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      El niño que cae en una cloaca abierta

      Una conmovedora autobiografía abre el camino para reflexionar sobre el camino de un "pibe chorro".

      El niño que cae en una cloaca abiertaCésar González, autor de "El niño resentido". Foto: Florencia Downes / Telam

      El libro “El niño resentido”, del poeta, ensayista y director de cine César González (34), empieza con una escena brutal: un chiquito de cuatro años escapa de la vista de la madre y de la tía, que están armando papelitos de cocaína para vender, sale a la calle y se cae a una cloaca sin tapa.

      Una chica alcanza a verlo, corre, hunde la cabeza y medio cuerpo en los deshechos, logra pescarlo por los pelos y lo saca. La imagen, tremenda en sí misma, se vuelve aún más impactante si se tiene en cuenta que no es ficción. En este conmovedor texto, González relata con crudeza su infancia y adolescencia en la villa Carlos Gardel (El Palomar).

      “Salvado por una rápida intervención de una vecina y de la salud pública, volví con mi madre a casa. Ella cree que allí me volví asmático. Aún sigo sin saber nadar”. Así cierra González la anécdota de la cloaca, que tiene un título (“La mierda flota”) que amplía su significado a medida que uno avanza en el libro, una historia de marginalidad y de búsqueda de revancha en el delito.

      González, hijo de una madre adolescente y un padre linyera, nieto de una mujer evangelista que es la única que tiene un trabajo formal, crece en el hacinamiento y la miseria.

      La villa es un territorio cerrado a su propia ética, su propia escala de valores, su propia lógica, que se contraponen a las del afuera, que es el lugar a donde muchos van a buscar a punta de pistola los bienes materiales que, entienden, no van a obtener nunca de otro modo. Son los que se erigirán en héroes y modelos mientras vivan, y en mártires, cuando mueran en un enfrentamiento con la Policía.

      César González y su nuevo libro: "El niño resentido" (Reservoir Dogs).César González y su nuevo libro: "El niño resentido" (Reservoir Dogs).

      “El niño resentido” nos lleva por los estrechos pasillos de tierra en los que late la Argentina de la fragmentación social. Es una lectura que incomoda y que no pretende caer simpática. No hay fábula. Hay dolor. ¿Hay apología? Quizás. Lucrecia Martel, la directora de “Zama”, lo dice con todas las letras en la contratapa: “Este libro da miedo y tiene la llave para salir del miedo. Suplico que lo lean. A ver si logramos ir juntos para algún lado que no sea la guerra”.

      González cuenta la fragua del pibe chorro que supo ser. El primer hurto en una plaza (una camiseta de la Selección). Los saqueos de diciembre de 2001. La escalada de robos para subir en la consideración de los pesados de la villa. Los raids delictivos en noches alucinadas por la cocaína y el rivotril. La muerte que lo araña varias veces. Al fin, la cárcel, a donde llega herido y es recibido como un héroe.

      En “El niño resentido”, González no habla de su encuentro con el arte, de los talleres literarios que da en la villa donde aún vive, de sus libros de poesía, de su elogiado ensayo “El fetichismo de la marginalidad”, de sus ocho largometrajes, quizás para que la parábola de redención, si cabe esta palabra, no distraiga la atención de sus años oscuros, los que contienen el dilema social que aun no hemos sabido abordar como país.


      Sobre la firma

      Horacio Convertini
      Horacio Convertini

      Editor jefe de la revista Viva. Anteriormente se desempeñó como editor jefe de Policiales de Clarín, editor general del diario Muy y subdirector de La Razón. Escritor. Ganador del Premio Municipal de Literatura (bienio 2008-209, género cuento) con “Los que están afuera”. También recibieron distinciones sus novelas “El refuerzo”, “La soledad del mal”, “El último milagro” y “Los que duermen en el polvo”. hconvertini@clarin.com

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