Atentado a la Embajada de Israel: 31 años de impunidad

Eran las 14:45 de un martes 17 de marzo cuando una bomba hizo temblar los cimientos de la Ciudad de Buenos Aires. El terrorismo internacional golpeaba por primera vez a la Argentina, y nos recordaba que ningún lugar en el mundo está a salvo de este flagelo. El blanco elegido: la Embajada de Israel, en pleno centro porteño. El resultado fue devastador: 29 muertos y más de 200 heridos.

Aquella tarde el coqueto barrio de Retiro se cubrió de una nube de polvo, incertidumbre y horror. Hoy, a 31 años del atentado, la incertidumbre aún nos rodea. A lo largo de los años hemos ido armando el rompecabezas de lo que sucedió aquel día. Pero aún quedan piezas faltantes, preguntas sin respuesta, y una sensación de que la verdad aún no ha sido completamente revelada.

Como cada 17 de marzo, el eco de aquella bomba inunda una vez más nuestros recuerdos, acompañado de preguntas que nos atormentan hace décadas: ¿dónde están los responsables del atentado?

¿Qué estará pasando por sus mentes en estos momentos? ¿Estarán vivos, libres, planeando nuevos ataques? Preguntas que nos recuerdan que el terrorismo sigue siendo una amenaza latente en todo el mundo. Y aunque no podemos cambiar la historia, sí podemos enfocarnos en construir un futuro sin terror.

No hay dudas, en este sentido, que desde 1992 hasta hoy han cambiado mucho las condiciones de seguridad en Argentina y en el mundo. Se trata de una tarea compleja, que involucra no solo el uso de tecnología avanzada y la cooperación internacional, sino también la educación y la concientización de la sociedad.

Debemos estar atentos a los signos de radicalización y extremismo, y trabajar en la promoción de valores como la tolerancia, la diversidad y el diálogo intercultural.

Sin embargo, no alcanza con las tareas de prevención. Para trabajar contra el terrorismo es fundamental hacer que la Justicia alcance a los responsables de los atentados. Condenar el terror no puede ser una mera expresión oral, parte de lo políticamente correcto, sino que debe reproducirse en el plano de lo real.

Es llevar a los culpables ante la Justicia para que paguen por sus crímenes y, finalmente, ver a los terroristas tras las rejas, como vimos hace algunas semanas en el cierre del juicio al autor del ataque terrorista que en 2017 asesinó a los cinco amigos rosarinos en Nueva York.

En el caso del ataque a la Embajada de Israel, aún queda mucho por hacer en este sentido. Porque la impunidad no solo es un insulto a la memoria de quienes perdieron la vida aquel día, sino que también es un incentivo para que los grupos terroristas sigan actuando en el futuro. Y mientras los responsables sigan sueltos, nada impide que puedan volver a atacar.

El atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires sigue siendo una herida abierta en la historia argentina. Por eso, tantos años después, mantenemos firme nuestro reclamo. Como dicta el mandato bíblico: justicia, justicia perseguirás. Porque solo cuando tengamos justicia tendremos un mundo seguro para todos.