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      Las “vírgenes consagradas” de Albania hoy se atreven a vivir como mujeres

      Se declaraban hombres para poder disfrutar de los privilegios masculinos.

      Las "vírgenes consagradas" de Albania hoy se atreven a vivir como mujeresGjystina Grishaj eligió hace décadas vivir el resto de su vida como un hombre en parte para evitar el matrimonio. Foto Laura Boushnak para The New York Times.

      LEPUSHE, Albania — Cuando era una adolescente atrapada en una aldea patriarcal y tradicionalista en las montañas en el extremo norte de Albania, Gjystina Grishaj tomó una decisión drástica: viviría el resto de su vida como hombre.

      No quería que la casaran y tampoco le gustaba cocinar o “hacer cualquiera de las cosas que hacen las mujeres”, así que se unió a una fraternidad albanesa que desafía los roles de género y a cuyos integrantes se les conoce como “burrneshat”, o “mujeres-hombre”, y adoptó un apodo masculino: Duni.

      “Tomé una decisión personal y les dije:

      Diana Rakipi, una burrnesha de la ciudad costera de Durres, dijo que sus padres la criaron para sustituir a su hermano muerto. Foto Laura Boushnak para The New York Times.Diana Rakipi, una burrnesha de la ciudad costera de Durres, dijo que sus padres la criaron para sustituir a su hermano muerto. Foto Laura Boushnak para The New York Times.

      ‘Soy un hombre y no quiero casarme’”, recordó Duni sobre el momento en que habló con su familia.

      Pocas mujeres hoy quieren convertirse en lo que los antropólogos llaman las “vírgenes juramentadas” de Albania, una tradición que data de hace siglos.

      Hacen un juramento de celibato de por vida y disfrutan de privilegios tradicionalmente masculinos, como el derecho a tomar decisiones familiares, fumar, beber y salir solas.

      Duni dijo que su decisión fue ampliamente aceptada, aunque su madre siguió intentando que cambiara de opinión hasta el día de su muerte, en el 2019.

      Como sucede con otras burrneshat, la gente sigue llamando a Duni —que sigue siendo Gjystina Grishaj en documentos oficiales— de la manera tradicional, con pronombres y apelativos femeninos, y ella no se considera transgénero.

      El pueblo de Duni, que es cristiano como gran parte del norte del país, ha empezado a deshacerse de su aislamiento claustrofóbico en años recientes, gracias a la construcción de una sinuosa carretera que atrae a visitantes, pero que también ofrece una salida a las mujeres locales que quieren vivir su propia vida.

      “La sociedad está cambiando y las burrneshat están desapareciendo”, afirmó Gjok Luli, experto en las tradiciones del norte de Albania.

      No hay cifras exactas de cuántas quedan, pero de la docena que más o menos hay, la mayoría es de edad avanzada.

      Es probable que Duni, de 56 años, sea la más joven, dijo.

      La sobrina de Duni, Valerjana Grishaj, de 20 años, de adolescente decidió dejar las montañas y mudarse a Tirana, la capital albanesa de mentalidad relativamente moderna.

      “Todas mis amigas están casadas desde los 16 años”, dijo.

      Entendía por qué su tía tomó esa decisión, dijo.

      “No había mujeres fuertes e independientes allá. Para serlo, tenías que convertirte en hombre”.

      Al declararse hombre, Duni no estaba atacando las normas de género convencionales, sino sometiéndose a ellas.

      Los hombres, creían todos en su remota aldea alpina de Lepushe, siempre tendrían más poder y respeto, por lo que la mejor manera de que una mujer compartiera su privilegio era unirse a ellos, en lugar de intentar vencerlos.

      Diana Rakipi, de 66 años, una burrnesha criada en el norte antes de mudarse al sur, a Durres, prometió servir a la familia como un hombre.

      Nacida después de que el único hijo de sus padres murió por enfermedad, Rakipi dijo que creció escuchando que había sido enviada por Dios para sustituirlo.

      © 2021 The New York Times

      Sobre la firma

      Andrew Higgins

      The New York Times

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