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      Costa Rica está agobiada por el éxodo nicaragüense

      El Presidente Carlos Alvarado Quesada reprueba las protestas antiinmigrantes.

      Costa Rica está agobiada por el éxodo nicaragüenseUna violenta crisis política ha obligado a los nicaragüenses a huir, lo que ha puesto a prueba el sistema de inmigración de Costa Rica. (Meghan Dhaliwal for The New York Times.)
      Redacción Clarín
      Por Kirk Semple

      PEÑAS BLANCAS, Costa Rica — Los tres hombres, temiendo por sus vidas, salieron de sus casas en el oeste de Nicaragua al amparo de la noche. Un taxi los condujo al sur durante horas. En una curva de la ruta, bajaron del auto, caminaron por matorrales y bosques, pasaron a través de un hueco en una cerca de baja altura —y emergieron en Costa Rica.

      “Sentimos alivio”, relató más tarde esa mañana uno de ellos, Octavio Robleto, abogado de 57 años, mientras esperaba con los otros dos, ambos familiares, afuera de la oficina de inmigración de Costa Rica, donde planeaban solicitar asilo.

      En Nicaragua, dijo “vivimos totalmente aterrorizados”.

      Las calles de Nicaragua estallaron en protestas a mediados de abril y el presidente Daniel Ortega tomó medidas represivas, matando a cientos y paralizando la economía.

      Miles de nicaragüenses han huido, muchos dirigiéndose a Costa Rica donde han solicitado asilo, abrumando a los funcionarios migratorios del gobierno.

      La afluencia nicaragüense ha representado un desafío para el presidente Carlos Alvarado Quesada, que también lucha contra una crisis económica y la violencia relacionada con el narcotráfico.

      El reto de la migración también ha puesto a prueba el espíritu de hospitalidad y positivismo cuidadosamente cultivado de Costa Rica, exponiendo trasfondos de prejuicio antinicaragüense.

      A finales de agosto, en la capital, San José, manifestantes llegaron a un parque que se ha convertido en un popular lugar de reunión de nicaragüenses. Gritando insultos antinicaragüenses, chocaron con oponentes, lo que se tradujo en docenas de arrestos.

      “Hago un llamado a la calma, a la paz”, dijo Alvarado Quesada en un discurso televisado. “Ante los llamados de odio o violencia, debe prevalecer la sensatez, la prudencia, la inteligencia y la solidaridad”.

      Epsy Campbell Barr, ministra de Relaciones Exteriores y primera vicepresidenta de Costa Rica, dijo que el gobierno se preparaba para que la situación política en Nicaragua empeorara, posiblemente empujando a muchos migrantes más a Costa Rica.

      La crisis amenaza con volverse “demasiado grande para un país con las condiciones de Costa Rica”, indicó.

      La migración de personas que huyen de la violencia, la incertiumbre política, la pobreza y los desastres naturales tiene años de poner a prueba la determinación política y la buena voluntad de los gobiernos de toda América Latina.

      Cientos de miles de centroamericanos, en su mayoría de El Salvador, Honduras y Guatemala, han dejado sus hogares en los últimos años en busca de mejores vidas en otros lugares, principalmente en Estados Unidos. Más de 2 millones de venezolanos han dejado su país, dispersándose por el Ccntinente Americano y Europa.

      La frontera de Costa Rica es porosa, con pocas barreras y una policía abrumada, lo que facilita los cruces ilegales. (Meghan Dhaliwal for The New York Times.)La frontera de Costa Rica es porosa, con pocas barreras y una policía abrumada, lo que facilita los cruces ilegales. (Meghan Dhaliwal for The New York Times.)

      La oleada actual de migrantes es sólo la más reciente en décadas de inmigración nicaragüense a Costa Rica, cuya población de emigrados nicaragüenses asciende a casi 500.000, o una décima parte de la población general del país.

      Este año, más de 24.000 nicaragüenses buscaron asilo en Costa Rica, un marcado incremento respecto a las 6.300 personas de todas las nacionalidades el año pasado.

      Algunos funcionarios reconocen que la Policía fronteriza está rebasada, que la frontera es permeable y que hay poco que impida que los nicaragüenses entren al país libremente.

      Líderes nicaragüenses de las protestas callejeras, perseguidos por el gobierno de Ortega, han buscado refugio al otro lado de la frontera. Temen que el gobierno de Nicaragua haya enviado espías a Costa Rica para cazar a los manifestantes en exilio.

      “Nadie quiere estar aquí”, dijo Alejandro Bravo, líder de la oposición que busca asilo junto con veintenas de camaradas. “No quiero estar aquí”, continuó. “Pero quiero seguir con vida”.

      Las monjas de Casa María Auxiliadora, una iglesia en San José que ha estado ofreciendo comidas y servicios sociales a los migrantes, dijeron que habían tenido que echar a personas sospechosas de ser “infiltrados” que trabajan de parte del gobierno de Ortega.

      Recientemente, miles de recién llegados han terminado en La Carpio, un barrio pobre y densamente poblado en la capital con muchos nicaragüenses.

      Alicia Avilés Avilés, una lider cívica del barrio, huyó de Nicaragua a Costa Rica en los 90, pero dijo que le preocupaba que el repentino flujo de recién llegados sobrecargara a los escasos servicios públicos de La Carpio.

      Por ahora, dijo, el barrio puede manejarlo, pero Avilés se preguntaba qué pasaría si esta crisis persiste.


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