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      La estrategia de desarrollo debe ser la prioridad

      Guillermo Rozenwurcel

      La estrategia de desarrollo debe ser la prioridad CLAIMA20151123_0010 HORACIO CARDO
      Redacción Clarín

      El gobierno que asumirá el 10 de diciembre enfrentará en la coyuntura inmediata un desafío macroeconómico enorme en un contexto internacional poco propicio: agotamiento de reservas, “cepo” para acceder a las divisas y una elevada brecha entre el dólar oficial y el paralelo, fuerte atraso cambiario y de tarifas públicas, alta inflación y una economía en recesión. Afrontarlo con éxito demandará decisión política, pericia técnica y acuerdos entre partidos y grupos sociales heterogéneos. Pero la tarea será estéril más allá de lo inmediato si se espera a corregir los desequilibrios macro antes de definir y comenzar a implementar los lineamientos de una estrategia de desarrollo sostenible e inclusivo a largo plazo. No habrá viento que nos venga bien si no sabemos hacia dónde queremos ir.
      La Argentina arrastra una larga historia de fracasos que nos hizo retroceder no sólo en comparación a las economías avanzadas, sino también a las de ingresos medios, sea que el retroceso se mida en términos del PIB per cápita, sea que se lo haga mediante indicadores económico-sociales más abarcativos, como el Índice de Desarrollo Humano que calcula el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
      Algunas “constantes” se repiten a lo largo de nuestra historia económica: 1) inserción internacional cambiante y poco estratégica, 2) conflictividad interna permanente y falta de equilibrio entre estado y mercados, 3) sesgo a favor de la industria de bienes de consumo en detrimento de las exportaciones como motor de crecimiento y, 4) privilegio al consumo sobre la inversión productiva.
      Ni la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones, ni la de liberalización irrestricta comandada por los mercados financieros consiguieron generar un proceso de desarrollo sostenido. Bajo ambos modelos, por el contrario, nuestra economía exhibió una trayectoria de extrema volatilidad y un comportamiento pendular que cíclicamente nos llevó, de períodos de relativa bonanza social lograda a costa de un progresivo atraso cambiario y de crecientes desequilibrios fiscales, monetarios y de balance de pagos, a otros de marcada escasez de divisas, moneda devaluada y fuertes caídas en los niveles de vida.
      Parece evidente que si pretendemos otros resultados en materia de desarrollo, debemos ensayar otro camino. En un documento que expusimos recientemente en la 37 reunión anual del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), un grupo de nueve economistas y politólogos de diferentes procedencias planteamos una propuesta alternativa que busca iniciar un debate amplio sobre la cuestión.
      Nuestra propuesta se apoya en tres pilares fundamentales. En primer lugar, una inserción internacional que potencie el acceso a mercados externos, a la tecnología y la atracción de inversión directa en sectores estratégicos. Segundo, una estrategia productiva donde la locomotora del crecimiento sean los sectores competitivos internacionalmente. Por último, pero no menos importante, una transformación institucional y de la administración pública funcional a las reformas planteadas por los dos objetivos precedentes.
      Las prioridades de la estrategia de inserción internacional y de la política comercial pasan por reactivar nuestra presencia en el ámbito multilateral n el marco de la OMC, la revitalización de la agenda comercial y económica del MERCOSUR y, en particular, la unificación de su estrategia frente a China, y el estrechamiento de los lazos con la Alianza del Pacífico.
      Una inserción internacional ofensiva, independizada de la gestión macroeconómica de corto plazo, debe ser la plataforma de las políticas de desarrollo productivo.
      El aumento de la productividad sistémica como fuente de la competitividad debe ser el eje de la transformación productiva. Los sectores capacitados para liderar ese proceso son la bioeconomía, las actividades manufactureras más estrechamente interrelacionados con los sectores primarios y de servicios dinámicos, así como aquellas con potencialidades para integrarse a cadenas globales de valor, y finalmente los servicios transables intensivos en recursos humanos calificados.
      Es crucial que la propuesta contemple, además, la temporalidad y la secuencia de las reformas para asegurar su viabilidad social y política, así como para evitar la persistencia de bolsones de pobreza, desempleo y exclusión social.
      Ninguna estrategia será viable sin una poderosa coalición social y política que la sostenga. En este sentido, al menos en los últimos cuarenta años las tentativas de reforma han tendido a ignorar la complejidad de la trama social y política de la Argentina y se han apoyado en sucesivas visiones, contrastantes pero igualmente simplistas, de los dilemas económicos y políticos. Así, a la panacea autoritaria de la segunda mitad de los setentas, que procuró impulsar brutalmente desde el Estado una “revolución capitalista”, le siguió la ilusión democratista de los ochentas, luego la “magia” del mercado en los noventas y, por último, el caudillismo estatista de comienzos del nuevo milenio.
      Es evidente que el Estado resulta decisivo para diseñar e implementar las reglas e incentivos capaces de promover la nueva estrategia, pero está claro que hoy existe una marcada incredulidad sobre la capacidad transformadora de la política, que habrá que remontar con acciones concretas en lugar de relatos simplificadores.
      Ningún “príncipe” podrá liderar por sí solo esta transformación. El liderazgo deberá ser participativo y capaz de convocar a un conjunto amplio de partidos políticos y organizaciones sociales de diferente naturaleza (sindicales, empresarias y de la sociedad civil). Ciertamente el proceso no excluirá conflictos, pero como lo prueban diversas experiencias internacionales, en un marco de cooperación los conflictos pueden canalizarse constructivamente.
      Sin un cambio de rumbo drástico debatido y acordado colectivamente, el desarrollo económicamente sostenible y socialmente inclusivo seguirá siendo una quimera.
      Guillermo Rozenwurcel
      Profesor de UBA y UNSAM, miembro del Club Político Argentino