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      Eduardo van der Kooy
      Eduardo van der KooyTrama política

        Florece un conventillo libertario

        El oficialismo también quedó manchado por el aumento de las dietas en el Senado. Villarruel fue atacada en la interna. Karina y Menem no cierran la crisis en Diputados. La secretaria general sufrió un traspìé en la Ciudad: volvió Marra.

        Luis Caputo, Karina Milei y Martín Menem.

        Es posible que Javier Milei haya observado su primera curva peligrosa en el camino que viene transitando frenéticamente desde diciembre. La sinuosidad pondrá a prueba su condición de intrépido. Se jacta de que nunca frena y siempre acelera. El desafío no tiene que ver ahora con “la casta”. Con ella habría establecido un paréntesis para ver si consigue romper el invicto que mantiene en los cuatro meses largos de poder: no logró que el Congreso le apruebe una sola ley. El problema empieza a afincarse en la población, donde se multiplican los dolores derivados del durísimo ajuste económico.

        Convendría realizar una disección. Los sectores que no lo votaron en el balotaje son para el Presidente, al menos por ahora, una causa perdida. El dilema reside en su propia clientela que se mantiene fiel, en buena medida, por el espanto que el kirchnerismo, los sindicatos y los movimientos sociales generan cada vez que asoman su cabeza en la escena pública. El votante mileísta también sufre con los apretones al bolsillo. Una pregunta realizada por la empresa ARESCO en ese universo refleja aquella realidad. El 42% de los consultados opina que la continuidad del ajuste debería realizarse de manera más gradual. En especial, con la actualización de los servicios y el transporte. Respiro para la motosierra.

        Ese cuadro podría explicar la última gran batalla de Milei. Su voluntad además de esconder, sin demasiado complejo, el tradicional endiosamiento del mercado. El Gobierno, es decir el Estado, intervino sin disfraz para detener los aumentos en las empresas de medicina prepaga, donde se acostumbra a atender a poco más de 7 millones de argentinos. El desarreglo dogmático intentó ser compensado con la demonización del sector y, en particular, de un empresario, que se acogieron a la desregulación establecida en el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) fundacional de la gestión libertaria que, salvo en el plano de la reforma laboral, conserva plena vigencia.

        El Gobierno no se ruborizó por haber tenido que quemar otros papeles. Días atrás la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, advirtió que los libertarios apuntaban a la destrucción de la clase media. Esa agrupación había presentado en enero una denuncia en la Justicia y ante la Defensa de la Competencia destapando la “cartelización” de las empresas de medicina. El Ministerio de Economía recogió el recurso originado en “la casta” para obligar a retrotraer a los valores de diciembre las cuotas de siete prepagas. En simultáneo, presentó una cautelar contra otras diez.

        Luis “Toto” Caputo aseguró también que aquellas empresas le estaban declarando la guerra a la clase media. Abrazo inimaginable con Carrió. Se expuso a una fricción interna que ocultó el alboroto causado por la medida de la gestión libertaria. La desregulación de la economía estampada en el DNU fue confeccionada por Federico Sturzenegger, ministro sin cartera de Milei. El ex titular del Banco Central con Mauricio Macri se ocupó de aclarar que no comparte el criterio de la intervención.

        Las empresas de medicina prepaga venían acostumbradas a desempeñarse en un mercado altamente regulado. Que tuvo un pico, por razones políticas y electorales, durante la gestión de Alberto y Cristina Fernández y Sergio Massa. Su comportamiento no resultó demasiado distinto al de otros sectores económicos. El Gobierno descubrió después de los aumentos que aquellas empresas no habían competido y se habían “cartelizado”. ¿No sucede algo similar, acaso, con las empresas petroleras? . Una aumenta el combustible y le siguen las demás.

        El dogmatismo hizo trastabillar al Gobierno. También su posible candidez acerca de que con un DNU podría ordenarse de golpe una economía tutelada que se remonta al siglo pasado. Valdría la pena reparar en una comparación. Las prepagas se despacharon con incrementos del 165%. Las combustibles escalaron un 166% y las tarifas del transporte un 191%. Sobre estos sectores no se estableció ningún límite. Las empresas de medicina no podrán superar ahora el 70% de actualización.

        El intervencionismo posee explicaciones. La acumulación de aumentos –nadie puede privarse de atender su salud—estaría extremando la tensión en un sector social que en forma mayoritaria se inclinó en las elecciones por Milei. Además, en el trimestre en curso llegará el sinceramiento en las tarifas de gas, luz y agua. El combo podría colocar en peligro el objetivo del Gobierno que mantiene vivas las expectativas sociales: el descenso de la inflación. En el Gobierno sostienen que la de abril podría rozar un dígito. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) habría sido más rápido del esperado. El Tesoro de EE.UU. calificó de impresionante ese proceso. El interrogante es si resulta sustentable a largo plazo.

        Milei está atento a los detalles que puedan rozar la confiabilidad de su clientela electoral. Va por el impuesto a las Ganancias en el paquete fiscal que llegó al Congreso –también bienes personales-- porque no tiene otra manera de compensar los brutos recortes que hizo a las provincias. Cada vez que se le escurre una liebre sale a la caza. Había denunciado que los Registros Automotores eran curros de “la casta”. La semana pasada Mariano Cúneo Libarona, el ministro de Justicia, dispuso en el sector incremento de aranceles que trepaban hasta el 320% por cada transferencia de un vehículo nuevo o usado. La pésima repercusión entre sus votantes forzó la marcha atrás.

        Se impone un interrogante: ¿el sapo debió tragarlo Milei finalmente en el Senado? . Allí una mayoría de la oposición votó a mano alzada y sobre tablas el aumento de las dietas que semanas atrás debió desestimar después del escándalo que sacudió al Poder Ejecutivo. Fue cuando Victoria Tolosa Paz, la diputada kirchnerista, reveló que el Presidente y sus ministros habían actualizado subrepticiamente sus salarios. Milei dijo que lo ignoraba “porque nadie se fija en lo que cobra”. Hizo rodar la cabeza de tres funcionarios y dejó todo sin efecto.

        El episodio en el Senado tuvo una hechura espuria e involucró como cuerpo a todos los presentes. Aun a aquellos que no convalidaron un incremento de las dietas que empequeñeció el salto de las empresas de medicina prepaga. La sesión se realizó por una necesidad expresa del Gobierno. La aprobación de los pliegos de ocho embajadores. Sobre todo, los de Gerardo Werthein en Estados Unidos y el rabino Axel Wahnish en Israel. Señales para el alineamiento que pretende Milei en su política exterior.

        Victoria Villarruel, la vicepresidenta, se ocupó de recolectar los votos para consumar aquella tarea. La mujer cuenta apenas con 7 senadores propios. ¿Dio vía libre, a cambio, al aumento de las dietas?. ¿Sabía Milei que eso iba a suceder?. ¿Podría incluir la componenda alguna de las leyes que el Gobierno requiere con urgencia y llegarían de Diputados?. Enigmas que sólo podrán dilucidarse las próximas semanas.

        Estaría claro que si existió tal compaginación algunos hilos quedaron sueltos. Los tuiteros de Santiago Caputo ametrallaron a Villarruel no bien se divulgó el aumento de las dietas. La vicepresidenta salió a explicar que técnicamente no estaba en condiciones de impedirlo. Tuvo razón. Aunque haya permitido una votación relámpago en la cual no se pudo saber si existieron los 48 votos necesarios para aprobar el proyecto de aumento que propuso el peronista Juan Carlos Romero. Lo firmaron todos los jefes de bloque. Incluso La Libertad Avanza.

        Milei pretendió demostrar que solo “la casta” se había comportado sin decencia. Debió rectificarse. El PRO no votó. Los radicales lo hicieron divididos. Todos formaron parte de un pacto que alumbró una votación casi clandestina. ¿Por qué razón ningún libertario o algún macrista pidieron la palabra para dejar establecida su disconformidad?. Sarasa, habría dicho el ex ministro Martín Guzmán.

        La historia posee otro costado traumático para el oficialismo. La difícil convivencia entre Milei y Villarruel, amortiguada por el acuerdo de convivencia al que arribaron. No sucede lo mismo con Karina, la hermana del Presidente y secretaria general, con Martín Menem, el titular de Diputados o el joven Caputo, capo de la comunicación oficial. Allí existe una divisoria de aguas.

        La diáspora tiende a expandirse. Karina había desplazado a Ramiro Marra, viejo amigo de su hermano, de la conducción del bloque en la Legislatura porteña. Colocó en su lugar a una pupila suya, Pilar Ramírez. A raíz del escándalo en la Comisión de Juicio Político en Diputados, que por influencia de Karina y Menem terminó con la ruptura del bloque libertario, los legisladores porteños repusieron a Marra en su cargo y desplazaron a Ramírez.

        Se advierten en el oficialismo signos inequívocos de desarmonía. Incapacidad para que cada negociación no se convierta en un pobre espectáculo político. En comidilla de “la casta”. La diputada Marcela Pagano debió ser internada por una descompensación luego de resistir, directa o indirectamente, una presión de Karina y Menem para que desconozca el acta que la consagró en Diputados titular de la comisión de Juicio Político. La legisladora propuso otras formas de solucionar el conflicto que resultaron desechadas.

        Todo sucedió en paralelo a una visita de Karina y Menem a Salta donde estuvieron con el gobernador Gustavo Saénz. Anunciaron la oficialización de La Libertad Avanza en la provincia y su consagración como partido nacional. Las riendas quedarían a cargo del titular de Diputados.

        Pagano fue literalmente amenazada. Al estilo de “la casta”. O peor. Algún demonio puede haber desertado de las Fuerzas del Cielo que suelen cuidar la estrella de Milei.


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        Eduardo van der Kooy
        Eduardo van der Kooy

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