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      Aborto: ¿cómo sigue después del rechazo?

      Se abre ahora un proceso de pensamiento colectivo sobre qué camino deberíamos tomar para reimpulsar, de modo compatible con nuestro estado democrático de derecho, una agenda que consideramos justa y necesaria. 

      Aborto: ¿cómo sigue después del rechazo?Manifestacion a favor del aborto frente al Congreso. Foto MARCELO CARROLL
      14/08/2018 18:18

      Quienes estamos a favor de la despenalización y legalización del aborto lamentamos, por supuesto, la decisión tomada días atrás en el Congreso. Se abre ahora un proceso de pensamiento colectivo sobre qué camino deberíamos tomar para reimpulsar, de modo compatible con nuestro estado democrático de derecho, una agenda que consideramos justa y necesaria.

      En sendos artículos publicados en Clarín, Roberto Saba por un lado y Sebastián Linares y José Luis Martí por otro, han propuesto, el primero llevar el caso a la Corte Suprema para que ésta declare la inconstitucionalidad de la legislación actual. Los segundos, que debería promoverse un referéndum nacional, que sea directamente la ciudadanía quién decida.


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      Creo que quienes abrazamos la causa del aborto legal y gratuito no deberíamos adoptar estas propuestas, por razones tanto estratégicas como morales.


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      En cuanto a llevar la causa a la Corte, el argumento que Roberto Saba esgrime como fundamento de semejante apelación es débil. Él sugiere que el artículo 19 de nuestra Constitución Nacional, al establecer que “las acciones privadas de los hombres, que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”, establece la prohibición por parte del estado de imponer tanto modos de vida como elecciones que alteren fundamentalmente los ya elegidos por los individuos, en este caso las mujeres que no desean ser madres. Pero, gran parte del desacuerdo en el Congreso, consistió justamente en si los fetos (en el lenguaje de quienes estamos a favor proyecto) o los niños por nacer (en el de quienes están en contra) son o no “terceros” en el sentido de la Constitución. A mi juicio, ésta no decide el tema sino que lo difiere al Congreso.


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      De aquí que es probable que una Corte respetuosa de las decisiones democráticas decida que, por ahora, nuestra comunidad entiende que los fetos son “terceros”. Y que, por lo tanto, no corresponde rechazar por inconstitucional la ley actual. Por lo demás, como no es obvio si los fetos son o no terceros en el sentido de la Constitución, como ésta es una cuestión sobre la que tenemos un desacuerdo moral y constitucional profundo, haríamos bien en respetar lo que nuestros representantes, mediante los procedimientos que nos hemos dado a nosotros mismos como comunidad, decidieron.

      Jóvenes salieron a la calle a pedir por el aborto legal, mientras el pasado 8 de agosto la ley, que finalmente fue rechazada, se debatía en el Senado. Foto MARCELO CARROLLJóvenes salieron a la calle a pedir por el aborto legal, mientras el pasado 8 de agosto la ley, que finalmente fue rechazada, se debatía en el Senado. Foto MARCELO CARROLL

      Bajo cualquier concepción robusta de “democracia”, el máximo tribunal no sólo puede rechazar la demanda, no sólo es probable que lo haga. Por el contrario, debe hacerlo si ha de reconocer su valor.

      Otra razón para no ir a la Corte, es que seguramente éste hubiera sido el camino adoptado por quienes niegan el derecho al aborto. Los que estamos a favor, hemos de mostrar nuestro mayor respeto por las decisiones democráticas.


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      No contradice en nada, en cambio, el valor de la democracia, la propuesta de Sebastián Linares y José Luis Martí; por el contrario lo resalta al proponer que la cuestión sea decidida directamente por la ciudadanía. Sin embargo, algunas razones estratégicas, desaconsejan, a mi entender, adoptar esta vía. Al menos con la “urgencia” que sugieren los autores citados.

      Por cierto, que el mero hecho de que hoy los argumentos esgrimidos estén frescos en nuestras cabezas no indica concluyentemente que éste sea el momento adecuado para llevar a cabo el referéndum. Un amigo artista tiene un método de trabajo que puede dar buenos resultados aquí: insistir- retirarse… y de nuevo insistir. Sin duda, cuando la cuestión se plantee nuevamente en un tiempo razonable la ciudadanía habrá ganado en maduración sobre el tema a través de una reflexión más lenta y a conciencia.

      Mujeres durante la intervención de pañuelos verdes.Mujeres durante la intervención de pañuelos verdes.

      Pero las razones que desaconsejan con mayor énfasis exigir hoy un referéndum son, primero que desde el otro lado esto será visto como “hacer trampa”: perdieron conforme a nuestras reglas comunes, las que nos dimos entre todos y ahora quieren una revancha pero por otro método. Legal, sí, pero que cuando se usa de buena fe se lo hace en primera instancia, no luego de perder una votación en el Congreso.

      Además, y esto ya en el nivel puramente estratégico, una petición semejante tiene prácticamente nulas chances de abrirse espacio en el actual panorama político. El Gobierno respiró aliviado luego de que el proyecto fuera rechazado en el Senado: buena parte de sus votantes están en contra y probablemente le cobren el haberlo abierto a debate. Es improbable entonces que abra un referéndum. Militarlo y perder implicaría un mayor desgaste para quienes estamos a favor del cambio.


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      Si bien no descartaría un referéndum de acá a un tiempo, bajo otros aires políticos,  la opción obvia es también la más sensata: esperar los plazos constitucionales (art. 81 CN) y volver a presentar el proyecto al Congreso, tal vez desdoblando la cuestión de la despenalización, sobre la que parece haber mayor consenso, que respecto de la legalización. El costo en vidas humanas que se ha de pagar es el costo de una mala decisión democrática, de una mala decisión a la que, sin embargo, le debemos respeto.

      Juan Iosa es profesor de Filosofía del Derecho e investigador del CONICET-CIJS-UNC, US21.


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      Juan Iosa


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