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      Ricardo Roa
      Ricardo RoaDel editor

        Javier Milei en La Embajada, como cualquiera de la casta

        Si hay algo que sacraliza la pertenencia a la casta política es entrar a La Embajada

        Javier Milei, con su peinado "emprolijado", junto al embajador Marc Stanley. Foto Twitter

        Las sospechas pasaron a evidencia, porque si hay algo que sacraliza la pertenencia a la casta política es entrar por cualquiera de las puertas de ese edificio que está atrás (o adelante, como se quiera) de La Rural y que se conoce como La Embajada. Milei hizo ayer, con nuevo look incluido, ese pasaje trascendente.

        El primer paso de la metamorfosis evidente, fue de la semana pasada, su asociación con una casta difícil de superar: la sindical, de la mano del eterno jefe de los gastronómicos, Barrionuevo, en la casa (Parque Norte) del jefe de Comercio, Cavalieri. Entre los dos suman más de 80 años, toda una vida, al frente de sus respectivos sindicatos.

        Está claro que el embajador Marc Stanley por recibir, recibiría al PO, pero también está claro que recibir, no recibe a cualquiera y que ir a La Embajada (a las demás hay que citarlas por el nombre de casadas, es decir, del país al que pertenecen) es otra cosa.

        La dolarización se le devaluó y la motosierra tiene más ruido que dientes ¿Reforma laboral con Barrionuevo de aliado? Algo se le pinchó en los últimos días, y no es que lo digan las encuestas, que no pegan ni una. Se siente. Milei llegó a Barrionuevo o viceversa, a través de Fátima Florez, la novísima novia de Milei, a la que Barrionuevo ayudó después de su separación.

        Otro acercamiento a la casta es a través de Guillermo Francos, al que eligió para hacer política. Dato al pie: hay una caótica acumulación de dirigentes y asesores alrededor de Milei. Francos es una especie de Massa por su paso por cuanto puesto público y club político se le cruzó. ¿Sepultar a la casta? Dirigió al Partido Federal, y después de apoyar a Cavallo, apoyó a Scioli, que lo puso al frente del Provincia.

        Otra variante del mismo Francos fue abrazar al kirchnerismo. Al mismo tiempo era número uno de la Corporación América de Eurnekian, donde trabajó largos años Milei. Eurnekian acusó a su ex empleado de “dictador” y Milei se enojó porque lo trató como empleado. Dijo que la súbita bronca le surgió a su ex jefe porque le paró el contrato para hacer los DNI.

        Francos también fue director del BID por Alberto Fernández. Muy moralista, cargó contra Clever Carone, el jefe del banco nombrado por Trump, el admirado por Milei, porque tenía una relación (conocida) con una empleada del organismo.

        Hubo una denuncia anónima y la conspiración puritana sirvió para defenestrar a Carone. La verdad: Fernández planeaba sentar allí a Gustavo Béliz. Otro de sus fatales errores de cálculo. El caradurezco juego de Milei tan a lo Massa por lo contradictorio, de la casta es siempre el otro, ¿le suma o ya le empieza a restar?

        Muy de toda la casta, es el sonoro y unánime silencio sobre la cueva de Alí Babá descubierta en la Legislatura bonaerense. Viene desde hace rato, desde tiempos de Duhalde pero se desbocó con el kirchnerismo: raro es que no se hubiera desenmascarado hasta ahora. Estamos en deuda con Chocolate Rigau, que lo hizo posible. De ahí hay plata negra no solo para todos los bloques sino para el Gobierno de Kicillof.

        Por donde se lo mire, es un enorme escándalo que dos camaristas hayan tratado de salvar la ropa de los políticos manipulando y volteando las evidencias. Los legisladores cuestan a la Provincia $62.000 millones y este año sesionaron sólo una vez. Está claro: todos los intentos de reconciliar la política y la justicia con la gente fracasarán si no arreglamos estas cosas. De una buenísima vez.


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        Ricardo Roa
        Ricardo Roa

        Editor General Adjunto

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