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      María Rosa Lojo
      María Rosa LojoPasiones argentinas

        Las mujeres, las naves y el mar

        Sobre los nombres de los barcos y la fascinación que provocan. Una postal desde el puerto de Quequén.

        Una ventana a la imaginación. Puerto de Quequén quequen, 30/1/98: para CRISTIAN DE PROVINCIAS. AGENCIA MDP

        Conocí a Theresa Pride el 12 de marzo de 2024, desde la escollera de Puerto Quequén. Era (es: nació hace poco, en 2021) fuerte, grande, elegante a su manera, llamativa pero sobria, pintada de ocre y de un azul profundísimo, casi negro, donde luce su nombre en letras blancas. Bautizada en inglés, es un ser femenino, como suele ocurrir con los barcos en esa lengua.

        Algunas de las razones esgrimidas popularmente para justificar su género, suenan frívolas: costo de mantenimiento comparable al del maquillaje, formas voluptuosas, vanidad en el arreglo. Otras parecen decididamente patriarcales: mujeres y naves, dicen, necesitan un capitán: un hombre experimentado y fuerte que las controle y les maneje el timón. Pero las hay más atendibles: los nombres remiten a diosas, reinas o heroínas protectoras. O son los de las mujeres (madres, hijas, esposas) amadas y valoradas por los navieros que así las homenajean.

        ¿Será este último el caso de mi Theresa Pride? Me hubiera gustado más que la nave se llamase “Theresa’s pride”: “el orgullo de Teresa” y que esa Theresa aludiese, quizás, a una ingeniera náutica ufana de su obra, al punto de inscribirse dentro de ella.

        Solo sé, por ahora, que Theresa es una granelera (a bulk carrier), hecha para transportar bultos a granel. Me agrada pensar que no se trata de una nave de combate, que sale de Quequén cargada de grano, que su especie lleva cereales y también materiales de construcción, útiles para la vida, el hogar.

        Los nombres de los barcos mueven siempre la curiosidad, provocan el ensueño. Así sucede con Martín y Alejandra, personajes de la novela Sobre héroes y tumbas, en sus frecuentes paseos por la Dársena Sur, donde atracan y parten barcos cargueros. Los enamorados leen los nombres de las embarcaciones, juegan a encontrar cuál es el mejor: “Garibaldi Tercero, La Nueva Teresina, Doña Anita Segunda”, mientras Alejandra, devastada por una pasión prohibida, sueña con huir, en alguna de ellas, de la ciudad, de sí misma y de su destino.

        Subir a un barco carguero como polizón o tripulante ha sido en la literatura y en la vida, una forma de la fuga, de la aventura y, por supuesto, de un trabajo infrecuente o inexistente para mujeres, aunque Alejandra, mujer atípica, se permite imaginarlo. Hoy ya es una realidad, aunque todavía minoritaria. Pero algunas han logrado subir al puente de mando, no solo en el escalafón militar, sino en la Marina Mercante.

        ¿Cómo se viajará dentro de Theresa Pride, poderosa y sólida, y aun así, diseñada con cierto halo de liviana belleza? Desearía saberlo con todo el cuerpo, acompañarla en su aventura oceánica como la voy siguiendo con los ojos, en los mares de internet, gracias a los serviciales satélites. Cuando encienda la pantalla, el 19 de abril, la veré estacionada por fin, como un punto de luz, en un puerto que jamás he pisado: el de Gresik, al este de Java, sobre la costa indonesia.


        Sobre la firma

        María Rosa Lojo
        María Rosa Lojo

        Escritora e investigadora argentina, autora, entre otros libros, de Los ‘gallegos’ en el imaginario argentino y Todos éramos hijos.

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