigio por espacios comerciales. La buena noticia es que estas disputas hace no tanto se dirimían en guerras como las que ensangrentaron al mundo el siglo pasado. De modo que lo que sucede es una gran novedad. Pero, como veremos, el problema son los límites y su debilidad. Mientras Beijing y Washington se cruzan amenazas y maltratos, no es claro si hay prevista una puerta de salida que pueda ser abierta antes de que la crisis escape de control como parece que ya está ocurriendo.

      Lester Thurow profesor instituto tecnologico de massachusset [mit]Lester Thurow profesor instituto tecnologico de massachusset [mit]

      Otra duda más compleja, cuya importancia crece en proporción inversa a la esperanza de un acuerdo, interroga hasta qué punto hay espacio en el cuarto para estos dos gigantes. Uno que intenta mantener su predominio con espaldas que se explican en su enorme PBI por encima de los 20 billones de dólares (millones de millones). Y el otro, con un crecimiento exponencial similar ya al de su rival en Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) y determinado a ocupar el lugar hegemónico en unos pocos lustros.

      A esta incógnita se refirió hace dos años el presidente chino Xi Jinping en el IXX Congreso del Partido Comunista. Allí mentó la conocida Trampa de Tucídides, afirmando que esa metáfora fatalista no se repetirá. En el 411AC ese brillante cronista de la guerra del Peloponeso había concluido que “el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta hizo que la guerra fuera inevitable”. En el pensamiento de Xi, China no será la Atenas frente a la Esparta estadounidense. O dicho de otro modo, existe espacio suficiente para que se desplieguen ambos jugadores. La realidad, sin embargo, parece seguir otro guión.

      La ofensiva sobre China es una cuestión de estrategia nacional norteamericana por encima de otros desafíos, incluyendo el ruso. El punto es cómo se libra la batalla. Los modos de la administración de Donald Trump, con sus consecuencias no deseadas, no son compartidos por el establishment mundial y ni siquiera por la totalidad del norteamericano, lo que indica un quiebre allí donde se toman las decisiones.

      Peter Navarro y Donald Trump. El asesor respaldo la ofensiva contra ChinaPeter Navarro y Donald Trump. El asesor respaldo la ofensiva contra China

      Un efecto de esos procedimientos burdos ha sido la decisión de la Casa Blanca de intentar acorralar al adversario con un nuevo arancelamiento de 10% sobre el remanente de las importaciones de la República Popular, un paquete de US$300 mil millones. China reaccionó liberando al yuan para que el mercado lo devalúe. Ese movimiento sin precedentes en más de una década, abrió una grieta en el sistema. Beijing por años intervino para mantener la paridad sobrevaluada en torno a 7 yuanes por dólar. Ahora los analistas pronostican que alcanzará 7,30 antes de fin de año. Ese registro mejorará el frente exportador de la potencia asiática pero le complicará sus importaciones, un problema en camino para los productores de commodities que centralizan en China su canasta exportadora.

      La movida de China fue una manipulación, por cierto, como reprochó Trump, pero fue además una advertencia sobre que ya no hay límites ni esperanzas de un acuerdo. “En una escala de 10 la réplica de China es 11”, reseñó Chris Kuege analista de Cowen Research Group a sus clientes. La crisis bursátil que detonó esa devaluación causó pérdidas de capitalización bursátil de más de 700 mil millones de dólares en EE.UU. Si se requiere un número para describir las consecuencias de este culebrón proteccionista, ahí lo tienen.

      Por estos motivos la imposición de los nuevos aranceles de 10% contra China se hizo con la objeción del ministro de Economía norteamericano, Steven Mnuchin , y hasta del habitualmente inflexible representante comercial Robert Lighthizer. Ambos temían por la reacción del otro lado. No fue el caso del asesor comercial de Trump, Peter Navarro, un hombre que refleja el pensamiento dominante en áreas del gobierno respecto a que China es un enemigo a vencer y no un competidor con el cual acordar.

      El ministro de Economía de EE.UU.  Steven Mnuchin, opuesto a el último aumento de 10% de aranceles contra China. EFEEl ministro de Economía de EE.UU. Steven Mnuchin, opuesto a el último aumento de 10% de aranceles contra China. EFE

      Duro crítico de la globalización y los acuerdos multilaterales, Navarro es autor de una docena de libros algunos de cuyos títulos son transparentes: “Las próximas guerras chinas” (2006) “Muerte por China”( 2011) y el más reciente “Tigre agazapado: lo que significa el ascenso militar de China para el mundo”. En el primero de esos libros, que Trump dice que es su favorito, Navarro describe al gigante asiático como “un reino de pesadilla donde se respira el hedor de un miedo desgarrador manchado de sudor” y califica a sus dirigentes como miembros “miopes, corruptos e incompetentes” del Partido Comunista. En su visión, China “ha destruido las industrias y las vidas” de los estadounidenses inundando al país con sus productos “ilegalmente subvencionados contaminados, defectuosos y cancerígenos”.

        “No pienses que soy lo que antes era” le contestaría el historiador y sinólogo Harry Gelber con la frase que Shakespeare pone en labios de Enrique IV. El prejuicio que revela Navarro no pasaría de la anécdota si no fuera porque deviene en acciones. Este viernes Trump confirmó ese comportamiento al negar un acuerdo con Beijing y quitarle sentido a una nueva ronda de negociaciones que debería realizarse en setiembre. Otra vez estallaron las Bolsas.

      Estos juegos de acorralamiento se asocian con lo imprevisible. Para los economistas nunca hubo dudas de que China jamás se atrevería a tocar la inmensa reserva de bonos del Tesoro de EE.UU. (más de US$ 1,1 billón), que convierte al país en el mayor acreedor norteamericano. Sucede que si libera en avalancha esos papeles al mercado el precio caería y se elevarían los rendimientos como ocurre con inversiones de riesgo. Dado que esos rendimientos son la referencia para los créditos comerciales y de consumidores, al dispararse la tasa de interés se elevaría el costo de las deudas empresarias, las hipotecas y los créditos al consumo. Le dicen “el arma atómica”. Pero su activación dañaría no solo al adversario sino a la propia riqueza de China y a su histórica noción de que el mercado de EE.UU. le es tan necesario como el europeo. No se daña lo que se necesita.

      Si la crisis pierde control, esos presupuestos se disolverían. Hace cuestión de horas, el jefe del Pentágono, Marc Esper, anunció en Australia la instalación de baterías de misiles en el Pacífico. Ese fue uno de los propósitos de la decisión de EE.UU. de retirarse del acuerdo de 1987 con Rusia que prohibía los proyectiles nucleares de medio y corto alcance. Ese rango dejaba fuera del arenero a Europa y a gran parte del Pacífico.

      Esper aludió como explicación al poderío chino que sería consecuencia de una “economía depredadora” con la cual militarizó bienes comunes como el Mar del Sur de la China. El canciller Mike Pompeo, fue aún más específico: “Se dice que comercio y economía son asuntos diferentes de la seguridad nacional. No cometan errores... “.

      Hasta ahora Thurow ha acertado, al menos en lo principal. Sería ideal que siga así.

       Copyright Clarín, 2019


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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo Cantelmi

      Editor Jefe sección El Mundo mcantelmi@clarin.com

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