Noticias hoy
    En vivo

      Algunas claves para moverse en un año imprevisible

      Los pronósticos de los organismos multinacionales señalan diversas tendencias y riesgos.

      Algunas claves para moverse en un año imprevisibleVior

      El tercer año de pandemia comenzó y, a pesar de nuestros deseos, un mar de preguntas recorre aún el planeta. Prefigurando, en muchos casos, una variedad de escenarios que pueden afectar a la Argentina. En los campos de la salud, la economía, las inversiones y el comercio exterior.

      Por ejemplo, ¿continuará la recuperación productiva en los lugares donde se vacunó en forma masiva y se instrumentó un efectivo conjunto de políticas sociales, fiscales y monetarias? ¿Habrá, en consecuencia, un menor impacto del Covid-19 en la vida y en las ocupaciones de las personas? ¿O mientras el virus tenga alta circulación, o aparezcan nuevas variantes como ocurrió en estas semanas, nadie ni nada está a salvo, siquiera las naciones de mayor desarrollo?

      Los pronósticos de los organismos multinacionales sobre estas cuestiones señalan diversas tendencias y riesgos que conviene resumir. El Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe estiman, por caso, que en el 2021 se produjo un crecimiento generalizado.

      Con tasas muy altas en Argentina y en siete mercados relevantes para las exportaciones de nuestro país: Brasil, China, Unión Europea (UE), India, Estados Unidos (EEUU), Chile y Perú.

      Este desempeño satisfactorio, que permitió regresar a los niveles pre-pandémicos, habría sido el resultado de tres acciones concurrentes. El resurgimiento de la inversión y el consumo privado que estuvieron adormecidos durante el 2020, en especial en el comercio, la construcción y la industria manufacturera.

      Y, sobre todo, los enormes estímulos fiscales que introdujeron los estados con el fin de mantener las economías en marcha. Que totalizaron la asombrosa cantidad de diecisiete billones de dólares en medidas tributarias y ayudas directas en las naciones más avanzadas. Y un cuarto de ese monto en los países emergentes.

      Además, las instituciones financieras internacionales, como el FMI, destinaron préstamos y subsidios a las economías de menor desarrollo. Si bien, los desembolsos efectuados hasta ahora han sido inferiores a los que se utilizaron para salvar a los grandes bancos durante la crisis mundial de 2008-2009.

      Asimismo, es importante señalar que esos paquetes fiscales que se aprobaron en EEUU y la UE procuran impulsar el crecimiento en el futuro cercano.

      En la UE a través de un programa financiero plurianual que comprende el período 2022-2027. Y en EEUU, mediante un plan orientado a renovar y fortalecer la infraestructura, ampliar el seguro de desempleo y continuar con el apoyo a las empresas.

      Sin embargo, y a pesar de todos estos esfuerzos, se espera que el crecimiento mundial se desacelere en 2022 y luego se modere en el mediano plazo. Con un desempeño modesto en los mercados emergentes. Entre los que figuran Argentina y buena parte de Sudamérica.

      Circunstancia que no obedecería a cambios en los precios o en la demanda de los bienes que exporta la región –que se mantendrían constantes o en alza para los productos agrícolas, mineros y energéticos- sino a los problemas y desequilibrios estructurales que vienen de arrastre y que en los últimos años ocasionaron la peor performance económica-social desde que se llevan registros.

      Estas previsiones regionales, de cumplirse, podrían demorar la restitución de los puestos de trabajo perdidos y la disminución de la pobreza, que en este tiempo abarcó a 200 millones de personas. Y, además, se verían amenazadas por otros riesgos que estarán latentes a escala mundial.

      En primer lugar, que surjan variantes más contagiosas y letales del coronavirus. O bien, que las nuevas variantes sean capaces de flanquear la inmunidad aportada por las vacunas o que no haya pronto suficiente población vacunada y a resguardo en los cinco continentes. Problemática que, a pesar de la experiencia, los éxitos iniciales y la velocidad de respuesta adquirida, postergaría el ocaso de la enfermedad.

      En segundo lugar, que el alza inflacionaria que se constata en EEUU y la UE en estos meses se prolongue más de lo esperado. Y, por lo tanto, que sus bancos centrales enfrenten las múltiples causas: subas en los costos de la energía, el transporte y los suministros junto a excesos monetarios, mediante aumentos en las tasas de interés. Decisión que podría generar volatilidad en las monedas, salida de capitales y créditos más caros para Argentina y toda la región.

      Por último, pero no menos importante, que sucedan dos hechos adicionales. Por un lado, que el retorno de los seres humanos a una nueva normalidad, por así llamarla, signifique cambios en la organización del trabajo y en las pautas culturales, de turismo y de consumo que impidan niveles aceptables de actividad y empleo decente.

      Y, por otro lado, que se profundicen el estrés y las tensiones sociales y políticas modificando en forma negativa el orden global. Debido a que el malestar público, según algunos estudios históricos publicados por las Universidades de Cambridge y Gotemburgo, suele alcanzar su punto máximo entre el segundo y el tercer año de comenzada una plaga o una pandemia como la que estamos viviendo.

      Todo indica, por tanto, que las condiciones internas y externas del 2022 serán particularmente imprevisibles. Y exigirán que los gobiernos valoren la situación en detalle, fijen una clara estrategia y mantengan intacta la capacidad de reacción. Porque las cosas, de un momento para otro, podrían tornarse más difíciles, más frágiles, más escasas.


      Mirá también


      Mirá también


      Sobre la firma

      Eduardo Sguiglia
      Eduardo Sguiglia

      Ex embajador y subsecretario de Asuntos Latinoamericanos.

      Bio completa