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      La mortalidad de niños por causas evitables

      Martín Hourest

      Redacción Clarín
      28/09/2015 01:31

      La desigualdad mata. Las desigualdades hacen añicos sueños, impiden proyectar y realizarse, mutilan al futuro y rompen nuestra concepción de que una vida en común nos puede acercar a la libertad y la felicidad.
      Las desigualdades son campos de concentración sin alambradas en ellos el barrio, la edad, el sexo, el aspecto, la inserción en el mercado laboral, la calidad de la educación, el reconocimiento, las redes y tipos de consumo nos aprisionan inadvertidamente.
      Vivir la desigualdad es habitar el desprecio y someterse a las categorías en que otros nos ubican (repitentes, pobres, precarios, titulares de planes, villeros, sin techo, chicos peligrosos, madres adolescentes, drogadictos, etc.) el nombre propio y la identidad se convierten en un adorno de una categoría administrativa.
      El propósito de estas líneas es compartir algunas reflexiones sobre la mortalidad de niños por causas evitables. No están destinadas a tratar todas las causas que permiten afirmar que la desigualdad mata; sino a pensar, de conjunto, por qué un crimen que afecta a millares de personas por año no encuentra espacio en el inminente debate de los candidatos y del Presupuesto 2016.
      Tomando solamente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al Gran Buenos Aires durante los últimos ocho años se verificaron las muertes de 13.000 niños por causas evitables. Es decir, mas de cuatro chicos por día.
      Poniéndolo en perspectiva histórica esa cantidad de muertes por responsabilidad social y de los gobiernos es un tercio superior a las víctimas del terrorismo de estado reconocidas en los listados oficiales. En la Ciudad de Buenos Aires es mas de un Cromañon por año.
      La reacción más vigorosa del estado para atacar este fenómeno ha sido, básicamente, la Asignación Universal por Hijo. Una política formulada hace 17 años (bajo el nombre de Ingreso Ciudadano a la Niñez) y que recién este año acaba de ser establecida por ley.
      Expresa el consenso social y el esfuerzo máximo que como sociedad estamos dispuestos a realizar para evitar que se siga cometiendo el crimen de las muertes infantiles evitables.
      La Asignación Universal por Hijo representa menos del 0,5% del PBI. Esto es lo que se destina al 40% de los niños que están en situación de pobreza o vulnerabilidad de ingresos.
      Resulta inferior a lo destinado para el Plan Jefes y Jefas de Hogar desde 2002 al 2006. Sería una muestra de sinceridad, que se reconociese que aquella asignación era un mecanismo de control y regulación del conflicto social, a la espera de la expansión del empleo y de la recuperación del salario tras el shock devaluatorio. El Plan Jefas era para conjurar peligros.
      Hoy, alejados del país de calles llenas y bancos temerosos, el presupuesto nacional destina nueve veces más a subsidiar el consumo de energía que a atacar la pobreza de los niños. Esa que mata, limita y anula.
      Martín Hourest
      Economista