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      Carlos Pérez Llana
      Carlos Pérez LlanaEspecial Clarín. Análisis 11-S

        Una retirada de Afganistán, imaginada como el cierre del ciclo iniciado el 11-S

        Biden pensó que EE.UU. debía dejar el suelo afgano para cerrar la guerra contra el terror lanzada 20 años atrás. Pero la apuesta implicaba desafíos.

        El atentado hace veinte años, la gente escapa del atentado. Cezaro de Luca

        El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, apostó a que el 11 de septiembre del 2021 debía cerrarse el ciclo de la guerra global contra el terrorismo islámico, declarada por el presidente George W. Bush luego del atentado de Al Qaeda en Nueva York.

        Habiendo definido la amenaza china como nuevo proyecto estratégico, para el presidente demócrata era necesario abandonar Afganistán, símbolo fundante del orden post-Guerra Fría, según los republicanos neoconservadores.

        La decisión de Biden fue estratégicamente correcta y puso en evidencia una conciencia inédita de los límites del poder americano y de la inviabilidad de las guerras perpetuas.

        ESPECIAL 11S ATENTADO NUEVA YORK (ESTADOS UNIDOS) ARCHIVO 11/09/01 Vista del Ground Zero de la ciudad trabajan en llamada Zona Cero entre los escombros World Trade Center luego atentado el que dos aviones lÌnea derribaran las Torres Gemelas.  Cézaro Luca FTP CLARIN AAA07 06WTC.jpg Z InvitadoESPECIAL 11S ATENTADO NUEVA YORK (ESTADOS UNIDOS) ARCHIVO 11/09/01 Vista del Ground Zero de la ciudad trabajan en llamada Zona Cero entre los escombros World Trade Center luego atentado el que dos aviones lÌnea derribaran las Torres Gemelas. Cézaro Luca FTP CLARIN AAA07 06WTC.jpg Z Invitado

        Ahora bien, ¿esa misión era viable en los plazos y condiciones de una agenda acordada entre el ex presidente Donald Trump y los Talibán? Decididamente, la firma del Acuerdo de Doha -en febrero del 2020- entre el Secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo y el Jefe de la Delegación talibán, Abdulghani Baradar, que estableció la retirada norteamericana para mayo del 2021, constituyó una trampa.

        Trump temía que en plena campaña electoral su reelección quedara expuesta a una ofensiva talibán. El recuerdo del ex presidente James Carter estuvo presente: perdió su reelección en la toma de la Embajada en Irán en 1979. Trump pactó una retirada con fecha lejana que le permitía ganar tiempo hasta las elecciones, para el después confiaba en su destreza y si perdía no sería su problema. Biden mantuvo el compromiso y postergó el plazo hasta agosto. Allí selló su suerte.

        Cuesta entender cómo un equipo solvente no advirtió que el calendario pactado era una misión imposible. ¿Qué se ganaba con postergar manteniendo las mismas tropas con el mismo gobierno local? ¿Qué se ganaba retirándose en el verano afgano, una estación más propicia para la circulación de las tropas talibanas? ¿Qué se ganaba sin maximizar el poder aéreo?

        Sólo era entendible una prórroga de la retirada en orden a preparar una logística apropiada que debía contar con la inteligencia requerida.

        En verdad, en Afganistán todo fue ficción. Las elecciones del 2004 fueron una ficción porque así lo prescribía la construcción de una democracia “llave en mano”, que según los ideólogos de Bush acabaría con los “señores de la guerra” y con la influencia del islamismo; también fue ficción el gobierno local.

        No se advirtió que la religión islámica históricamente alimentó al nacionalismo afgano, que se diferencia de la Jihad islámica en sus versiones Al Qaeda y Estado Islámico (conocido también como ISIS).

        En otras palabras, la Jihad tiene una vocación global, mientras el “talibanismo” está circunscripto a un territorio. Por esa razón, los Talibán se comprometieron, sin contradecirse, en el Acuerdo de Doha a no proteger en sus tierras a los grupos terroristas que adhieren a la guerra santa global.

        Ellos pagaron un alto precio por la “hospitalidad” que el jefe espiritual de los Talibán, el Mullah Omar, le otorgó al ideólogo de la red Al Qaeda, Osama Bin Laden, en 1996, cuando huía de Sudan, a cambio de su ayuda para liquidar a la resistencia que en el valle de Panshir lideraba el Comandante Ahmud Massud, la tierra que ahora cobijó a la única oposición anti-Talibán.

        Una patrulla taliban en Kabul. EFEUna patrulla taliban en Kabul. EFE

        Ahora bien, ¿qué conclusiones provisorias pueden adelantarse de la apresurada retirada de las tropas estadounidenses y de sus aliados occidentales de Afganistán?

        Hasta ahora lo fácil es comparar Kabul con Saigón. Allí también hubo fallas que ni el mismo ex secretario de Estado, Henry Kissinger, logró justificar. También se olvidan otros fracasos notables: un “duro” como el ex presidente republicano Ronald Reagan abandonó Beirut en 1984 y en 1991 su sucesor, George Bush, dejó Irak, abandonando a quienes lo habían apoyado, shiítas y kurdos, en manos del líder iraquí Saddam Hussein. Es usual identificar a quienes ganan con esta derrota simbólica: obviamente ganan los que mantienen pulseadas estratégicas con los EE.UU, por ejemplo Beijing, Moscú y Teherán. Pero también existe otra grilla de balance.

        Terminada la Guerra Fría, Singer y Wildavsky -“The Real World Order”- identificaron el nuevo clivaje: “zonas de paz vs. zonas de desorden”. Ese es el mundo actual. Mientras la puja estratégica se condensa entre Washington y Beijing, una vastísima geografía verá crecer la violencia. En ese escenario tiene relevancia el “islamismo de redes”, que se difunde particularmente en Europa, y que se traduce en terrorismo de mayor o menor intensidad.

        Existe un “momento islámico” post-Kabul y eso obligará a Francia, por ejemplo, a retirarse del Sahel africano, donde Al Qaeda y el ISIS se expanden. Mientras tanto, en Washington la suerte de Biden se jugará en la economía y en las encuestas que hasta la fecha muestran apoyo al fin de la ocupación y el cuestionamiento a la gestión de la retirada.


        Sobre la firma

        Carlos Pérez Llana
        Carlos Pérez Llana

        Profesor de Relaciones Internacionales de las Universidades Di Tella y Siglo 21.

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