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      Cuba, de Fidel a Lampedusa

      Cuba, de Fidel a LampedusaIlustración: Mariano Vior

      Del 16 al 19 de abril se celebrará en La Habana el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), definido por su Segundo Secretario, Ramón Machado Ventura, como el de la “continuidad” y la “actualización”. Si bien se esperan algunos anuncios de gran carga simbólica y proyección futura, entre ellos la entronización de Miguel Díaz-Canel, actual presidente del país, como Primer Secretario del PCC, los mensajes internos han aplacado el entusiasmo reformista de más de uno.

      Nadie mejor que Machado Ventura para hablar de continuidad dentro de la Revolución. A sus 90 años, junto a Raúl Castro y Ramiro Valdés, es uno de los pocos “comandantes” de la Revolución en activo, con un firme control del Partido y la política nacional. Su presencia explica el peso del ala conservadora y la resistencia a avanzar en reformas que amenacen el status quo, bien con aperturas políticas innecesarias o con reformas económicas que aceleren los desequilibrios sociales.

      Y aquí entra la consigna de la actualización. Desde la perspectiva del PCC, ¿actualizar significa aggiornar, poner al día la doctrina, adaptándola a los cambios sociales de todos estos años? ¿O, por el contrario, maquillar de modo gatopardiano las formas y las personas para, parafraseando a Lampedusa, cambiar algo sin cambiar nada?

      De ser así, y siempre en jerga cubana, actualizar equivaldría a reemplazar a Raúl Castro por Díaz-Canel, quizá con el aditamento de un poco, no mucha, renovación generacional, pero poco más.

      De hecho, una de las grandes dudas del Congreso es si junto a Raúl también se retirarán sus dos compañeros de fatigas (Machado Ventura y Valdés), o si estos seguirán en primera fila, recordando eternamente los principios inalterables de la Revolución. Principios que, según la ortodoxia que dicen encarnar, están por encima de todo y de todos, sin capitulación ni traición.

      Una de las pocas certezas es la salida de Raúl, anunciada tiempo atrás. Su incumplimiento podría entenderse como un fracaso en el intento de convertir a Díaz-Canel en el dirigente mejor preparado para pilotar el poscastrismo.

      De hecho, será la primera vez desde la fundación del PCC (1965) y desde el I Congreso (1975), que ninguno de los dos hermanos Castro, ni Fidel ni Raúl, asuma todo el poder del partido y del gobierno.

      Pero no es solo la sucesión dentro del régimen lo que se juega en esta oportunidad. Habrá que ver cómo quedan los equilibrios entre las distintas tendencias, aunque dado el hermetismo existente será complicado de dilucidar.

      También importará el futuro de la relación con Estados Unidos y de las reformas económicas, ya que de los cambios políticos es mejor olvidarse de momento. Y todo con el trasfondo de la crisis económica, agravada por el colapso venezolano y los duros efectos de la pandemia.

      Probablemente, el momento elegido para eliminar la doble moneda y relajar las normas que regulan a los trabajadores no estatales se relaciona con el relevo en la cúpula y la necesidad de evitarle tensiones innecesarias a la “nueva” dirigencia.

      Sin embargo, la magnitud de las dificultades económicas requerirá de un ajuste aún mayor que el hasta aquí esbozado, de inciertas repercusiones sociales. Esto se une a las protestas recientes de numerosos intelectuales y artistas cubanos, que evolucionan en paralelo al aumento de la represión.

      La relación con Estados Unidos planeará constantemente sobre el Congreso. El relevo en la Casa Blanca desactivó el discurso gubernamental que achacaba a Donald Trump, al embargo y al imperialismo, todos los males de Cuba.

      Pero Biden no es Trump. Y si bien el nuevo presidente revertirá algunas de medidas de su predecesor, la vuelta atrás no será total, especialmente por la desconfianza de Biden ante la falta de compromiso exhibido por Raúl a las propuestas de Obama.

      Tras 62 años de socialismo, Cuba ya no es la misma de los gloriosos años 60. La mayor parte de los logros revolucionarios que le permitían al castrismo presumir de sus conquistas han ido desapareciendo poco a poco. Educación y sanidad eran los últimos bastiones irreductibles, pero aquí también cada vez queda menos que mostrar y de lo que enorgullecerse.

      La vacuna Soberana 02, que acaba de entrar en la fase de los ensayos clínicos con el personal sanitario, es la última esperanza para reflotar el orgullo de una Revolución lastrada por sus fracasos y por la incapacidad de volver a reinventarse.

      En otros tiempos, los Congreso del PCC eran esenciales para consolidar el relato revolucionario. Sus directrices y acuerdos se aceptaban casi unánimemente y sin rechistar gracias al monopolio de los medios de comunicación. Eso ha cambiado y la “batalla de ideas” se juega en otros terrenos, como muestra el Movimiento San Isidro (MSI).

      La lucha entre el videoclip opositor “Patria y Vida” y el oficialista “Patria o Muerte, por la Vida” escenifica el conflicto. Entre el “se acabó” del primero y los 62.000 milenios que le quedan de vida a la revolución hay algo más que una grieta.

      Salvo la bandera cubana todo lo demás gira en las antípodas, comenzando por la escenografía. Los opositores se mueven en un entorno lúgubre y duro, con un lenguaje descarnado dirigido a la experiencia y a la razón, mientras las más almibaradas voces del régimen reflejan cuerpos aseados, en tonos pasteles, que apelan directamente al sentimiento contra vende patrias y traidores.

      Dado el sistema político imperante es muy poco probable que en el Congreso se escuchen voces que propongan avanzar por nuevos derroteros. Tampoco que de él emane ninguna resolución no prevista por la cúpula del régimen y del Partido.

      El trovador Ray Fernández, en los versos de “El Bucanero”, retrata expresivamente la frustración y el desaliento existentes en su país: “Olvídense del tesoro, hemos perdido el mapa”. Mucho me temo que pese a las cartas de navegación que elabore el Congreso, la dirigencia cubana deberá seguir navegando sin brújula en un mar proceloso.

      Carlos Malamud es historiador y politólogo. Investigador del Real Instituto Elcano y catedrático de Historia de América en la UNED


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      Carlos Malamud
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