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      El dilema radical es disfrutar el poder y dejar de ser “viudas lloronas”

      La frase cayó como un rayo en medio de la noche. El hombre es temperamental y no le gusta andar con vueltas. “En la UCR tenemos que dejar de ser las viudas lloronas…, hay que gobernar y fortalecerlo a Macri”, le dijo a Clarín en la entrevista de este domingo. En boca de otro hubiera sido un escándalo pero Gerardo Morales tiene los pergaminos para bancar la parada. Fue militante de la Franja Morada, presidente de la Federación Universitaria Argentina, senador durante 15 años, candidato a vicepresidente con Roberto Lavagna y ahora es gobernador de Jujuy, una provincia áspera del norte que siempre había sido un bastión del peronismo. Viene sosteniendo con firmeza la lluvia ácida del kirchnerismo por la detención y el juzgamiento de la activista Milagro Sala y su voz es una de las más escuchadas por el Presidente cada vez que aterriza en la Casa Rosada.

      Pero lo de las “viudas lloronas” fue un misil dirigido al corazón de la interna radical, el músculo más ejercitado de cualquier dirigente con historia en el partido de Alem. Justamente ése es el debate que los atraviesa, a dos años del gobierno del Frente Cambiemos y a cinco días de la elección del nuevo presidente del Comité Nacional, la figura más relevante del partido que integra la coalición de gobierno con el PRO macrista y la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Si todos los militantes radicales pudieran sentarse hoy en el diván de un psicólogo, recibirían la misma pregunta del profesional. ¿Ustedes están contentos por haber vuelto al poder, aún en un lugar secundario? ¿O sufren demasiado y no ven la hora de pasar otra vez a la oposición? El gobernador Morales plantó una bandera. Basta de llorar y gobernemos.

      Esa es la respuesta al reclamo más visible de los radicales cada vez que hablan del Gobierno. Se quejan, y a veces con razón, de que Macri no los tiene demasiado en cuenta en su gestión. Que ninguno de ellos está en su mesa chica, como alguna vez lo estuvo el mendocino Ernesto Sanz. Que no los consultan a la hora de las decisiones económicas (que después tienen que acompañar con el voto en el Congreso) ni a la hora de las decisiones institucionales, en las que creen tener un expertise desaprovechado. Y que tampoco formaron parte de la estrategia de la última campaña electoral. Campaña que, también hay que decirlo y los radicales lo reconocen en voz baja, fue inesperadamente exitosa.

      Claro que el psicólogo de los radicales podría decirles. “Tienen 6 gobernadores, 3 ministros importantes, medio centenar de diputados nacionales, una docena de senadores y cientos de intendentes y legisladores a lo largo de todo el país. ¿Eso no es suficiente para ser considerados socios en el poder?”. La respuesta a esa pregunta es la discusión que consume la mayor cantidad de tiempo en el presente de la UCR. El jujeño Morales lo resumió en apenas diez segundos. “Los radicales a veces le tenemos miedo al poder, y a veces lo sufrimos…”

      Desde una perspectiva más política, el investigador Andrés Malamud aportó algunas ideas desde la Universidad de Lisboa, donde integra el Instituto de Ciencias Sociales. El hombre tiene ADN radical y suele ser un analista lúcido de la actualidad del partido. En una entrevista con dirigentes juveniles, dijo que la UCR “es un partido sin programa de gobierno y sin equipos” para ese desafío. Y que ni siquiera pudo transmitir su “know how” en materia de derechos humanos, un territorio que los radicales han transitado con dignidad y que el macrismo camina con la sutileza de los elefantes en los bazares.

      Pero no todo es negativo en el análisis de Malamud. “La UCR se estaba muriendo y Gualeguaychú lo resucitó”, explicó, recordando aquel congreso partidario del 2015 en Entre Ríos en el que la UCR decidió integrarse de lleno al Frente Cambiemos y acompañar a Macri en su camino a la Casa Rosada. Allí tuvieron protagonismo especial para ganar el debate dirigentes como Sanz y Morales, pero también algunos históricos respetados como Federico Storani y Jesús Rodríguez. A casi tres años de aquello, Malamud hace otra sugerencia rupturista para revitalizar al partido. Un presidente joven o una presidenta mujer.

      En ese entrevero están los radicales en estos días decisivos. El cordobés Mario Negri parecía el número puesto para conducir el partido. Tiene todo lo que se está pidiendo de la UCR. Gestión, en este caso legislativa, y muñeca política para manejar la relación con el PRO. Pero en el Congreso sus colegas de bancada ya la dieron la jefatura del bloque radical y la del interbloque de Cambiemos. Tres cargos ya serían demasiado. Para ese lugar ya se postularon Enrique “Coti” Nosiglia, hoy casi un imposible y encima vetado por “Lilita” Carrió; también Storani. Y surgen los nombres de Ricardo Colombi, el reelecto gobernador de Corrientes, y el de José Cano, el tucumano que dejó el malogrado Plan Belgrano para volver al Congreso. Con 52 años, no es un millenial pero cumple medianamente con una de las premisas renovadoras de Malamud. Dicen que Cano es el que tiene las mayores chances de terminar como titular de la UCR.

      La semana empezó bien para los radicales porque ayer fue consagrada presidenta de la juventud partidaria Luciana Rached, una santiagueña sub 30 hija de un intendente provincial que llegó a senador en la década pasada y que es la primera mujer en llegar a ese cargo. “La UCR debe tener un diálogo de igual a igual en Cambiemos”, fue su primera declaración. Está claro que la obsesión por definir el papel del partido en la coalición oficialista viene desde la cuna. Pero allí están los radicales en un intento de renovación que los vuelva a ubicar como opción de gobierno en un futuro que hoy todavía aparece lejano.


      Sobre la firma

      Fernando Gonzalez
      Fernando Gonzalez

      fergonzalez@clarin.com


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