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      El día que me asaltaron por primera vez

      Atesoramos nuestros primeros recuerdos. Esa lista incluye hoy para muchos chicos un encuentro iniciático con la violencia urbana. 

      El día que me asaltaron por primera vezVelatorio a los tiros. Parte del cortejo que despidió el 11 de marzo en la villa Zavaleta a Yoel Zelaya, el adolescente que habría sido herido de muerte durante el asalto al médico Ernesto Crescenti. Las imágenes se viralizaron en las redes sociales.

      Somos nuestra rockola de primeros recuerdos, el extracto de lo sentido hecho memoria: el rojo furioso de la bicicleta que recibimos al cumplir 6; el día que nos fuimos de campamento con amigos; el primer beso; el sabor a gloria que dejó ser elegidos para ese trabajo soñado.

      A las vivencias decisivas, cuyas circunstancias se repiten para todos con variantes, algunos chicos suman hoy el recuerdo aterrador del día en que los asaltaron por primera vez. Y la fragilidad y las pesadillas que le siguen a modo de brutal encuentro iniciático con la violencia urbana.

      "Dale, nena, dame todo o te corto y te meto en el auto", le dijeron a Magui, de 13 años, mientras le apoyaban algo en la cintura, el lunes a las 17, a metros de la escuela en la que terminó la primaria en diciembre, en pleno barrio de Palermo. 

      Sintió que se le aflojaban las rodillas. Ella y tres amigos habían sido abordados segundos antes por dos adultos que fingieron ser de un comedor escolar. 

      De repente, el tono amable cambió: "Esto es un asalto:  queremos los celulares y la plata. Si hacen algo les vuelo la cabeza", apremió uno con lo que parecía ser un arma envuelta en una revista.

      Los chicos obedecieron temblando, cuando ya se oía el revuelo de las madres en la puerta, esperando la salida del turno tarde. "Se van ahora sin decir nada y sin mirar atrás. Si denuncian los voy a buscar", amenazó el bravucón asalta niños con el guión bien aprendido. 

      Magui lloró todo el camino a su casa. "Todavía veo la cara de ese hombre, que por la edad podría haber sido mi papá, cuando me voy a dormir", dice.

      2.

      El error de Yoel

      Alguien debería contarles a los amigos de Yoel Zelaya, esos que lo velaron a los tiros en la villa Zavaleta según muestra YouTube, que un chico de 16 años no tiene por qué morir en un asalto.


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      Que honrar a un par es otra cosa, más llena de risa y de futuro. Que ese pibe no debería haber estado allí. Que hay otra vida posible, distinta de la pólvora, la sangre y el barro.


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      Y que ellos, que tienen más o menos la edad del muerto, merecen salir de ese error que se paga con tragedia. Ser algo diferente y no pichones de matón, haciendo fila para recibir o propinar balazos.  

      Alguien (¿los padres?, ¿el Estado?, ¿la iglesia que los agrupa?) está fracasando estrepitosamente. El crimen devora a nuestros hijos. ¿Qué hacemos para remediarlo?


      Sobre la firma

      Raquel Garzón
      Raquel Garzón

      rgarzon@clarin.com

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