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      Silvia Fesquet
      Silvia FesquetDe la Editora al lector

      El cinturón de Cristina y el juego de la demencia

      En La Plata, Cristina criticó al dueño de Louis Vuitton, que "le vende a los ricos del mundo". En 2021, ella lució en el Senado un cinturón de esa marca, de US$ 710, así como sus carteras.

      Cristina Kirchner, en su sillón en el Senado, luciendo un cinturón Louis Vuitton.

      Dicen que fue Robert Louis Stevenson quien dijo que la política es la única profesión para la que no se considera necesario tener preparación alguna. Se ve que muchos, en esta Argentina 2023, se lo tomaron al pie de la letra.

      El tema va bastante más allá de la posesión de una serie de conocimientos específicos.

      Podría explicarlo cualquier manual de psicología. Una persona que ha alcanzado la madurez emocional no pierde el control de sus emociones: sean positivas o negativas las acepta, aprende a lidiar con ellas y a manejarlas, evita actuar de manera visceral y evita también que sean ellas las que guíen su comportamiento. De lo contrario, podría devenir en un ser dominado por el resentimiento, y proclive a tomar decisiones impulsado por la ira, la rabia y el enojo.

      Alguien emocionalmente maduro se hace responsable de sus propios actos y asume las consecuencias, sin culpar a nadie por ello. Consciente de sus fortalezas y debilidades, se maneja con aplomo, es respetuoso y no trata de imponer sus puntos de vista por sobre los de los demás. La empatía, esa capacidad de ponerse en el lugar del otro y ejercer la comprensión, es una de las características fundamentales de alguien que ha llegado a un estadío de madurez emocional.

      Desde otra disciplina, quienes estudian el liderazgo político mencionan como deseable o modelo a implementar, el Servant Leadership, es decir, el liderazgo basado en el servicio, en este caso, el de servir a la comunidad, sacrificando, si fuera el caso, los propios intereses. O sea, priorizar, por sobre los suyos, las necesidades, desarrollo e intereses de la sociedad a la que gobiernan.

      A partir de un artículo de Clive Boddy titulado “Psychopathy screening for public leadership”, diversos analistas van más allá y llegan a plantear un debate sobre la necesidad de someter a los candidatos a ejercer cargos públicos a una evaluación psicológica para descartar rasgos psicopáticos.

      Volvamos a la Argentina 2023, donde a diario los responsables de llevar las riendas del país dan muestras sobradas de estar bastante lejos de la madurez emocional y de las capacidades requeridas para los cargos que ocupan.

      En el acto del jueves en La Plata, Cristina Kirchner, a la sazón vicepresidenta de la República, o sea, integrante del Poder Ejecutivo en ejercicio, volvió a hablar como si no formara parte del Gobierno que integra. La emprendió una vez más contra el FMI en plena negociación entre Buenos Aires y Washington, pidió avanzar en la conformación de “programas de gobierno” y en una clarísima alusión a su compañero de fórmula, a la sazón Presidente, Alberto Fernández, lanzó: “Lo que pasa es que después pagan con los dólares que deberían estar dedicados a la industria para sostener la actividad económica para pagar deuda. Claro que se podría haber evitado (...) Este es el problema de querer gobernar y conformar a todos, finalmente terminás enojando a todos”, para rematar con un clásico: su inventada proscripción.

      Lo de Cristina se presentó como una clase magistral. Si la vicepresidenta, hoy en el gobierno, tiene tan claros los conceptos y las fórmulas para sacar el país adelante, ¿por qué no los aplica en la gestión de la que forma parte de modo protagónico? Una vez más, eligió jugar al juego de la demencia.

      Además de no hacerse responsable, intentando mostrarse segura y dueña de la verdad, dejó traslucir el miedo y la preocupación que le genera Javier Milei, al emprenderla contra el candidato de La libertad Avanza, sin nombrarlo, pero llamándolo “discípulo (de Cavallo) también de ojitos claros”, “pelífero”, y llamarlo “mamarracho que anda diciendo que la casta tiene miedo, ¿Qué me venís a joder, de dónde te tenemos miedo, caradura?”.

      Extemporáneo, y no menos interesante porque da cuenta de sus contradicciones flagrantes, Cristina habló del “hombre más rico del mundo” a propósito del “capitalisno financiero”, al que calificó como “alejado de la realidad” . Señalando que su existencia “significa una profundización y concentración del ingreso en las clases más altas”, la crítica iba a dirigida a Bernard Arnault, al que definió como “el dueño de las marcas que le vende a los ricos del mundo”. Una de esas marcas es Louis Vuitton. Y una de las “ricas del mundo” a las que Arnault le vende sus productos es... Cristina Kirchner.

      En octubre de 2021, en el regreso a las sesiones presenciales en el Senado, después de la interrupción impuesta por la pandemia, la vice apareció en el recinto luciendo un cinturón Louis Vuitton, cotizado en US$ 710. Convertido al dólar blue de entonces, rondaba los $130.000. Hoy, con el paralelo en $469 según el cierre del viernes, el precio estaría en $332.990. Y varias veces se la vio con carteras de la misma casa y también de Dior, perteneciente al mismo grupo empresarial.

      Lo bueno es que, finalmente, Cristina se asume como la mujer rica que es. Y, de paso, deja expuesta a las claras la magnitud del relato, que llega hasta el guardarropas. Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago...

      Su compañero de fórmula, o sea, el Presidente, no ceja en su esfuerzo por mostrar su propio alejamiento de la realidad. El lunes pasado, cuando el dólar iba en carrera ascendente hacia la estratósfera, no tuvo mejor idea que trasladarse hasta la casa del periodista Mex Urtizberea, invirtiendo toda la lógica de un reportaje al presidente que sea, que implica que es él quien recibe al periodista en cuestión- para dar una entrevista no sobre los alcances de la crisis, las medidas a implementar o cómo tranquilizar a una sociedad en estado de angustia e incertidumbre perpetuas, sino para hacer confesiones varias. Como que le encantaría que Robert De Niro lo interpretara en el cine o cómo es que no tiene tiempo ni para la siesta del domingo.

      Y aquí viene otra perlita: en el reportaje contó que Fabiola (Yáñez, su pareja) le había insistido el día anterior en que tomara una siesta junto a ella, para parar un poco el ritmo. Ayer, y a raíz de la foto que subió a las redes Diego Santilli mostrando el golpe que recibió él en el gimnasio mientras entrenaba, la Primera Dama no tuvo mejor idea que contestarle en Instagram: “Qué bien. Ni yo tengo tiempo de entrenar... Qué suerte”.

      Lo que pretendió ser una ironía -tampoco se entiende en qué estará tan ocupada- se le volvió en contra a Yáñez: en los mensajes le respondieron, entre muchas otras cosas, que sin embargo sí tenía tiempo para estar en Instagram. Agreguemos que, a juzgar por lo declarado por su propio marido, también lo tiene para dormir la siesta. Cosa que nadie criticaría si no hubiera tomado la delantera con su respuesta a Santilli. Una vez más, el juego de la disociación y los universos paralelos a pleno.

      Volviendo al comienzo de esta columna, con la realidad se puede hacer cualquier cosa menos negarla. Es lo que hay.


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      Sobre la firma

      Silvia Fesquet
      Silvia Fesquet

      Periodista. Editora Jefa de Redacción y Editora Jefa del Area de Revistas de Clarín. Fue Jefa de Redacción de Revista La Semana, Vicedirectora de Revista Luna y Vicedirectora de Revista Noticias. Premio “Mujer que hace la diferencia”, de International Women's Forum. Preside IWF Argentina. Integra el Consejo Editorial de WINN (Women in the News Netwok) y Asociación Marianne. Jurado de los premios ADEPA. Red de Mujeres Líderes en Negocios (Univ. De San Andrés). sfesquet@clarin.com

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